






















El Claqué (Tap Dance): Bill «Bojangles» Robinson
“Conocí a un hombre llamado Bojangles que bailaría para ti / con zapatos desgastados / pelo plateado, camisa harapienta y pantalones anchos / Con sus zapatos de claqué, saltaba tan alto, saltaba tan alto, luego aterrizaba suavemente / Lo conocí en una celda en Nueva Orleans, yo estaba abatido y sin blanca / sus ojos reflejaban la edad que tenía / mientras hablaba sin rodeos / hablaba de la vida, hablaba de la vida / reía y dándose una palmada en la pierna se marcó un paso / Pronunció el nombre de Bojangles y bailó un poco por toda la celda / se agarró los pantalones para coger una mejor postura, saltó muy alto y chasqueó los talones / Soltó una risa, soltó una risa y dejó su ropa por todos lados / Mr. Bojangles, Mr. Bojangles, Mr. Bojangles, baile / Bailó en los minstrels, en las ferias del condado por todo el Sur / Habló con lágrimas en los ojos, su perro y él habían viajado juntos durante quince años / Su perro murió, él murió hace veinte años, pero todavía llora / Dijo que ahora bailaba cuando tenía oportunidad en los honky tonks de mala muerte por bebidas y propinas / pero la mayoría del tiempo lo pasaba tras las rejas del condado, porque bebe un poco / Negó con la cabeza y mientras lo hacía escuché que alguien le pedía: por favor, por favor, Mr. Bojangles, Mr. Bojangles, Mr. Bojangles, baile”.
El cantante de country Jerry Jeff Walker escribió y grabó esta canción en 1968. El título de la misma está inspirado en el bailarín de claqué y actor Bill «Bojangles» Robinson. La acción que se describe no tiene nada que ver con la viva del «Bojangles» original.
El claqué o tap dancing es una danza originaria de los Estados Unidos que fue evolucionando a lo largo de trescientos años. Inicialmente surgió en el Sur del país y fue una fusión de la forma musical y de baile irlandés denominada «jig» y de unas danzas procedente del África Occidental llamada «gioube (yuba)». Ambas se yuxtapusieron y dieron forma a un baile que se denominó «jigging». Este fue adoptado en el siglo XIX tanto por bailarines blancos como negros y exhibida en los minstrels. Estos danzantes utilizaban zapatos de suela dura, zuecos o botas con clavos. No fue hasta las primeras décadas del siglo XX cuando se fijaron en la suela de los zapatos placas (taps) de metal en el talón y en la puntera y el «jigging» pasó a denominarse «tap dance». En esa misma época empezó a popularizarse el jazz y el tap adoptó motivos rítmicos, polirritmia, elementos del swing propios de este nuevo estilo musical.
El claqué se fue desarrollando a partir de la observación mutua entre bailarines, bien en la calle, en el salón de baile o en el club social donde los pasos se compartían, se copiaban y se reinventaban. El proceso activo de copiar al otro para inventar algo nuevo fue y sigue siendo fundamental en el desarrollo del tap.
William Henry Lane (cerca de 1825 – 1852), fue un afroamericano nacido libre que creció en Five Points, un pobre distrito situado en el bajo Manhattan, habitado en su mayoría por negros libres e inmigrantes irlandeses que convivían entre burdeles y cantinas. Aprendió a bailar con un tal Jim Lowe, un bailarín afroamericano buen conocedor de los pasos del jig y del reel irlandés. William Henry se hizo famoso en su barrio por la forma de imitar los bailes de los artistas más famosos de los minstrels y seguidamente ejecutar su propia coreografía. En 1844, tras vencer al considerado mejor bailarín irlandés-estadounidense, John Diamond (1823-1857), en una serie de bailes de desafío, fue aclamado como Rey de los Bailarines y proclamado Maestro Juba, también conocido como Boz’s Juba. Este último apodo se lo debemos al escritor Charles Dickens y a la descripción que plasmó sobre él en su libro de viajes titulado American Notes que tuvo lugar de enero a junio de 1842.
En el año 1948, William Henry realizó una gira por tierras británicas junto a los Ethiopian Serenaders, un minstrel blanco que fue el primero en admitir entre sus filas a un afroamericano.
