Los Entresijos De La «Revue Nègre» y Josephine Baker

Josephine Baker
Caroline Dudley Reagan
Maud de Forrest
Los artistas de la «»Revue Nègre» a punto de partir de Nueva York el 21 de septiembre de 1925
Paul Colin
Josephine Baker por Paul Colin
Josephine Baker & Joe Alex
Josephine Baker
Josephine Baker
Josephine Baker
Josephien Baker por Paul Colin
Coristas de «Chocolate Dandies»
Josephine Baker
Los Entresijos De La «Revue Nègre» y Josephine Baker

A principios del año 1925, el “Théâtre des Champs-Elysées” parisino estaba perdiendo dinero. Cada vez que levantaba el telón se encontraba con que la práctica totalidad del aforo estaba vacío. André Daven, su administrador, tenía claro que para capear el temporal era imprescindible montar otra clase de espectáculo que atrajera a otro tipo de público. Era consciente de que, en París desde hacía unos años, existía un boom por la música negra norteamericana y decidió seguir esa moda y montar una revista con un casting totalmente afroamericano.

Caroline Dudley Reagan fue una productora y manager de artistas afroamericanos sobre todo durante el “Harlem Renaissance” (años 20 y 30). Ella se encargó de promocionarles plataformas donde podían demostrar sus talentos y ayudarles a tartar de salvar los escollos raciales que se pudieran presentar. Este trabajo lo dejó a un lado mientras su esposo fue nombrado agregado comercial y destinado a la Embajada Norteamericana en París, cargo que ocupaba en 1925.

André Daven, sabedor de los conocimientos y contactos que Caroline Duddle seguía manteniendo con los artistas negros de su país le hizo la siguiente propuesta: Contactar y contratar a los que fuesen necesarios para montar una revista negra en su teatro. Caroline aceptó.

Una vez que Caroline llegó a Nueva York su primer cometido fue reunirse con el compositor Spencer Williams para ponerle en antecedentes del proyecto y pedirle que escribiera la música que sonaría en la revista parisina. Seguidamente le requirió al pianista de jazz, Claude Hopkins, que formara una banda. Eligió a los siguientes músicos: Percy Johnson, batería; Daniel Day, trombón; Joe Heyman, saxo; Sidney Bechet, clarinete; Bass Hill, tuba.
Como “vedette” eligió a la cantante de blues, Maud de Forrest, así mismo a ocho bailarinas entre las que se encontraba Josephine Baker. Y, por último, a tres bailarines (que podían ser cantantes ocasionales).

La «Revue Nègre» se estrenó el 2 de octubre de ese mismo año (1925) por lo que la troupe partió de Nueva York un par de meses antes y después de seis días de navegación llegó a París.
Los ensayos comenzaron inmediatamente y se dio la circunstancia de que dentro del teatro hacía demasiado calor y eligieron su azotea como escenario improvisado para asombro de los vecinos de los edificios cercanos.
Con el trascurso de los días los directivos del teatro empezaron a dudar de la idoneidad de la “Revue Nègre”. La encontraban ruidosa, con mucho claqué y con muy poco atractivo erótico. Opinaban que los blues que cantaba Maude de Forrest eran deprimentes, parecían “espirituales” propios de una iglesia. Hasta el vestuario lo encontraban ridículo.

André Daven, junto a otros responsables del teatro, se pusieron en contacto con Jacques Charles, un buen amigo y productor de uno de los mejores y más famosos cabarets de Paris, “Le Moulin Rouge”. Le pidieron como un favor especial que tratara de mejorar la “Revue Nègre”.

