Historias de Nueva Orleans (X): Dos Asesinatos de Primera Plana

Historias de Nueva Orleans (X): Dos Asesinatos de Primera Plana

Mapa de Nueva Orleans – 1870

En el libro titulado The French Quarter escrito por Herbert Asbury en 2008 podemos leer: “Hacia el año 1870, Nueva Orleans tenía una población de aproximadamente 190.000 personas y los burdeles nunca habían estado expuestos tan a la vista, en cualquier parte de la ciudad, como en aquellos momentos, bien fueran elegantes mansiones donde un servicio costaba 10 $ o inmundos cribs (pequeños apartamentos de una sola habitación) en los que el precio bajaba a 50 centavos. No existía prácticamente ninguna calle que no contara con un burdel o algún antro dedicado al vicio.
Desde que Nueva Orleans pasó a manos americanas (1803) nunca la corrupción de los políticos, la policía, los representantes del estado, los mandatarios de la ciudad, había alcanzado cotas tan elevadas, siendo los tributos provenientes del negocio del sexo uno de los factores determinantes para que esa corrupción se extendiera como una plaga por todos los estamentos que ostentaban cualquier tipo de poder, por muy pequeño que este fuera”.

Según los estudiosos de la historia de Nueva Orleans parece ser que Hattie Peacock fue la hija de un próspero tendero de Port Richmond, Nueva York. En el año 1855 se casó con Samuel W. Plume y los negocios de este último llevaron al matrimonio a instalarse en Cuba. En esta isla nació su único hijo al que le pusieron el nombre de John.

Samuel Plume se enteró de que Hattie frecuentaba una casa de citas en la Habana y la envió a Nueva York. La pista de esta señora se pierde totalmente hasta que apareció en Nueva Orleans, en el año 1864, formando pareja de un jugador que se hacía llamar Coronel Hamilton. Durante el período de tiempo en el que Hattie permaneció junto a él, llevó una vida social aparentemente ordenada, derrochando encanto allí por donde pasaba, pero algo debió de suceder ya que Hamilton la dejó plantada de la noche a la mañana en 1866. Ese mismo año, su marido Plume se divorció de ella y visto lo visto se metió de fulana en el burdel que regentaba Tilly Phillips en Rampart Street. Allí permaneció hasta 1869, año en el que pasó a formar parte del plantel de señoritas del prostíbulo de Julia Davis, uno de los más conocidos y elegantes de la ciudad, situado en Custom House Street.

Hattie (que adoptó el apellido de Hamilton) conoció, en este burdel, al senador James D. Beares que se quedó perdidamente prendado de ella, cubriéndola de espléndidos y caros regalos. A las pocas semanas de ese explosivo encuentro, el político le propuso a Hattie que abandonara a Julia Davis y que se convirtiera en la madame de un prostíbulo que él pondría a su disposición en el nº21 de Basin Street. Ella aceptó encantada.
Gracias a los contactos del senador, del buen hacer de Hattie y del plantel de bellas mujeres que contrató, El Veintiuno (nombre con el que se conoció al burdel) se convirtió en el local más popular de toda Nueva Orleans y además frecuentado por la crème de la crème.

La noche del 26 mayo de 1870, Hattie y James se encontraban en la casa de este último sita en St. Charles Avenue. Tras cenar y beber en cantidad, comenzó la típica discusión de pareja que poco a poco se volvió más violenta hasta que un disparo resonó en la habitación. Robert Phillips, el mayordomo negro de senador, entró en el salón y vio a su señor medio tumbado en un sillón con un agujero en medio del abdomen del que brotaba abundante sangre, mientras que Hattie permanecía sentada en una silla mirándole fijamente. En el suelo, y entre ambos, había una pistola que desapareció a las pocas horas y que nunca se encontró. James D. Beares había pasado a mejor vida.

La policía llegó a interrogar a Hattie, pero no la acusó absolutamente de nada. George Beares, hermano del senador, tampoco presentó ninguna denuncia contra ella, pero intentó acusar a Robert Phillips de complicidad en el asesinato y fue arrestado.
Tras unas semanas, George se negó a testificar en el juicio contra el mayordomo, por lo que quedó libre de cargos.

La creencia general de los ciudadanos de Nueva Orleans ante este episodio fue que, tanto Hattie como Phillips, conocían los suficientes secretos del senador que nadie quiso que estos salieran a la luz y donde estaban implicados políticos, jueces y policías.

El periódico, The Daily States, de Nueva Orleans escribió a raíz del fallecimiento de James D. Beares, lo siguiente:

James D. Beares fue el más inmoral y corrupto senador de su época, que solamente votó a favor de medidas que supusieron sustanciosas ganancias a su peculio particular”.

Hattie Hamilton cerró El Veintiuno y, un año más tarde de los trágicos sucesos, vendió el inmueble y abrió otro lupanar en el nº 158 de Custom House Street, que estuvo en funcionamiento unos diez años.

