Una Perspectiva Femenina Del Jazz (IV): La Trompetista Clora Bryant

Clora Bryant con la «Dixieland Band» en el club «High Seas» de Hermosa Beach (cerca de Los Ángeles)
Clora Bryant
Dizzy Gillespie
Charlie Parker
The International Sweethearts of Rhythm
Clora Bryant
Louis Armstrong
Eugene Wright
Clora Bryant
Clora Bryant
Una Perspectiva Femenina Del Jazz: La Trompetista Clora Bryant

Clora Bryant nació el 30 de mayo de 1927 en la ciudad de Denilson, Texas. Sus primeros recuerdos con la música, que se convertiría en su pasión y en su profesión, se remontan a su niñez y a los programas radiofónicos que escuchaba en su casa. Así mismo, cuando una banda famosa actuaba en su ciudad, Tommy Dorsey, Harry James, Count Basie, Louis Armstrong… su padre le llevaba a las salas de baile (para blancos) donde actuaban, se colocaba junto a una ventana, la subía sobre sus hombros y desde allí podía ver y escuchar a las orquestas.
Su primer contacto con una trompeta fue totalmente fortuito: “Mi hermano fue llamado a filas y dejó su trompeta en casa. Yo la tomé y empecé a tocarla ya que mi ilusión era pertenecer a una “marching band”. Yo misma aprendí a tocar escalas y todo lo que podía, lo que me vino muy bien, ya que elegí ese instrumento en la escuela”.

Clora, con dieciséis años, consiguió una beca para estudiar en la Praire Wiew A&M University, en las afueras de Houston, ya que ofrecía un excelente programa de enseñanza de jazz y además contaba con su propia banda de swing: “Nada más entrar en la universidad formé parte de la banda, que en esos momentos contaba con dieciséis miembros. Me convertí en la primera trompeta y tocaba todos los “solos”.
Clora permaneció durante dos años como miembro de la big band. Durante ese tiempo, y con la II Guerra Mundial como telón de fondo, actuó asiduamente en bases militares, pero además consiguió contratos en el Howard Theater de Washington, The Royal en Baltimore y en el Apollo Theater de Harlem.

Nada más abandonar la “The Praire Wiew College Co-Eds All Girl Orchestra, el padre de Clora consiguió un trabajo en California y toda la familia se trasladó a Los Ángeles. Este nuevo destino iba a resultar determinante para la carrera de la trompetista.
En la mitad de los años 40, la comunidad negra ascendería a más de 7.000 almas en la citada ciudad. Su centro neurálgico estaba situado en la Central Avenue que se había convertido en el centro social de la comunidad y en ella estaba ubicado el Dumbar Hotel, el emplazamiento hostelero donde los afroamericanos cerraban sus negocios. Así mismo, el establecimiento se trasformaba en el corazón de la noche de los sábados donde los mejores músicos de jazz ofrecían sus actuaciones.
El rotativo “Los Ángeles Herald-Examiner describió esos años de esta manera: “Érase una vez el más glorioso lugar en “The Avenue”. En el Dumbar Hotel tú podías bailar a los sones de Cab Callobay, reírte hasta que te doliera el estómago con el comediante Redd Foxx y quizás, y digo quizás, ocupar una habitación a lado de la de Billie Holiday o Duke Ellington”.

En el “Dumbar” se organizaban “jam sessions”, como en otros locales de la Central Avenue, y una noche, Clora Bryant” se sintió capaz de “pelearse” con los mejores y de compartir su mismo escenario: «Cuando empecé en Central Avenue, no había ninguna chica que tocase en “jam sessions». ¡Tuve un valor como no te puedes ni imaginar! Cogí mi trompeta. Me acerqué y empecé a tocar. Y fui la única mujer que lo hizo”.

Clora siempre dejó muy claro que el tiempo que pasó en Los Ángeles, participando en las “jam sessions” que se organizaban en clubs como el “Dumbar”, “The Downbeat”, “The Bird in the Basket”, o el “Club Alabam, fue donde verdaderamente creció como trompetista. En ellas conoció a muchos músicos importantes, pero su “héroe” de siempre fue Dizzy Gillespie, que desde que la escuchó por primera vez se convirtió en una especie de mentor para ella. «Me acuerdo perfectamente de la primera vez que escuché a la orquesta de Dizzy, Yo estaba tocando en un club de Caldwell, Idaho, Cuando me fui a acostar me llevé mi pequeña radio de onda corta y pude sintonizar una radio de San Francisco. El disc jockey pinchó el tema «Things to come». Me quedé con la boca abierta y me costó encontrar el primer «beat» del compás. Esto se lo relaté a Dizzy cuando le conocí y toqué en su orquesta».