Charles se dio cuenta inmediatamente que presentar como “vedette” a Maude Forrest era un auténtico despropósito. Además, encontró a la revista “poco negra”. Que las bailarinas interpretasen danzas de precisión podría ser apropiado para chicas alemanes o inglesas, pero no para las negras, que como todo el mundo sabía, eran intuitivas e incapaces de toda disciplina.
El reto que tenía Charles era cambiar el foco de atención que estaba centrado en la cantante de blues y trasladarlo a una bailarina. Faltaban pocas semanas para la première y el productor debía de decidirse pronto y terminó eligiendo a una bailarina del coro llamada Josephine Baker, que no era en absoluto una desconocida ya que había triunfado en Broadway en 1924 formando parte del musical “The Chocolate Dandies”.

Jacques Charles, conocedor como poco de las fantasías de los parisinos, inventó lo que él llamó la “Danse Sauvage”, otorgándole un sitio de preferencia al final del programa. Para este número verdaderamente auténtico, Josephine Baker y su acompañante negro vestirían lo que para él era un traje africano: piel desnuda y unas pocas plumas.

En un principio, Josephine (que contaba con 19 años) se negó a bailar la “Danse Sauvage” con el pecho desnudo. Amenazó con abandonar la revista y regresar a casa. Ella no era una bailarina de strip-tease y como americana no estaba acostumbrada a la aceptación francesa del desnudo.

La dirección del “Théâtre des Champs-Elysées” había elegido al pintor y cartelista, Paul Colin, como era su costumbre, para que se encargarse de los posters publicitarios de la nueva revista.
Un día, después del ensayo, Josephine había quedado con Colin en su estudio para posar para él. Sabedora de que el pintor le pediría posar desnuda se puso un sujetador y de ninguna manera aceptaría pasar de ese punto.
Lo cierto es que Josephine posó para Colin sin el sujetador y con las manos en la cintura. Ella estaba ciertamente sorprendida de que el artista no hiciera más que dibujarla. Según pasaban los minutos Josephine empezó a disfrutar de aquella situación: un hombre la miraba intensamente sin propasarse lo más mínimo.
La noche siguiente se sintió cómoda y no tuvo el menor reparo en posar totalmente desnuda.
El “efecto Colin” sobre la bailarina fue el de conseguir que, por primera vez, se sintiera hermosa: “Él no dejaba de mírame y sus ojos se encendían con lo que veía. Nunca había apercibido algo parecido en los ojos de un hombre, y jamás, en los de un hombre blanco. A estas alturas yo sabía que podía gustar a los hombres si me reía y hacia el payaso, pero que con mi cuerpo desnudo en reposo gustase a alguien era una sensación nueva”.

Si Josephine ya había comenzado a aceptar la idea de aparecer en escena semidesnuda ante un público de dos mil personas, que ella los vería como una mancha oscura, el “Efecto Colin” la terminó de convencer. Tal es así, que una vez que se habituó a la idea, lo que le llevó tiempo fue volver a vestirse.

En el número la “Danse Sauvage”, participaban de protagonistas Josephine Baker y el bailarín Joe Alex, junto al coro de bailarinas que habían denominado “Charleston Steppers”: Marguerite Ricks, Evelyn Anderson, Lydia Jones, Marie Woods, Beatrice Foote, Hazel Valentine, Mabel Hopkins, Jap Salmons y Sadie Thompson. A todos ellos los acompañaba la banda de músicos que he nombrado anteriormente.

El 2 de octubre de 1925, se estrenó en París la “Revue Nègre” y la periodista Janet Flanner relató de esta manera lo que allí sucedió:

 «Ella hizo su entrada enteramente desnuda a excepción de unas plumas rosas de flamenco entre sus miembros. Salió al escenario a hombros de un gigante negro. Este se paró en medio del escenario y con sus largos dedos, que la sujetaban del talle, la balanceó y ella dio una voltereta aterrizando sobre el escenario, donde permaneció inmóvil. Era como una estatua de ébano, una mujer inolvidable. Lo que pasó después carece de importancia. Los dos elementos específicos habían sido establecidos por un lado el inolvidable y magnífico cuerpo negro, un nuevo modelo que hizo que los franceses por primera vez en su vida se dieran cuenta de que lo negro es bello y por otro lado la pronta respuesta del público blanco masculino de la capital más hedonista de Europa, París”.