De vuelta a los Estados Unidos, la crítica estadounidense no fue tan benévola como la británica para el Maestro Juba. Consiguió actuar en solitario en salas y salones de concierto de segunda categoría y en entreactos de teatros anodinos de Nueva York: había pasado del anonimato al protagonismo y viceversa. Según la documentación que han ido recogiendo los historiadores de su figura esta sugiere que Juba trabajó día y noche durante 11 años, de 1839 a 1850. Muchas horas de trabajo, sumadas a una mala alimentación y a pocas horas de sueño, probablemente le condenaron a una muerte prematura, en algún momento entre 1853 y 1854. Tenía solo veintiocho años.
Hoy en día, y gracias en primer lugar a la musicóloga e historiadora de la danza, Marian Hannah Winter que ha escrito artículos sobre el tap dance y el libro titulado «Juba and American Minstrelsy», William Lane está considerado el intérprete más influyente de la danza del siglo XIX. Su combinación de ritmos africanos y un estilo corporal relajado con las rigurosas técnicas de los bailes irlandesas forjó una nueva mezcla rítmica de danza percusiva que está considerada la forma más temprana del «tap dance» estadounidense.
El escritor Cassen Gaines en su libro titulado «Footnotes» escribe sobre el musical de Broadway titulado, «Shuffle Along», lo siguiente:
“Es fácil decir que este es el mejor “all-colored show” desde los días de Williams and Walker, pero en la actualidad, Nueva York nunca ha visto una comedia musical como esta: rápidos movimientos sincopados de jazz, letras concisas, bellas “brown” bailarinas, sátira política y un libreto que retó a las normas de las que estaban consideradas como tabús sociales, mientras le recordaba a la familia americana las antiguas (racistas) tradiciones de los minstrels. Cuando el telón cayó por última vez aquella noche, Sissle (letrista), Blake (compositor), Miller y Lyles (libreto), habían alcanzado el objetivo después de haber estado trabajando durante cinco meses tanto colectiva como individualmente. Y por ello, ellos están seguros de haberse asegurado un lugar en la historia y Shuffle Along nunca será olvidada”.
El musical «Shuffle Along» se estrenó el 23 de mayo de 1921 en el 63rd Street Music Hall de Broadway y llegó a la bonita cifra de 484 representaciones. Su éxito fue apabullante. A los pocos días del estreno, el Departamento de Tráfico necesitó convertir la calle 63 en una vía de sentido único, motivado por las aglomeraciones del gentío que acudía a ver el espectáculo y que invadía media calzada.
Las partituras de «Shuffle Along» ofrecieron una orgía de ritmos vertiginosos y percusivos, pero que no se denominaron específicamente como tap dance, aunque pasos de este baile circulasen como fantasmas entre las piernas de las bailarinas mientras estas taconeaban y se deslizaban por el entarimado.
La revolución rítmica que comenzó con «Shuffle Along» (1921) continuó en Broadway con «Strut Miss Lizzie» (1922), «Liza» (1922) y «Runnin’ Wild» (1923), donde se interpretó una nueva versión del Charleston para claqué, mientras el coro marcaba el compás con palmas y zapateos dando lugar a unos ritmos complejos los cuales nunca se había visto en un escenario neoyorquino. El tap dance comenzó a ser reconocido como el baile rítmicamente más complicado cuando se estrenó en Broadway, «Lew Leslie’s Blackbirds of 1928». La razón fue que el protagonista de ese musical fue Bill «Bojangles» Robinson, el veterano artista de vodevil y el más querido por la comunidad negra, quien a los cincuenta años fue “descubierto” por el público de Broadway y declarado «El Rey del Tap Dance».
Luther Robinson conocido como Bill «Bojangles» Robinson nació en Richmond, Virginia, en 1878. A los siete años, sus padres fallecieron y él y su hermano menor se mudaron a casa de su abuela. Robinson ganaba dinero lustrando zapatos y bailando en la calle por unos centavos, a menudo frente al teatro donde se representaban los espectáculos de George Primrose (1852 – 1919), un popular artista de los minstrels y del vodevil. Robinson relataría más adelante que este entertainer le había inspirado para convertirse en bailarín.
