Un Retrato Del «Rent Party» Harlemita

«Rent Party» – Litografía de Mabel Dwight – 1929
The Migration Series #1 – Jacob Lawrence – 1940
Harlem en 1920
Harlemitas disfrutando en un «Rent Party»
«Harlem at Night» – Winold Reiss
Ray Celestin
Louis Armstrong & Lil Hardin
Interpretation of Harlem Jazz – Winold Reiss – 1925
Un Retrato Del «Rent Party» Harlemita

La historia del “Rent Party” de Harlem comenzó al finalizar la I Guerra Mundial. Para entender su importancia y el amplio significado de esta institución en la comunidad negra, es necesario poseer un retrato de las condiciones de vida que rodeaban Harlem en aquellos años.
Durante los primeros años veinte, se calcula que más de 200.000 afroamericanos migraron a Harlem: de las Indias Occidentales, del Profundo Sur donde habían abandonado sus trabajos en los campos de algodón y en los de la caña de azúcar. Todos ellos se asentaron en una pequeña sección de Manhattan que ocupaba cerca de cincuenta bloques de casas a lo largo y ocho de fondo. Expertos en el sector inmobiliario han comentado que, en algunos casos, pudieron vivir cerca de 5.000 almas en un solo bloque de casas.
El alquiler de estos pisos o apartamentos de Harlem era entre un 25% y un 50% más caro que en cualquier otra parte de la ciudad. A pesar de ese sobrecoste y de presentar un aspecto deslucido tuvieron una gran demanda. Los propietarios de los mismos – la mayor parte estaba en manos de judíos – comenzaron a vivir encantados por los fantásticos beneficios que obtenían de sus anticuadas viviendas.

Los arrendadores sí estaban felices, pero los propietarios blancos que tenían sus viviendas en Harlem empezaron a sentir auténtico pánico. En un principio, comenzaron a manifestarse ruidosamente en contra de esa indeseada invasión oscura, pero la marea de color continuaba en aumento. Muy pronto empezaron a abandonar su lucha y a huir a partes más alejadas: Brooklyn, Bronx, Queens y Westchester. Tan pronto como una o dos familias negras empezaban a vivir en un bloque, los blancos comenzaban a marcharse. Entonces las rentas empezaron a subir. A pesar de ello, los negros continuaban llegando hasta que lograron que una sólida masa de color se aposentara en todas direcciones.

Los harlemitas pronto se percataron de que pagar por una vivienda casi el doble de lo que marcaba el mercado iba a convertirse en algo complicado. Empezaron a pensar en alguna fórmula que les ayudase a rebajar sus continuos déficits. No se sabe a quién se le ocurrió la idea de organizar una fiesta en su casa y cobrar a sus amigos por participar en ella. Y montarla unos días antes de que el casero apareciese a cobrar su renta. Aquellos que se apuntaban pasaban un buen rato en un ambiente distendido muy similar a la de cualquier fiesta. Por otro lado, el coste de cada individuo era mínimo, con toda seguridad mucho menos de lo que se hubiesen gastado en un establecimiento público. También era una manera barata de socorrer a un amigo en apuros.
Otros arrendatarios pensaron que esa era una manera sencilla de operar, si estabas en dificultades, y empezaron a copiarla. Y esa fue la manera de cómo nació en Harlem el “Rent Party”.

Los estudiosos calculan que, una media de cien personas acudía a un “Rent Party”. Por el derecho de admisión pagaban 25 centavos, lo que representaba $25 (unos $300 de hoy en día). A esa cantidad había que sumar lo que se recaudaba por consumo de toda clase de sándwiches y de bebidas con o sin alcohol. A todo ello había que restar el pago al pianista, el alquiler del piano, el coste de los comestibles y de las consumiciones. El montante total que llegaba a manos del o de los responsables del festejo podía representar o incluso ser superior a la renta de un mes de alquiler.

Los “Rent Parties” prácticamente desde su puesta en marcha fueron evolucionando rápidamente y se “harlemizaron”. Se puso de moda imprimir, del tamaño de una tarjeta de visita, una especie de “invitación” donde lo primero que hicieron los organizadores de los eventos fue buscar nuevos y originales nombres para definirlo, desterrando el nombre de “Rent Party”. Así nacieron expresiones como “A Social Whist Party”. La palabra “Whist” es de origen irlandés y daba nombre a un viejo juego de cartas y la “carta” que entregaban los promotores de la fiesta servía como invitación. Encima de ese epígrafe se podían leer un par de frases que, por ejemplo, describían a quién te podías encontrar en la fiesta. En el caso de la “invitación” que está situada en la segunda fila y a la izquierda podemos leer: “Don’t move to the outskirts of town, drop around and meet a new Brown at…” (No te desplaces a los alrededores de la ciudad. Ven por aquí y encontrarás un nuevo “Marrón” …) En la “tarjeta” también aparecía el nombre de los organizadores de la fiesta. Las señas donde se iba a celebrar. Y quién era el pianista si este era conocido, como ocurre en la “invitación” que está situada en la primera fila a la derecha en la que aparece el nombre de Fats Waller.
Otros términos que suplantaron a “Rent Party” se pueden leer en los ejemplos que he adjuntado.