Pero no todas las críticas sobre la “Revue Nègre” siguieron la estela de la periodista Janet Flanner.
El crítico de danza, André Levinson” escribió un artículo en la revista “Comedia” en diciembre de 1925 que entre otras cosas decía:

“Desde el punto de vista de nuestra civilización, la ascendencia Negra es, ciertamente, un sinónimo de decadencia del espíritu europeo, la prueba de una enfermedad que afecta a la voluntad occidental. El triunfo de los Negros es para nosotros una derrota. ¿Por qué ellos son malos? No, porque son buenos. Europa es una aristocracia. Es por ello que hemos abdicado de nuestra inteligencia por el instinto. Hemos dejado que nuestra supremacía se vaya. Dejarnos recuperarla, y dejarnos empezar por nosotros mismos. Dejarnos que no haya diversión al silbar perezosamente a aquellos que son más fuertes de lo que nosotros somos”.

Y una de las más virulentas reacciones se la debemos a Maurice Hamel que dejó escrito en la revista “Le Rumeur” en enero de 1928 lo siguiente:

“Debido a su mediocridad, a su completa ausencia de algún tipo de talento y, sobre todo, a la indecencia de su físico, ha deshonrado al music-hall francés. Ese producto importado de América que ofrece a nuestros espectadores en nuestro país debería ser prohibido por una orden superior… Quizás los mismos parisinos muy pronto la condenarán a muerte. Tenga cuidado, Josephine, desaparezca para siempre. Tome el próximo barco que le lleve a América”.

Baker no se subió a ningún barco para que la trasportara a América. Todo lo contrario, realizó una gira de dos años por toda Europa con la “Revue Nègre”. Volvió a Francia transformada, había salido como una artista comercial y volvió como una gran artista. Cuando la revista terminó el periplo por el viejo continente sus integrantes volvieron a su país. Josephine Baker se quedó.

Paul Derval, el director de la sala de espectáculos más famosa de Paris, “Les Folies Bergère” la estaba esperando para ofrecerle el papel de “vedette” en la revista musical de nombre “La Folie du Jour”. El 24 de abril de 1926 se produjo la première y Josephine por su talento provocador incendió el escenario del music-hall apareciendo prácticamente desnuda. Su erotismo “flamboyante” encantó y desconcertó al público, fascinado por los múltiples juegos de la seductora.
Paul Derval, describió el momento más sorprendente del espectáculo que él había creado:

“Una inmensa bola, cubierta de flores, descendía lentamente agarrada a una cimbra y venía a posarse en medio de los músicos. La bola de flores se abría en dos, Josephine aparecía casi sin ropa sobre un espejo. Ella bailaba, y después la bola volvía cerrase y por medio de cables la subían lentamente hasta la cúpula del teatro”.

En uno de los espectáculos del “Folies Bergère” fue donde Josephine apareció por primera vez con su famosa falda creada a base de plátanos. Paul Colin la inmortalizó en uno de sus carteles.

Durante la época dorada de Josephine en París fue cuando mostró otra faceta de su sentir artístico, ya que se convirtió en cantante. La canción con la que triunfó y que permaneció junto a ella hasta el final de su carrera fue la titulada “J’ai deux amours” con música de Vincent Scotto y letra de Géo Koger y Henri Varna.  La estrenó en el “Casino de París” dentro de la revista “La Petite Tonkinoise” de 1930. La grabó ese mismo año acompañada por la “Melodic Jazz” del “Casino de París” dirigida por Edmond Mahieux”.