A la abuela bautista de Robinson no le sentó nada bien que su nieto anduviera bailando por las calles y desaprobaba aún más los pequeños hurtos del niño. Uno de los muchos relatos sobre el origen de su apodo (que también podría ser una palabra sureña con el significado de alborotador o despreocupado) se remonta a la mala pronunciación del «Sr. Boujasson”, dueño de una mercería en Richmond en la que el joven Robinson había robado un sombrero. En cuanto a su nombre de pila, Luther, adoptó el de su hermano menor, Bill, y le obligó a este a que en adelante se llamase Percy. Todo este alboroto que estaba montando el nuevo Bill le llevó a su abuela a acudir a los tribunales para que le quitaran la custodia de los niños. Durante un tiempo, vivieron en casa de un juez, pero Robinson había conocido a un chico blanco llamado Lemuel Toney, quien, soñando en convertirse en una gran figura de los minstrels, había organizado un número con su cara pintada de negro y necesitaba un compañero. La pareja interracial se subió a un tren de carga y partió rumbo a la capital del país.
Una vez en Washington, Toney fue descubierto precisamente por George Primrose que le incluyó en su compañía, convirtiéndose al cabo de los años en una de las figuras más importante de los minstrels de su tiempo, bajo el nombre artístico de Eddie Leonard. Este, a su vez, no se olvidó de su amigo Robinson y le consiguió un trabajo de bailarín en el minstrel show «South Before the War» escrito y dirigido por Harry Martell. Con esta troupe realizó, a finales del siglo XIX, una gira por todos los EE. UU.
Fue en esa época cuando Robinson empezó a darse cuenta de que los mejores bailarines poseían un estilo propio. Empezó a imitarles y a partir de ahí forjó su propio baile.
En abril de 1898 comenzó la corta guerra hispano-estadounidense y Robinson sirvió como tamborilero en un regimiento de color.
En 1900, estando en Nueva York, llegó la compañía de baile «In Old Kentucky» con su bailarín de claqué estrella, Harry Swinton, y Robinson le desafió a un concurso de baile y ganó.
El nombre de Bill Robinson empezaba a sonar y su gran oportunidad llegó cuando George Cooper, que formaba parte del dúo de vodevil negro «Cooper & Bailey», no aguantó más a su compañero, por sus continuos problemas con la bebida, y contrató a Robinson como sustituto. Allí se quedó durante más de una década, perfeccionando sus habilidades espectáculo tras espectáculo, ciudad tras ciudad. Cuando él y Cooper llegaron a Denver en 1912, el rotativo Tribune los consideró lo mejor del cartel:
“Los hombres, que son etíopes (negros) de pura cepa, no falsos imitadores de corcho quemado tienen ese toque provocador de auténtico negro sureño. Las imitaciones baratas ya se han echado a perder. Tanto Cooper como Robinson son auténticos, y sus carcajadas, pasos de paloma y canciones cacareantes son un auténtico espectáculo de vodevil”.
Ese mismo año, la prensa especializada citó el espectáculo de Cooper-Robinson como un modelo a seguir para todos los artistas de color: limpio, ingenioso y actual. Cooper declaró al Duluth News-Tribune: «El negro recibe un trato justo en el vodevil moderno, mi compañero y yo podemos bailar ragtime y cantar ragtime de una manera que pocos bailarines o cantantes blancos pueden hacerlo».
No están muy claras cuáles fueron las verdaderas razones por las que el dúo Cooper-Robinson se rompió en el año 1914. Fue entonces cuando, Rae Samuels, una exitosa artista de vodevil persuadió a su marido, el mánager irlandés-estadounidense Marty Forkins, para que se convirtiera en su agente: “Robinson poseía esa personalidad de poder presentarse ante el público más difícil del mundo, tomarlo en sus manos y metérselo en el bolsillo”.
Bill «Bojangles» Robinson, bajo la dirección de Marty Forkins, se convirtió en el más conocido y mejor pagado artista afroamericano de la primera mitad del siglo XX.
Hay que señalar que en las primeras décadas del siglo XX existía una de esas leyes muy norteamericanas por la que un afroamericano no podía actuar en solitario sobre los escenarios, debía de estar acompañado mínimo de otro artista. Forkins consiguió que «Bojangles» actuara solo en los mejores circuitos de vodevil.