Normalmente en estas celebraciones acudían bastantes más hombres que mujeres por lo que se habilitaba una habitación para que ellos pudieran jugar al póker. También servía para aquellas mujeres que no querían bailar, pudiendo allí relacionarse entre ellas.
Era bastante habitual que en los “rent parties” estuviera siempre presente una persona a la que llamaban el “Home Defense Officer”, que se trataba de un detective privado. Su misión era doble. Por un lado, detener cualquier posible altercado y por otro lado estar muy atento a los ladrones a quienes llamaban “Clean-up men” (hombres que te podían dejar “limpio”) y que se “colaban” en la fiesta para arramplar con todo lo que pudieran.

A pesar de contar con el detective privado para evitar alborotos, una noche acabó en tragedia. El periódico afroamericano “A New York Age”, uno de los más prominentes de su época, con el encabezamiento de “Tragedia en un “Rent Party”, escribía:

“Hace unas pocas semanas, uno de esos “Rent Party” se convirtió en la escena de un trágico crimen. Una mujer celosa cortó con un cuchillo la garganta a otra. Las dos eran rivales por conseguir los afectos de una tercera mujer. Esa misma terrible situación se había visto sobre los escenarios de Broadway, en una obra importada de París. Sin embargo, esa tragedia propia de los bajos fondos se ha producido aquí. Mientras tanto, la combinación de una mala ginebra, de mujeres celosas, de un cuchillo de trinchar convierte al “Rent Party” en algo peligroso en cuanto a la salud concierne”.

Ray Celestin (1975) es un escritor británico de novelas de misterio que entremezcla la mafia y el jazz. El autor recrea en sus libros situaciones, en las que aparecen músicos de jazz, que probablemente sean producto de su imaginación, pero que bien pudieran haber existido. En su segunda novela titulada “El blues del hombre muerto” escrita en 2016, la acción se sitúa en Chicago en el año 1928. Celestin recrea un “rent party” en la ciudad de Al Capone (que los hubo) y podemos leer:

«Un “Rent Party” estaba en pleno apogeo en el piso más alto de los Apartamentos Mecca, un complejo de viviendas que ocupaba una manzana en la esquina de la calle 34 con la calle State. Los Mecca los habían construido para la Exposición Universal de la década de 1890, y algo de su anterior grandeza todavía se podía adivinar en sus suelos de mármol y sus adornos de forja metálica art nouveau. Pero los apartamentos se habían ido deteriorando y los inquilinos de clase media se habían trasladado y habían sido reemplazados por trabajadores manuales, prostitutas y chulos y un grupo de bohemios con aspiraciones artísticas, escritores y músicos.
Cuando esos mismos inquilinos debían el alquiler y no tenían dinero, organizaban una fiesta y cobraban una entrada para salir del apuro con ese dinero. Debido al tamaño de los apartamentos normalmente la música consistía solo en un gramófono o un piano vertical, en el que se escuchaba el estilo boogie-woogie, así que el sonido era bastante fuerte para bailar.
En cierto momento después de la medianoche, entraron a la fiesta Louis Armstrong y Earl Hines. En cuanto el gentío reconoció a este último lo condujo inmediatamente al piano vertical y, con gran disgusto del hombre que ya estaba sentado ante el instrumento, pusieron a Earl en él. La multitud se puso a bailar aún más frenéticamente cuando la emprendió con su primer número, una interpretación a ritmo rápido de “Muskrat Ramble”.
Un amigo de Louis le comentó que su exmujer, Lil Hardin, acaba de entrar en la fiesta. El corazón se le paró momentáneamente. Se enderezó y allí estaba ella, con un vestido ajustado con perlas y el pelo peinado con un perfecto corte a lo garçon. A Louis le entró pánico, se quedó desconcertado. Tenía previsto reunirse con Alpha, su novia, en la fiesta, y no podía encarar esa escena.
Lil se acercó a su exmarido. Le preguntó cómo estaba, le dijo que había quedado allí con alguien y dándose la media vuelta se marchó. Se internó entre la multitud y Louis la perdió de vista. Luego volvió a surgir en el otro lado de la habitación y todo quedó claro. Estaba junto a la puerta de la cocina, hablaba con un hombre tratando de convencerle de algo, tratando de convencerle de que se fueran. El hombre era guapo, alto, de piel clara y unos cuantos años más joven que Louis. Cogió a Lil por el brazo y los dos se dirigieron a la salida”.