Josephine Baker, con 14 años, se presentó a un casting para la revista afroamericana “Shuffle Along”. Cuando la vieron sus responsables, Noble Sissle y Eubie Blake, le comentaron que bailaba bien, pero que era demasiado delgada, demasiado pequeña y sobre todo demasiado negra. Además. una la ley del estado de Nueva York prohibía emplear coristas menores de 16 años, así que la mandaron para casa.
Josephine Baker se dio perfecta cuenta de que el color oscuro de su piel le había jugado una mala pasada, pero lo que realmente la enfureció fue que esa razón había sido esgrimida por los de su propia raza.
Había trascurrido un año desde su primera tentativa y se había aprendido la lección. Diría que tenía 17 años de edad, cuando realmente eran 15, y maquillaría su cara con unos polvos más claros que su piel. Con todos estos preparativos consiguió hacer una demostración de sus dotes artísticas a Al Mayer, el gerente blanco que estaba formando una compañía itinerante para representar “Shuffle along” en teatros fuera de Broadway.  Josephine, a pesar de todos sus trucos fue de nuevo rechazada, aunque le ofrecieron un puesto de ayudante en la compañía. Ella en un principio lo rechazó, pero su amiga Wilsie la convenció con el recurso más antiguo del mundo: “acepta el trabajo y ya verás cómo alguna de las bailarinas se pondrá de repente enferma y tú podrás sustituirla”.
El argumento logró su propósito y Josephine aceptó el empleo, se aprendió todas las canciones, así como sus correspondientes pasos de baile y se limitó a esperar su ansiada oportunidad.
Al cabo de unos meses ocurrió, una corista cayó enferma y Josephine ocupó su lugar y a partir de ahí comenzaron a abrirse tibiamente las puertas de la fama. Empezó a labrarse una reputación propia y, poco a poco, se convirtió en una atracción añadida de cara a la taquilla. Su fama llegó a oídos de Blake y Sissle que un día se acercaron a verla actuar y quedaron agradablemente sorprendidos. Se reunieron después de la función en el camerino de la bailarina.  Ella lo primero que les dijo fue que ya tenía 16 años y que por favor no la despidieran. Las intenciones de los responsables de “Shuffle Along” iban por otros derroteros.
Blake y Sissle le anunciaron, que lejos de despedirla, su deseo era que actuara en la compañía principal cuando la itinerante suspendiera sus actuaciones durante el verano.
Esta vez la suerte se alió con la bailarina, ya que ese verano “Shuffle Along” terminó sus actuaciones en Broadway y fue la compañía principal la que comenzó a viajar y Josephine Baker con ella.
Blake y Sissle hicieron de Josephine Baker su protegida e intentaron domar a ese maravilloso potro salvaje, enseñándole los trucos propios del oficio, los conocimientos que debería poseer cualquier intérprete digno, pero al salir al escenario Josephine se trasformaba, se olvidaba de los sabios consejos y se convertía en ella misma, con todo su primitivo salvajismo lleno de complicados pasos de baile no exentos de una envidiable comicidad.
Josephine Baker permaneció durante dos años mostrando al pueblo norteamericano su arte junto al resto de los integrantes de “Shuffle along”. Cuando las últimas notas del musical se perdieron en el tiempo, Baker pasó inmediatamente a formar parte del elenco de artistas de la nueva producción de Sissle y Blake “The Chocolate Dandies” que no tuvo, curiosamente el mismo éxito del musical anterior, aunque en principio se trataba de un proyecto más ambicioso. Tanto Sissle como Blake se equivocaron al tratar de eliminar en “Los Dandis de Chocolate” cualquier vestigio de los viejos estereotipos de los negros y para eso aún no estaba preparado el público blanco.
Terminada la revista, Josephine fue contratada como corista en uno de los clubes más elegantes de Harlem, el “Plantation Club”. Allí se fijó en ella, Carolina Dudley, la persona encargada de formar al grupo de artistas para representar una revista negra en París. Y este fue el momento en el que se empezó a fraguarse la historia, con alguna que otra leyenda, de una artista que fue conocida como “La Venus de Ébano” o “La Perla Negra”: Josephine Baker.

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