El número que más fama le dio a Robinson ocurrió en 1918. Parece ser que un día el bailarín vio a unos amigos suyos a quienes les separaba una escalera y la bajó bailando. Así nació “el baile de las escaleras”. En otras ocasiones, decía que se le ocurrió mientras soñaba que estaba en un palacio en Inglaterra al pie de unas escaleras esperando ser nombrado caballero y subió bailando hasta el trono, recibió su insignia y volvió a bajar bailando. Probablemente estas historias sean apócrifas, lo que no significa que no contengan algo de verdad.
Este es “el baile de las escaleras”:
Lew Leslie (1888 – 1963) fue un escritor y productor de musicales estadounidense. En 1923, el gánster, Owney Madden, dueño del Cotton Club de Harlem le contrató para que se dedicara a montar los espectáculos (parades) que se iban a representar sobre sus escenarios. Leslie, a su vez llamó, a Jimmy McHugh para que se ocupara de la música y a Dorothy Fields de las letras.
Los espectáculos del Cotton Club con el eslogan “blanco en sala y negro en el escenario” adquirieron una gran popularidad, sobre todo en entre la selecta sociedad neoyorquina.
Lew Leslie abandonó el Cotton Club en 1928, llevándose a McHugh y Fields, con la intención de montar un musical destinado al público blanco, pero con un casting totalmente afroamericano. Algo similar al Cotton Club, pero en un teatro.
El 9 de enero de 1928, el musical «The Blackbird Revue» se estrenó en Les Ambassadeurs Nightclub de Nueva York con un casting totalmente negro. Sus principales figuras fueron la actriz y cantante Adelaide Hall y el actor y bailarín de claqué Bill «Bojangles» Robinson. El éxito del show fue extraordinario, con el club a rebosar todos los días que se mantuvo en cartel. Ante tal avalancha de público, Lew Leslie decidió trasladarlo a Broadway.
El 9 de mayo de 1928, y con el nombre de «Blackbirds of 1928», se subió por primera vez el telón en el Liberty Theatre y se bajó después de unas sorprendentes 518 representaciones.
La aparición de «Bojangle» en el espectáculo quizás no sorprendió demasiado a aquellos que le habían visto bailar en el vodevil, pero la respuesta de la crítica fue casi unánime: “Robinson era el punto culminante”. Y las reseñas que recibió fueron de un orden diferente al entusiasmo habitual por los bailarines negros rápidos y enérgicos. “Su baile era extraordinariamente hermoso. Sus pies eran instrumentos que transmitían verdadera emoción estética». Los críticos vieron la comedia en su coreografía, pero también percibieron el ingenio en sus ritmos. A sus cincuenta años no era un desconocido, pero la efusión de elogios le otorgó un prestigio sin precedentes.
“Broadway no solo había descubierto a Robinson, sino que se había enamorado de una danza rítmica sorprendentemente moderna que interpretaba ritmos folclóricos negros, transformándolos en una expresión negra elegante y moderna”, escribía la periodista Mary Austin en el rotativo, The Nation. Y el escritor y filósofo, Alain Locke, reseñaba: “Una actuación de Bojangles logra que un vodevil sea excelente, pero escucharla con los ojos cerrados se convierte en una composición sonora casi sinfónica. Lo que el ojo ve es la vulgar convención estadounidense; lo que el oído oye es la inestimable herencia africana».
En 1930, Robinson protagonizó «Brown Buddies», una comedia musical sobre los negros que sirvieron en la Primera Guerra Mundial. Realizó el número de «el baile de las escaleras» esta vez acompañado de coristas; de nuevo, los críticos afirmaron que solo él compensaba el material flojo del espectáculo, dejando al público sin aliento con su «baile de cuna». A esta obra le siguieron el musical «The Hot Mikado» en 1939, «All in Fun» en 1940 y «Memphis Bound!» en 1945.
En las décadas de 1930 y 1940, el tap dance continuó desarrollándose en relación directa con la música jazz. El swing de los años treinta trajo consigo los compases de 4/4 y esa dinámica resultó ideal para los bailarines en general y para los de claqué en particular. Era algo habitual que estos bailaran frente a orquestas como la de Basie o Ellington.
