Una Corta Crónica De Los «Medicine Shows».

Medicine Show
Charlatán Edad Media
Physick Wagon
Pink Anderson
Pink Anderson
La compañía del «Medicine Show» del «The Long Haired Doctor» en el Hotel Milling Sanitarium, Putnam, Texas hacia 1910
Compañía de «Medicine Show»
Un charlatán con su pequeño «Medicine Show», en Huntingdon, Tennessee, 1935.
Mamie Smith
Asa Candler
Una Corta Crónica De Los «Medicine Shows».

Ketch Secor, un vendedor de un “medicine show” de 1900 relató lo siguiente:
“En un “medicine show” tú llegabas a un pueblo; te situabas en su plaza, contabas que poseías un elixir y repartías unos prospectos. Tenías a unos tipos que habías pagado y que se situaban entre la audiencia. Ellos contaban lo bien que se sentían, que todos sus males habían desaparecido y cómo sus llagas y sus heridas infectadas se había curado gracias a este whisky de maíz y a este aceite de serpiente. Mostrabas el producto. Y la música estaba allí para que pudieras vender tu producto. La música era el medio para que la audiencia viniera y permaneciera allí de pie. Todo tenía que ver con el mensaje que trasmitías”.

 El “medicine show” contribuyó a extender el entretenimiento americano. Fue como un podcast que difundió a la música popular, incluido el blues, y se convirtió para un buen número de músicos y artistas en una importante oportunidad para un desarrollo temprano de su profesión.

La historia de esta venta ambulante circense comenzó en Europa allá por el siglo XIV cuando los charlatanes incluían performances para promocionar sus curativos productos y servicios. “Doctores”, subidos en cualquier plataforma de cualquier esquina, en la plaza del pueblo o allí donde hubiera concurrencia, trataban de convencer al personal de la imperiosa necesidad de adquirir sus milagrosas curas medicinales. Para atraer al mayor número de personas y lograr que su atención no decayera, los charlatanes contaban con juglares, músicos, magos y payasos.

Los charlatanes cruzaron el atlántico y rápidamente se extendieron por Norteamérica y fue tal su penetración en la sociedad que varios estados legislaron en contra de las fraudulentas prácticas y de las maneras corruptas de promocionar banalidades en un intento de poner orden en tales negocios. Sin embargo, a pesar de dichas leyes el público continuó deleitándose con un entretenimiento que ofrecía un exótico show promovido por una persona que, al final, prometía la curación de todas sus dolencias.

Hasta mediados del siglo XIX, el “medicine show” operaba solo con una persona que viajaba de pueblo en pueblo en un carromato – al que llamaban “Physick Wagon” – con una pequeña plataforma en la parte de atrás desde la cual podía dirigirse al público.
Estos “doctores” contrataban normalmente a músicos locales de blues o de folk, así como a actores o bailarines para que entretuvieran a los asistentes mientras ellos les trataban de engatusar, entre número y número, con todo tipo de elixires que curaban todo lo habido y por haber. También se podía dar el caso de que el charlatán estuviera cómodo con un músico y este se convirtiera en su compañero a lo largo de los caminos durante años. Este fue el caso del músico de blues, Pink Anderson.

Pink Anderson nació en Lawrence, South Carolina, el 12 de febrero de 1900. Desde los 14 años, trabajó como cantante itinerante para un pequeño “medicine show” a cargo del Dr. Kerr de la Indian Remedy Company. Recorrían el Sur de los EE.UU. cada verano parándose en pequeños pueblos, en las ferias de los condados y en concurridos almacenes que se encontraban en los cruces de caminos. El repertorio de Anderson incluía blues, canciones cómicas, baladas country y melodías conocidas de los “minstrel shows”. Pink permaneció junto al “doctor” hasta que este se retiró en 1945. Fueron 31 años dedicados a entretener a los ciudadanos mientras su jefe trataba de vender su milagroso producto.
Después de esta larga aventura, Anderson formó un trío con un harmonicista y un percusionista que tocaba la tabla de lavar, con escaso éxito.
En el año 1961, Samuel Charters del Smithsonian Institution le descubrió y le propuso sacar un disco con las viejas canciones que interpretaba en sus años con el “medicine show”. La grabación se realizó en directo frente a su casa. Fruto de ello fue le álbum titulado “Pink Anderson. Carolina Medicine Show Holrum & Blues” en el que participó también el guitarrista de blues, Baby Tate. Uno de los cortes del disco fue el tema titulado, “Bo Weevil”.

(Cuenta Nick Mason, baterista de “Pink Floyd” en su libro “Dentro de Pink Floyd” (2207) que Syd Barret tomó el nombre de Pink Anderson y lo juntó con el del también músico de blues Floyd Council y de esta manera acuñó el nombre de uno de los grupos más señeros de la música pop de todos los tiempos: “Pink Floyd”).

