Sophie Tucker: The Last of the Red Hot Mamas
Perry Bradford (1895-1970) era un pianista, cantante, compositor y productor afroamericano. Su principal cometido consistía en convencer a las discográficas de que grabasen canciones compuestas por él. Las intentonas que realizaba con las compañías Victor y Columbia no le resultaban efectivas. Sin embargo, un pequeño sello denominado Okeh accedió a grabar dos temas escritos por él, pero con la condición de que las cantara una determinada vocalista.
Cuando faltaban un par de días para la sesión, la mencionada cantante comunicó a la discográfica su absoluta imposibilidad de acudir al estudio para realizar las grabaciones en la fecha acordada. Los motivos no están claros. Hay quien opina que se encontraba enferma mientras que otra posibilidad pudiera haber sido que tenía vetado por motivos contractuales trabajar para la discográfica Okeh.
Ante ese imponderable, y con las horas de estudio contratadas, Bradford propuso a los responsables del sello a la cantante afroamericana Mamie Smith, toda una veterana del mundo del entretenimiento en el que llevaba alrededor de veinticinco años. Okeh accedió.
La sesión de grabación fue el 20 de agosto 1920 y el disco de 78 rpm, conteniendo el tema Crazy Blues, llegó a las tiendas y en un par de semanas vendió en Harlem más de 78.000 copias alcanzando la cifra del millón al cabo de un año y dentro de la comunidad afroamericana. El sello Okeh se dio perfecta cuenta de que existía un importante colectivo de personas que hasta ese momento había sido totalmente invisible para el departamento de marketing: los afroamericanos. La compañía creó una subdivisión a la que llamó “Race Records” y en ella dio cabida a toda la música negra. El resto de los sellos discográficos le imitaron. (Tenéis a vuestra disposición mi artículo «Race Records: Crazy Blues (Mamie Smith)». https://loslatidosdeljazz.com/race-records-crazy-blues-mamie-smith/
Mamie Smith sustituyó en la sesión de grabación a la cantante Sophie Tucker que en unos pocos años fue conocida en todo el país como «The Last of Red Hot Mamas». Y esta pequeña historia me sirvió en su día para conocer a Sophie Tucker. Lo que más me llamó la atención fue su apodo: «La Última de las Red Hot Mamas».
Hoy en día, la expresión “Red Hot Mama”, cuando se aplica a las cantantes de vodevil o de music hall, significa que estas fueron famosas por su atrevimiento, por sus canciones subidas de tono y por su poderosa presencia en el escenario. El término en sí se puede referir a una mujer segura de sí misma, alegre y que adopta a menudo atractivas poses provocativas.
Centrándonos en Sophie Tucker, sus padres fueron Charles Kalish y Jennie Yacha que, junto al hijo mayor, Phillip, vivían cómodamente en Ucrania hasta que llegó al poder Alexander III. Este Emperador de todas las Rusias promulgó una serie de leyes en contra de los judíos prohibiéndoles vivir en los centros urbanos, limitándoles el acceso a la educación secundaria y a la universidad y, lo que es peor, los hombres fueron reclutados de manera desproporcionada para el servicio militar sin posibilidad de ascender en el escalafón. Charles y Jennie eran ambos judíos.
El primero desertó del ejército y se embarcó rumbo a los EE. UU. donde llegó en 1885, pero bajo el nombre de Charles Abuza. Es un pequeño misterio cómo logró cambiarse de apellido durante la travesía. La opinión más extendida es que consiguió una nueva documentación sustrayéndosela a una persona que murió en el barco.
Charles trabajó, no se sabe bien en qué, en América durante dos años y logró ahorrar el dinero suficiente para comprar los billetes para que su familia – que había aumentado en un miembro ya que había dejado embarazada a su esposa en el momento de partir hacia el Nuevo Continente – pudiera cruzar el Atlántico y reunirse con él en Boston.
La niña que había nacido mientras Charles estaba en América fue Sophie y lo hizo el 13 de enero de 1886 en la ciudad de Tulchyn, Ucrania.
Una vez que toda la familia Abuza estuvo asentada en los EE. UU. Se dirigieron a la ciudad de Hartford, Connecticut, donde abrieron un restaurante de comida kosher y regentaron una pensión.