Hattie vivió sus últimos años en Old Point Comfort, Virginia, donde murió el 9 de agosto de 1882. Dejó todas sus propiedades a David Jackson, dueño de una sala de conciertos en Royal Street de Nueva Orleans y, seguramente, su amante desde 1877.
Aunque los periódicos estimaron que la fortuna de Hattie podría llegar a los $200.000, lo cierto es que después de pagar sus numerosas deudas (causadas quizás por las malas gestiones de David Jackson), la suma se quedó en $719,20.
En esos momentos apareció de la nada el hijo legítimo de Hattie, John J. Plume, que reclamó para sí la mayor parte del dinero de su madre, acogiéndose a una ley de Louisiana que dictaminaba que las personas que vivían en concubinato no podían recibir más que un 10% del montante de la herencia de su pareja cuando esta falleciera. Los jueces fallaron a su favor.
Así que, David Jackson, se llevó la bonita suma de $71,92.

Es probable que, si los sucesos relacionados con la muerte de Kate Townsend no hubiesen sido tan truculentos, la vida de esta mujer no habría sido objeto de una investigación tan exhaustiva, por parte de los medios, como lo fue en su momento.  Aunque nadie, ni los periodistas, ni sus más íntimos amigos, ni la policía, pudo jamás descifrar el significado de las letras “A. PIMM” que ella tenía tatuadas en uno de sus brazos.

El verdadero nombre de esta señora fue el de Katherine Cunningham, nacida en Liverpool (UK) en 1839 e hija de un trabajador portuario.
Con una edad de diecisiete años se lio con un joven marinero de nombre Peter Kearnagham, al que había salvado de una muerte casi segura, en el salón de baile donde ella trabajaba, al golpear con un gran tazón de metal a los dos malhechores que trababan de terminar con su vida.
Peter partió a la mar y durante el tiempo que permaneció embarcado, Kate dio a luz a dos mellizos. Cuando el marinero regresó a casa y, según la documentación de la policía, su compañera sentimental le dio tal monumental paliza que fue condenada a seis meses de cárcel.
Al salir de su confinamiento, Kate abandonó a Peter, a los mellizos y tomó un barco con destino a Norteamérica.
A principio del año 1857 apareció por Nueva Orleans y pronto encontró trabajo en el burdel de Clara Fisher en Phillipa Street y al cabo de unos pocos meses ofreció sus servicios en el de Maggie Thompson en Customhouse Street.
En el año 1863, Kate decidió independizarse y alquiló una casa a Maggie Thompson en el cruce de Villere y Custom oHuse Street y la convirtió en un prostíbulo. Tenía 24 años.
Kate sacó matrícula de honor en la carrera de madame ya que, en poco tiempo, consiguió rodearse de amigos poderosos, en todos los ámbitos de la sociedad, que le ayudaron a construir un auténtico palacio de tres plantas sito en el nº 40 de Basin Street, el cual fue, probablemente, el más lujoso burdel que se había abierto en los EE.UU. en toda su historia.

El periódico Picayune describió así el dormitorio de Kate:

En la esquina derecha había una preciosa cómoda sobre la que reposaban estatuas de artistas y objetos de exquisito gusto. Una pequeña y sólida mesa de mármol decorada con artísticos gravados estaba situada justo al lado y, colindante con ella, un espléndido armario de puertas de cristal que guardaba elegantes vestidos y finas sábanas. Cerca de este mueble se veía una pequeña mesa camilla cubierta con un fino mantel y, sobre él, un costoso espejo francés de marcos dorados. Un largo aparador ornamentado con piezas de plata estaba situado junto a la ventana y frente a la chimenea. Otro armario, parecido al anteriormente descrito, y varios sillones completaban el mobiliario, sin contar con la gran cama. La sobrecama era de encaje como asimismo lo era el mosquitero. Una preciosa cesta rebosante de flores colgaba del dosel de la cama. En todas las paredes de la habitación se podían admirar costosas pinturas al óleo”.

Puede ser que, por avaricia o porque se creyera la reina del sexo de Nueva Orleans, el caso es que Kate estableció unos onerosos protocolos a sus elitistas clientes, antes de que estos pudieran entrar en materia. Así, todos debían dejarse entretener por las chicas, copa va, copa viene (a precios de oro), hasta que la madame consideraba cumplido el trámite y podían elegir a sus favoritas para que, sin más preámbulos, les hicieran las acostumbradas carantoñas, a precios sobreactuados. Si el cliente era de mucho postín, la propia Kate se encargaba del entretenimiento cobrando quince dólares la hora, copas aparte.
Le fue bien durante un tiempo y ganó mucho dinero, pero cuando se percató de que sus clientes frecuentaban el local cada vez con menos asiduidad, tuvo que bajarse del pedestal y empezar a cobrar los “menús” al precio del mercado.