También en los años treinta y cuarenta, el claqué se inmortalizó en los musicales cinematográficos de Hollywood como «Dixiana» (1930), protagonizada por Bill Robinson, «Forty-Second Street» (1933), por Ruby Keeler; «The Little Colonel» (1935) por Bill Robinson y Shirley Temple; «Swing Time» (1936), por Fred Astaire; «Atlantic City» (1944), con Buck & Bubbles; «Lady Be Good», con los hermanos Berry; «Stormy Weather» (1943), con Bill Robinson y los hermanos Nicholas, como la más representativas.
La estrella femenina más popular de claqué de aquella época — en el apogeo de su popularidad— fue una niña: Shirley Temple. En 1934, Bill Robinson, de cincuenta y seis años, firmó un contrato para aparecer en la película «The Little Colonel» protagonizada por Shirley Temple, de seis años. Ella ya era una estrella de cine y durante los tres años siguientes, se convertiría en la artista más taquillera del país. Había aprendido tap dance en la escuela de baile de Ethel Meglin en Los Ángeles y el esfuerzo que esta última había invertido en la niña dio sus frutos, ya que cada vez que se estrenaba una película de Temple, las inscripciones a clases de claqué se disparaban en todo el país.
En la película «The Little Colonel», Shirley interpretó a la nieta voluntariosa de un antiguo confederado cascarrabias. El papel de Bill Robinson fue el del leal sirviente del coronel. La mansión tenía una escalera, por lo tanto, Robinson podría bailaba en ella. Antes de comenzar el rodaje, alguien sugirió que Temple le podía acompañar en las citadas escaleras, así que Robinson le enseñó a la niña una versión simplificada de su preciada rutina. «Vamos a ponerte los pies en las orejas», le dijo, y practicaron hasta que se aprendió los pasos de memoria.
Y esta es la escena que se grabó y que además fue la primera interracial de la historia del cine:
Bill Robinson y Shirley Temple actuaron juntos en cuatro películas. En la autobiografía de esta última y titulada «Child Star» recuerda cómo Robinson le enseñó que hay esforzarse mucho para parecer relajada. También cuenta la historia de cómo doblaba sus propios pasos a la perfección, toma tras toma, mientras alguno de sus compañeros adultos cometía errores constantemente. Y, además: “La sonrisa que se dibujaba en mi rostro en las escenas con el hombre al que yo llamaba tío Billy era auténtica, no era una actuación. De todos los actores con los que trabajé, solo Robinson me trató como a una igual”.
Bill «Bojangles» Robinson participó en catorce películas, bien como protagonista o actor de reparto entre 1930 y 1943. Broadway primero y Hollywood después le convirtieron, como he comentado anteriormente, en el más popular y mejor pagado artista afroamericano de la primera mitad del siglo XX.
El 25 de noviembre de 1949, Bill «Bojangles» Robinson falleció de un ataque de corazón: “Su muerte nos arrebata no solo a un gran artista que nos entretuvo, sino también a un gran ser humano que enriqueció y alegró nuestras vidas”, escribió el Times.
El día de su funeral, las escuelas de Harlem cerraron al mediodía, al igual que muchos teatros, y tres mil personas abarrotaron la Iglesia Bautista Abisinia. Miles, quizás decenas de miles, se quedaron a la puerta. Una comitiva de casi cien autos se dirigió desde Harlem, pasando por el Teatro Palace hasta el Cementerio Evergreens. Las aceras de las calles estaban abarrotaba de gentío con cinco y seis filas de fondo. En el cementerio le esperaron cientos de personas bajo temperaturas casi gélidas durante horas. En total, el departamento de policía estimó que al menos medio millón de personas acudieron a despedir a Bill «Bojangles» Robinson.
Hoy en día, al tap dance se le consideraba un tesoro nacional, una auténtica forma de danza vernácula estadounidense. Se conmemora anualmente el Día Nacional del Claqué — el 25 de mayo, día del nacimiento de Bill «Bojangles» Robinson — en grandes ciudades y pequeños pueblos de todos los estados. Y existen centros repartidos por todo el país donde puedes aprender sus rutinas y disfrutar con ello.