El primer trabajo de Sophie fue el de camarera en el negocio familiar y mientras servía a los clientes los platos de comida cantaba tradicionales canciones en yiddish que le reportaban unas buenas propinas. Con 17 años conoció a un vecino suyo de nombre Louis Tucke cuya profesión era la de conductor de camiones de cerveza y comenzaron una relación. A los pocos meses decidieron casarse en secreto en un pueblo cercano. El matrimonio no duró demasiado, aunque tuvieron una hija. Sophie dejó a la pequeña al cuidado de su familia y partió a Nueva York, no sin antes comunicarle: “He decidido que puedo hacer grandes cosas y definitivamente no estaré jamás delante de un fogón cocinando”.
Sophie, una joven talentosa con una gran voz, llegó a Nueva York repleta de sueños con finales felices. Como ella, legiones de jóvenes acudían en masa a la Gran Manzana para probar suerte en el show-business, intentando ofrecer un nuevo tipo de entretenimiento al pueblo norteamericano.
El primer trabajo que consiguió Sophie en Nueva York fue cantar en los restaurantes de la vecindad melodías populares del Tin Pan Alley que se había aprendido, especialmente las escritas por Harry Von Tilzer. Con ello conseguía las suficientes propinas para poder subsistir en el pequeño apartamento que había alquilado. La comida la tenía asegurada cantando en el Eighth Street’s Café Monopol. Para entonces ya se hacía llamar, Sophie Tucker.
En 1907, el manager Chris Brown preparó una “amateur night” para jóvenes promesas en el 125th Street Theater. Era una oportunidad importante ya que los productores y los buscadores de talento se suponía que asistían a estos eventos. Cuando le tocó el turno a Sophie, a Chris Brown le gustó su voz, pero no su apariencia: “Eres tan gorda y fea que la multitud que está enfrente tuyo se molestará. Será mejor que consigas un poco de corcho y ennegrezcas la cara”.
Esto nos demuestra que las negras culonas servían para el vodevil, pero las blancas no.
A pesar del sonoro sopapo que sufrió Sophie, algo bueno salió de aquella noche. El productor Joe Woods se percató enseguida de las posibilidades de Sophie con la cara embardunada y la contrató para participar en el circuito que él dirigía y de nombre Joe Woods’s New England Circuit.
Sophie Tucker era presentada al público que asistía al vodevil como la «World Renowned Coon Shouter»
El término «Coon» apareció a finales del siglo XIX y fue una de tantas palabras que se inventaron los blancos para referirse a los negros.
Lo curioso de este nombre fue que lo popularizó en todo el país el compositor afroamericano, Ernest Hogan gracias a su composición All coons look alike to me (1896), ya que llegó a vender un millón de partituras. Las canciones «Coon» estuvieron de moda entre 1896 y 1907. En todas ellas, el sincopado ragtime estaba presente y en la mayoría el término «Coon» aparecía en su título. Sus letras trataban sobre los negros casi siempre de forma peyorativa.
Sophie Tucker no fue la única «coon shouter» (lit. negra gritona) blanca. Entre ellas se encontraban May Irwin (1882 – 1938), su hermana mayor, Flora Irwin (1859 – 1930), May Shirk (1881 – 1962), Frances M. Raymond (1869 – 1961), Minnie J. Rinehart (1894 – 1963) y Emma Carus (1879 – 1927), de todas aparece una foto en las portadas de las partituras que os presento.
Sophie Tucker odió desde el primer minuto ennegrecer su cara para actuar en el vodevil, pero ese disfraz era la única arma que ella disponía, en aquellos días, si su deseo era pisar los escenarios donde reinaba el espectáculo. Una de las razones de esa hostilidad podía deberse a la amistad que mantenía con artistas afroamericanos, especialmente vocalistas, que le enseñaron a cantar como una si fuera una negra, ya que voz no le faltaba. Aparte la cantante siempre se mantuvo muy crítica con la segregación racial, sobre todo en el show-business.
Sophie Tucker se mantuvo durante dos años con la cara embadurnada, pero consiguió que su performance fuese diferente de cualquier artista en similares circunstancias. Ella salía al escenario ataviada con un traje largo con mangas, con guantes blancos y una peluca negra. La piel de su negra cara era la única que se veía. Cuando terminaba la actuación, se quitaba los guantes, se subía las mangas del vestido y despojándose de la peluca aparecían sus rubios rizos. El público se quedaba atónito ya que todos y cada uno de los presentes pensaba que la persona que estaba sobre el escenario era una negra (hay que tener en cuenta que los artistas negros también se pintaban la cara de negro). La reacción de los presentes era la de aplaudirla doblemente. Por cantar bien y por haber logrado engañarles, sin trampa ni cartón, a cada uno de ellos.