Un momento muy emotivo para Clora tuvo lugar a principio de los años cincuenta. Ella estaba junto a su grupo actuando en un pequeño club de jazz llamado “High Seas” situado en Hermosa Beach (cerca de Los Ángeles) y era un domingo por la tarde: “Había un gentío por todas partes. Cada vez que hacíamos un descanso, tratábamos de desplazarnos al local de al lado, “The Lighthouse, ya que allí estaba actuando Charlie Parker. Los tres intentos que realizamos fueron infructuosos por el mundo que llenaba el club, pero Charlie se percató. Volvimos al “High Seas” y estábamos tocando cuando apareció Charlie con un precioso saxo tenor que sería de alguien (su instrumento era el alto). Se subió al escenario y me preguntó ¿qué quieres tocar, Clora? Yo le respondí “Now is the time”. Marqué el compás y todo el grupo se puso a swinguear. Cuando terminamos, el pianista tocó unos acordes de un éxito de Basie titulado “Tickle Toes”. Charlie comentó: ¿Qué tal “Tickle Toes”? y empezamos a tocar. Él dobló la velocidad y yo traté de seguirle. Cuando terminamos me cogió del brazo y me llevó al fondo del local y me dijo: “Clora, tú sabes que me gustas y también me gusta cómo tocas. Pero no trates de tocar al doble de tiempo cuando no puedes hacerlo. Me dio un gran abrazo y se fue. Nunca más volví a hacerlo. Me dio una gran lección ese día. Conoce bien lo que puedes hacer y eso hazlo muy bien”.  

En 1946, la contrató la mejor banda “all girls” norteamericana: “The International Sweethearts of Rhythm” (ver mi artículo “Una perspectiva femenina del jazz (I): Los instrumentos de viento”.
Clora Bryant, durante los próximos diez años, estuvo formando parte de un buen número de orquestas siendo las más importantes la de Dizzy Gillespie, Billie Holiday, Benny Carter y la de Josephine Baker cuando esta fue contratada por el “Club Alabam”, en el año 1951. Actuó en la televisión con el sexteto femenino “The Sepia Tones” y participó en diversas giras con todo tipo de formaciones “all women”.

En el año 1957, un nuevo sello denominado “Mode Records” se fijó en Clora Bryant y le propuso grabar un L.P. Sin embargo, le puso una condición: también debería de cantar. Parece ser que por aquel entonces presentar a una mujer trompetista no tenía demasiado tirón y, en cambio, sí lo tenía y mucho, las cantantes negras. Clora aceptó.
En junio de ese año, los siguientes músicos grabaron las ocho canciones que contiene el L.P. titulado “Clora Bryant – Gal with a Horn”: Clora Bryant, trompeta y voz; Roger Fleming, piano; Ben Tucker, contrabajo; Bruz Freeman, batería; Normie Faye, trompeta; Walter Benton, saxo tenor.
De las ocho canciones he elegido la titulada “Sweet Georgia Brown”, un standard de jazz compuesto en 1925 por Ben Bernie y Maceo Pinkard con letra de Kenneth Casey.

En 1960 y estando actuando en el hotel y casino “The Riviera” de Las Vegas, coincidió con Louis Armstrong: Él estaba actuando en el gran salón y yo en una sala de baile más pequeña situada justo en la parte de atrás. Algunas veces, Louis y su mujer Lucille se sentaban al fondo del local donde estaba actuando y escuchaban. Una noche estaba sobre el escenario tocando cuando Louis apareció con toda su banda, incluso Danny Barcelona se traía sus baquetas. Se subieron todos al escenario y Louis cantó y tocó conmigo. Fue grandioso”.

 Clora y su hermano Ben, también vocalista, formaron un grupo donde el protagonismo se lo llevaban por igual el baile y las canciones. Esta formación estuvo operativa hasta mediados de los setenta.