El siguiente paso que dio el “Rent Party” fue celebrarlo todos los sábados, en vez de una vez al mes, y días antes de la llegada del casero. En este caso, el precio de admisión siguió siendo de 25 centavos, pero los “invitados” podían degustar una ración de pollo frito, de chuletillas o patitas de cerdo, o bien, de ensalada de patata. En la cocina o en un bar improvisado en el hall se encontraba el “cawn” casero: una especie de coctel de ginebra, tónica, limón y algunas veces vino blanco. Este brebaje se cobraba a un buen precio.
Aunque en menor medida, el martes fue un día en los que se organizaron fiestas ya que las empleadas domésticas libraban los miércoles.

Desde principios del siglo XX hasta los años treinta, las mafias que controlaban la prostitución utilizaron como cobertura unos habitáculos que se conocían con el nombre de “buffet flats”. Normalmente eran pisos amplios que se tabicaban dando lugar a pequeños apartamentos (flats) donde ofrecían sus productos rociados con abundante alcohol. En el año 1927 – en medio de La Prohibición – un periódico neoyorquino escribió un artículo que tituló “El “Buffet Flat” Salva Muchos De Los Problemas De La Bebida De La Alta Sociedad”. Estimaba que en la ciudad de Nueva York estaban operando unos 10.000 “Buffet Flats” en las zonas de Manhattan y Brooklyn.

Desde el momento en que los “Rent Parties” empezaron a organizarse todos los sábados, los mafiosos se percataron de que estos eran una estupenda tapadera para sus negocios sexuales. Lo único que necesitaron fue colocar una luz roja en una de las ventanas para poder identificarse. Esto trajo consigo que un buen número de los tradicionales “Rent Parties” situara bien a la vista una luz azul.

Hay que tener en cuenta que la gran expansión de los “Rent Parties” se produjo durante los años veinte y treinta del siglo pasado. “La Ley Seca” norteamericana estuvo en vigor desde enero de 1920 hasta diciembre de 1933 y durante ese período de tiempo todo Harlem consumió alcohol en sus fiestas. No está documentado que la policía o cualquier estamento del orden público realizase redadas u otras medidas para hacer cumplir la ley. De hecho, la abolición de esta ley trajo consigo que únicamente se podía vender alcohol en las licorerías con licencia, lo que supuso un duro golpe para el “Rent Party”, que comenzó con su lento declive.

Mención aparte se merecen los grandes pianistas de “stride” o de “woogie-boogie” que lograron que el personal se lo pasase en grande bailando en los “parties”. Y me estoy refiriendo a músicos como James P. Johnson, Willie «The Lion» Smith, Fats Waller, Meade Lux Lewis, Luckey Roberts

En el libro del estudioso del jazz, Ted Gioia” y en su edición en lengua castellana del 2012 podemos leer:

“Es cierto que el “Renacimiento de Harlem” (ver mi artículo “Harlem: La Metrópoli Negra”) creó una ideología que sirvió como contexto cultural para el jazz. Pero el Harlem de las fiestas de alquiler (house rent parties) y la economía sumergida fue el que creó la música. Antes incluso de la llegada de la Depresión, las house rent parties se habían consolidado como un modo aceptable de pagar los altos alquileres. Hasta con un mes de antelación comenzaban a circular las octavillas con el fin de anunciar a los artistas que iban a actuar. La entrada se cobraba la propia noche a un precio que podía oscilar entre veinticinco centavos y un dólar. Con el dinero recaudado se sufragaba no sólo el propio coste de la fiesta sino el alquiler del mes siguiente. “Metían a cien personas o más en un piso de siete habitaciones, hasta que la casa estaba repleta”, recuerda Willie «The Lion» Smith, uno de los mejores pianistas de Harlem. “Algunas de las fiestas se extendían a los pasillos y a todo el edificio.”
Estas actividades, pese a toda su efervescencia y su significado social, eran motivo de división para ambos Harlems. Las fiestas de alquiler constituían “la especial pasión de la comunidad”, escribe un historiador, y sin embargo “su misma existencia era eludida o apenas citada por la mayoría de los escritores de Harlem”.
Este Harlem oculto ha seguido siendo excluido hasta hoy por la mayoría de los libros dedicados al Renacimiento”.

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