Un golpe de suerte le sobrevino a Sophie Tucker cuando el baúl conteniendo su disfraz se perdió mientras iban de gira y no llegó a tiempo para el debut en la ciudad de Boston. Ella aprovechó la ocasión para presentarse al público tal como era y declaró: “Como todos ustedes pueden ver yo soy una mujer blanca. Y les diré algo más. No soy sureña. Soy una joven judía. He aprendido el acento sureño únicamente para actuar con la “black face” durante dos años. Y ahora, señor director, por favor toque mi canción”.
Y a partir de ese momento, Sophie Tucker jamás se disfrazó de negra.
A partir de mediados de 1908, Sophie Tucker se puso en contacto por carta con Lorenz Ziegfeld, con una periodicidad de una cada dos semanas y durante cuatro meses, con el fin de solicitarle una audición. Ziegfeld era en aquellos momentos el productor de Broadway más famoso gracias a sus exitosos musicales The Ziegfeld Follies. Al final, en mayo de 1909, el productor le envió un telegrama a Sophie pidiéndole que le indicara por el mismo medio qué día le venía bien encontrase con él durante la próxima semana en Nueva York.
Ziegfeld le contrató a Sophie para el musical, The Ziegfeld Follies of 1909, siendo la protagonista principal Nora Bayes. Su papel en el musical consistía en un número en grupo donde todos los intervinientes iban disfrazados de animales mientras cantaban y bailaban (en alusión a un reciente viaje del presidente Roosevelt a África). Además, Sophie cantaría en solitario tres canciones del Tin Pan Alley.
El musical se estrenó el 14 de junio de 1909 en el teatro, Jardín de Paris, y se mantuvo en cartel durante 64 representaciones. Al cabo de unas semanas, las tres canciones que Sophie cantaba fueron respondidas por el público con grandes aplausos. Y a partir de ahí, lo que ocurrió estuvo rodeado de un tufillo con cierta dosis de misterioso. A Sophie le suprimieron los temas que interpretaba en solitario. Y solo le dejaron su actuación grupal. (¿Celos de Noya Bayes?). Todos esos cambios crearon un mal ambiente entre los artistas y Ziegfeld lo solucionó despidiendo a Sophie Tucker del musical. Según los estudiosos fue algo de lo que el productor se arrepintió durante toda su vida.
Aunque Tucker lamentó que su experiencia en Follies no fuera la que había soñado y deseado, admitió haber aprendido más de lo que jamás podría imaginar de Nora Bayes. Aunque Inicialmente estuviera enojada y molesta con ella porque había sido la causante de su expulsión, Tucker se lo pensó mejor y entendió que los hechos ocurridos le aportaban una lección importante sobre cómo tener éxito en el mundo del espectáculo: desarrollar una “piel dura” y abstenerse de guardar rencor. También notó que Bayes y otros artistas principales trataban a los secundarios de manera despectiva, y Tucker se prometió a sí misma que eso iba a cambiar.
Después del revés de los Follies, Sophie pasó un tiempo en casa de su hermano Moe preparando una nueva performance. La contrató un hotel de la ciudad de Arvene, Long Island, y aunque pudiera parecer un concierto de poca monta después haber actuado en Broadway, por esas cosas que nos tiene reservadas el destino, su presencia en ese hotel le resultó determinante para su carrera. Durante una de sus actuaciones, Ed Bloom, que trabajaba para el agente buscador de talentos y empresario de vodevil William Morris, estaba sentado entre el público. A Bloom le fue suficiente ver la performance de Tucker esa noche para contratarla para que actuara la próxima semana en el emblemático American Music Hall ubicado en el corazón de Broadway y cuyo manager era William Morris.
Sophie Tucker entró en el vodevil de Morris ocupando el octavo lugar en importancia en el show y su nombre aparecía como «American’s Greatest Coon Shouter», pero sin pintarse la cara de negro. Poco a poco empezó a escalar a los primeros puestos del espectáculo, pero Sophie se daba cuenta de que necesitaba algo más que interpretar canciones del Tin Pan Alley para convertirse en la gran estrella del vodevil. Ella era grande y desgarbada, completamente carente de lo que por entonces se entendía por “encanto”. Se acordó de lo que el compositor Fred Fisher le había comentado en sus primeros días en el German Village: “Canta temas más atrevidos”.
Sophie decidió que tenía que cantar sobre el sexo, que debía estudiar el arte del “doble sentido”. Y comenzó a cantar canciones con los siguientes títulos: «Real Women Have Curves» (Las verdaderas mujeres poseen curvas), «May Be Getting Older Every Day But Younger Every Night» (Pueda que sea un poco mayor cada día, pero a la noche rejuvenezco), «Nobody Loves a Fat Girl but ¡Oh! How a Fat Girl Can Love» (Nadie quiere a una chica gorda, pero ¡Oh! cómo una chica gorda hace el amor), «I Am Having More Fun Since I Am Sixty» (Estoy mucho más contenta desde que tengo dieciséis), «I Don’t Want to Get Thin» (No me gusta estar delgada), «No Man Is Ever Going To Worry Me» (Jamás me preocuparé por algún hombre).