Y ya llegamos a los años ochenta y a un acontecimiento que nos permite percatarnos de la personalidad, temperamento y carácter de una mujer que no se achantó ante ningún reto.
En el año 1987, su amigo Eugene Wright – contrabajista de Dave Brubeck – acababa de llegar de una gira por la U.S.S.R. y le comentó a Clora que debería darse una vuelta por ese país con su trompeta. Esa recomendación no quedó en saco roto.
Clora escribió una carta con las siguientes señas: “Kremlin, Moscow, U.S.S.R.” y la misiva decía:

«Estimado Gorbachew, Líder del Partido: Cuando yo era joven mi padre me decía que si no te arriesgas no ganas y yo soy de las que se arriesga, y espero obtener una línea de comunicación con usted cuyo resultado final consista en ser invitada para actuar en su país y convertirme en la primera trompetista de jazz que lo logra. Y quizás comenzar una amistad que vaya creciendo, ya que parece que ahora es el momento de tratar de abrir nuestras manos y nuestros corazones los unos a los otros”.

El 11 de noviembre de 1987, Clora recibió una respuesta: una carta de la “Soviet Cultura Agency’s Gosconcert U.S.S.R. Oficce” ofreciéndole dar cinco conciertos en Moscú y Leningrado comenzando el 10 de marzo. El caché sería de 1.000 rublos (unos $1.600) por concierto. Con ese dinero pudo costearse una banda, un intérprete y los viajes entre Moscú y Leningrado.
La carta estaba en ruso, pero ella había estudiado el idioma y con un poco de ayuda entendió todo el contenido de la misma. El único problema que surgió fue que no le quedó más remedio que pagar de su bolsillo el viaje de ida y vuelta. (Le escribió al Secretario de Estado, George Shultz, para ver si podía solventar ese asunto dinerario, pero parece que no existió respuesta).
Junto a Clora viajaron sus hijos, Kevin (de 23) baterista y Darin (de 21 cantante y compositor): “Yo quería que ellos vieran cómo vivía allí la gente joven y que compartieran experiencias”.

En el año 1996, Clora sufrió un grave ataque cardíaco del que se recuperó gracias a una delicada operación en la que le implantaron cuatro bypass. Los médicos le recomendaron que se olvidara de su trompeta. Les obedeció. Pero no abandonó la música, sino que se dedicó a hablar sobre ella en conferencias en colegios y en universidades.
En el año 1999, editó un libro con el título de “Central Avenue Sounds: Jazz in Los Ángeles” que lo llenó de interesantes historias orales acaecidas desde los años veinte hasta principios de los cincuenta. Además de sus propias vivencias:

“La muchedumbre que llena el club “The Downbeat” está contenta e integrada, desde estrellas de Hollywood hasta Eric Dolphy, un joven músico negro que recientemente se ha graduado en la “high school” local. Sobre el escenario del club de jazz se encuentra una nueva banda compuesta por los más notables músicos de los alrededores: Charles Mingus, Buddy Collette y Britt Woodman. Están inspirándose en lo que han escuchado añadiéndole sus propias innovaciones, están creando una clase de jazz que es nueva para una buena parte de los oídos de la audiencia. No nos encontramos en Harlem o en Nueva Orleans. Estamos en Los Ángeles. En la “Central Avenue”.

Clora Bryant, como he comentado, solamente grabó un disco en su vida y antes de decirle adiós.
Os propongo escuchar otra canción de ese único trabajo. He elegido el standard titulado “Makin’ whoopee” compuesto en 1928 por Walter Donaldson con letra de Gus Khan para el musical ¡Whoopee! El actor, cantante y comediante, Eddie Cantor, fue el que presentó la canción a la audiencia desde los escenarios de Broadway.

“Cuando mi papá me colocaba sobre sus hombros mientras permanecíamos fuera del salón de baile, él también escuchaba y me hablaba sobre ello y mis oídos eran como antenas. Él bailaba y yo lo hacía sobre sus hombros, todo ello lo recuerdo muy bien. Y esos fueron mis comienzos, sintiendo y escuchando la música. Yo estaba muy implicada y muy excitada. Y así es cómo ocurrió. La música es mi vida”.

Clora Bryant nos dejó sin su música, sin sus enseñanzas y sin sus anécdotas, el 25 de agosto de 2019 de un ataque al corazón mientras permanecía en el Cedar Sinai Hospital de Los Ángeles, California.

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