El 30 de julio de 1870, Jim White y Gus Taney, ambos jugadores profesionales, estaban disfrutando de la hospitalidad que les ofrecían las chicas de Kate en uno de los salones del burdel. Taney pidió una segunda botella de vino de diez dólares y en el momento de pagar se dio cuenta de que no disponía de dinero. Esta circunstancia la aprovechó Jim White para ridiculizarlo y este le acusó de haberle robado su dinero. Empezó una violenta pelea entre ambos – los dos completamente borrachos – que acabó cuando Taney sacó su revólver, pero su contrincante fue más rápido y le clavó una navaja, con una hoja de 22 cts. en su corazón.
La policía le regaló ambas armas a Kate como recuerdo y, a partir de ahí, ella jamás se separó de la navaja, llevándola siempre en su bolsa de mano o colocándola debajo de su almohada cuando se acostaba.

Treville Egbert Sykes

Treville Egbert Sykes era una persona perteneciente a la clase alta de Nueva Orleans. Su familia poseía una importante casa de subastas en Magazine Street, así como una empresa dedicada al comercio.
Parece ser que este personaje conoció a Kate Townsend, cuando esta contaba con unos treinta años y se convirtió en su amante ocasional o bien en su “guapo perrito faldero” que ella gustaba exhibir con orgullo por los círculos elegantes de la sociedad.
El caso es que Sykes no influyó en absoluto en la carrera de Kate ni tuvo ningún problema con ella hasta que sufrió, con cuarenta años, una serie de trastornos metabólicos que le hicieron engordar de forma alarmante. Si a esa enfermedad le añadimos su afición por la comida y, sobre todo, por la bebida, su cuerpo se empezó a desarrollar adquiriendo unas proporciones grotescas.
Fue en ese momento de su vida cuando Kate decidió que su “fancy man” Sykes, se mudara al burdel y para ello le preparó una habitación en la segunda planta.
Parece evidente que la obesidad de Kate — llegó a pesar más de 150 kilos — le cambió el carácter, ya que se convirtió en una mujer irascible, cuando no peligrosa. Sykes, pasó de la noche a la mañana a ser el blanco de todas las iras de su concubina. Existen suficientes testimonios documentados como para escribir varias páginas sobre el trato violento, tanto físico como psicológico, que sufrió Sykes por parte de Kate, tanto en público como en privado.

Un día Kate Townsend estaba tan exaltada e histérica que le dijo a su amiga, Molly Johnson, que le iba a abrir la barriga a Sykes en cuanto lo encontrara y le enseñó el cuchillo que llevaba en el bolso. Molly tuvo tiempo suficiente de avisarle y este se atrincheró en su habitación del burdel.
Kate llegó a su casa y permaneció durante dos días recluida en su habitación. En la mañana del tercer día, 3 de noviembre de 1883, Skyes entró en las dependencias de Kate y se produjo una fuerte discusión que hizo que, Mary Philomene, el ama de llaves se personara en el aposento. Sykes sacó a la sirvienta y cerró la puerta con llave.
Pasaron varios minutos en los que fue fácil adivinar que en el dormitorio se estaba produciendo una fuerte lucha. Se abrió la puerta y apareció Sykes en el umbral con varios cortes sangrantes en el pecho y en la rodilla izquierda y su ropa hecha jirones.“Bien, Mary”, dijo, “Ella se ha ido”.

A la mañana siguiente el periódico, Picayune, publicó un relató de la tragedia.  El titular en su primera página, escrito en grandes letras, decía lo siguiente:

¡Muerte Por Trinchamiento!
Terrible destino de Kate Townsend
Sus pechos y sus hombros
Estaban literalmente cubiertos de puñaladas.
Realizadas con un cuchillo Bowie

Es palpable que Kate no estuvo demasiada acertada al quedarse con el puñal de Jim White que la policía le regaló en aquellos truculentos momentos, ya que, con él – como dijo el Picayune la trincharon.

Fallecimiento de Kate Townsend

Kate Townsend tuvo un funeral por todo lo alto, aunque cuentan que no asistió ningún hombre y fue enterrada en el cementerio de Metarie. Su último aposento fue un ataúd de metal, de cuatrocientos dólares, que llevaba una cruz de plata y su nombre y edad gravados en la tapa.

La Administración Pública se hizo cargo del burdel y al cabo de unas semanas se lo arrendó, precisamente, a Molly Johnson que lo mantuvo abierto hasta su fallecimiento en 1889.

A Treville Egbert Sykes le acusaron de asesinato, pero fue declarado inocente.

Si los más lujosos y refinados prostíbulos de Nueva Orleans fueron testigos de sucesos del calibre que he relatado, qué no sucedería en aquellos en los que podías satisfacer tus apetitos por dos chavos.

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