“Nunca he cantado una sola canción en toda mi vida con el propósito de provocar a alguien. Todos mis «hot numbers», si se da cuenta, están escritos sobre algo que es real en las vidas de millones de personas”.
“Insisto en que canto sobre el sexo expresando unas verdades que la gente tiene miedo de pronunciarlas en voz alta” .
Sophie solo tuvo un encontronazo con la censura en una actuación en la ciudad de Portland al presentarse una mujer de nombre, Lola Baldwin – superintendente del departamento de protección para las mujeres jóvenes – y la acusó de exhibir una performance inmoral, pidiendo a la vez que el manager del teatro suspendiera el vodevil. La policía no encontró ningún indicio de inmoralidad, pero la superintendente exigió que Tucker fuera detenida. Como así sucedió. Fue puesta en libertad bajo fianza inmediatamente y al día siguiente el show se presentó nuevamente sin cambio alguno y no se sabe si a la cantante la arrestaron nuevamente.
Es curioso como en las dos primeras décadas del siglo XX, las cantantes negras, sobre todo del blues urbano, interpretasen canciones con un fuerte contenido sexual explícito o sobre el consumo de drogas para su público sin que ningún censor hiciera acto de presencia. Los afroamericanos eran, también, invisibles para la censura. El blues tiene una especie de subgrupo denominado «Dirty Blues».
Para finales de la primera década del siglo XX, Sophie Tucker se había convertido ya en la máxima estrella del vodevil. A cualquier compositor de entonces, blanco o negro, le tocaba la lotería si Sophie cantaba una de sus canciones. Las partituras se venderían a miles.
En diciembre de 1918, Tucker y Morris se replantearon sus objetivos centrándolos en los night clubs que cada vez más se estaban poniendo de moda. Para ello formaron un grupo denominado The Five Kings of Syncopation que acompañaron a Sophie durante cuatro años visitando los mejores clubs por todo el país. En las biografías que he leído el éxito los acompañó en sus actuaciones, pero si su idea era entrar en el mundo del jazz, ni los músicos lo eran ni Sophie tampoco, a poco que uno escuche canciones como Everybody shimmies now. Digamos que interpretaban ragtime y pasemos página.
En marzo de 1922, Sophie Tucker se encontraba a bordo del barco Homeric con destino Londres donde tenía contratados varios conciertos. En la misma embarcación viajaba Ted Shapiro, compositor del Tin Pan Alley y en ocasiones acompañante de varias vocalistas. Aunque en un principio, la cantante dudó del talento del músico, el caso es que este se convirtió en el pianista de Tucker durante el resto de su carrera artística.
En el año de 1924, el productor de Broadway y compositor Earl Carroll llamó a Sophie para que fuera la principal protagonista del musical Earl Carroll’s Vanities of 1924. Se estrenó el 10 de septiembre y llegó a las 133 representaciones. Ella se puso a la altura de Nora Bayes como en su día prometió.
En febrero de ese mismo año, Sophie Tucker, acompañada al piano por Ted Shapiro, grabó la canción «Red Hot Mama» escrita por Gilbert Wells, Bud Cooper y Fred Rose. La letra relata a una “Mama” con un atractivo sexual irresistible y un temperamento ardiente, a veces incontrolable: “Podría hacer que un granjero de Texas se olvidara de su heno y el diablo se llevase su rastrillo. Una Red Hot Mama es todo lo que necesitas”.
Nada más salir el disco al mercado se convirtió en uno de los mayores éxitos de Sophie Tucker.
A estas alturas, a Sophie Tucker solo le faltaba conquistar Hollywood y ese sueño se convirtió en realidad en 1929, ya que fue la protagonista de la película musical titulada Honky Tonk. En su banda sonora interpretó la canción compuesta por Milton Ager con letra de Jack Yellen y titulada «I’m the Last of the Red Hot Mamas». A partir de este film, Sophie Tucker fue conocida como «The Last of the Red Hot Mamas» para el resto de sus días. Falleció casi en un escenario ya que estuvo trabajando hasta que su corazón se paró el 9 de febrero de 1966 a los 80 años.
Sophie Tucker: «The Last of the Red Hot Mamas»