A partir del último tercio del siglo XIX, el poder de las patentes medicinales cambió por completo el semblante los “medicine shows” norteamericanos. El “show businnes” se convirtió en un ingrediente crucial en la acción de vender productos y generar beneficios a las grandes compañías las cuales tenían sus cuarteles generales donde elaboraban sus productos. Lejos quedaban las infectas bañeras ubicadas en diminutas habitaciones de sucios hoteles de perdidos pueblos donde los charlatanes producían sus mejunjes.
El entretenimiento y las performances eran ahora los instrumentos destinados a adaptarse a las necesidades de las compañías medicinales. El charlatán continuaba existiendo, pero contaba con la ayuda de catálogos y de anuncios en los periódicos que publicitaban sus productos para que fueran conocidos por el público. El charlatán medieval se trasformó en un representante de ventas que dominaba a la perfección el arte de la palabra, enmarcado dentro de un show en manos de profesionales que trataban de embaucar a la audiencia para que comprara los productos que supuestamente curaban.
El solitario carromato de un solitario “doc” fue reemplazado por una caravana de vagones que trasportaba desde un pequeño grupo de cantantes, bailarines, acróbatas, comediantes y actores hasta una compañía entera con una “brass band” incluida.

Una de las más grandes empresas que se formó con este nuevo y productivo enfoque de los “medicine show” fue creada cerca del año 1880 por John E. Healy y Charles F. Begelot y a la que pusieron el nombre de “Kickapoo Indian Medicine Show”. Su centro de operaciones estuvo, en un primer momento, ubicado en Nueva York para desplazarse al cabo de unos años a la ciudad de New Haven, Connecticut. En todos sus shows estaban presentes unos nativos americanos, supuestamente de la tribu de los Kickapoo.
Esta compañía se servía de la creencia popular basada en que la espiritualidad de los Nativos Americanos poseía un aura especial que se adaptaba a la marca de su medicina. Estaba totalmente extendido que los indios por su íntima conexión con la naturaleza habían aprendido a conocer los secretos de la medicina natural adquiriendo gracias a ello una gran experiencia curativa.

La “medicina” que patentó la compañía la registró como “Kickapoo Indian Sagwa”. El producto que se vendía era un tónico envasado en una botella de cristal con su adecuada etiqueta que se presentaba dentro de una caja de cartón donde se podían leer las indicaciones para su uso: cura la dislexia, el dolor de cabeza, la acidez de estómago, la pérdida de apetito, la depresión, la neuralgia, los desórdenes femeninos, las molestias del hígado, el estreñimiento, la indigestión, el reumatismo, la sangre contaminada, la ictericia, la bilis, la fiebre y todos los problemas del estómago, hígado, riñones y sangre.  
La patente del “Kickapoo Sagwa” se registró en julio de 1882.
En el trascurso de unos diez años, cerca de cien “Kickapoo Medicine Shows” recorrían la geografía del país, sin saltarse ninguna población por pequeña que fuera.
De entre los “doctores” que viajaban bajo bandera “Kickapoo” hubo alguno que destacó sobre los demás.

Aquellos que conocieron a Doc Porter le describieron como una combinación de obispo, senador y juez de la corte suprema. Vestido impecablemente, con su elegante traje con chaleco y pajarita, le daba una personal vuelta de tuerca a su relación con los Kickapoo cuando se dirigía a su audiencia grande o pequeña y les relataba de dónde procedía el tónico curativo que les estaba ofreciendo: “Las antiguas fórmulas de los Kickapoo estaban hechas de raíces, cortezas y de delicadas plantas curativas. El “Great Manitou” de la naturaleza plantó esas hierbas en los bosques, en las colinas y en los valles. Todas ellas fueron apreciadas y guardadas por aquellos que las poseyeron. Cuando mi tártara, tártara abuelo le salvó la vida al “jefe medicinal” de la tribu de los Kickapoo, el gran “jefe” le mostró su gratitud dándole a mi noble antecesor las maravillosas fórmulas y además las bendiciones del “Great Manitou”.

Cuando un “Medicine Show” se dirigía a un poblado su música se escuchaba a una milla de distancia y sus ciudadanos estaban deseosa de que llegara para ver las actuaciones. Habitualmente pasaba una vez cada año, cuando se había recolectado la cosecha y la gente tenía dinero fresco en el bolsillo. La llegada del “Medicine Show” era un gran y feliz acontecimiento. La gente se “vestía de domingos” y su presencia proporcionaba un soplo de aire fresco en los pequeños pueblos remotos.

Con el comienzo del siglo XX, una parte del público empezó a dudar de la eficacia de las medicaciones que se ofertaban en los “medicine shows”. El 30 de junio de 1906, se promulgó la “Pure Food & Drug Act” por la cual todos los medicamentos debían indicar en sus prospectos cuál era su composición y si contenían drogas, incluido el alcohol, la cocaína, la heroína y el cannabis, y en qué proporción. En unos pocos años todas estas drogas estarían prohibidas. La industria farmacéutica empezó a cobrar fuerza. La movilidad de la población, gracias sobre todo al tren, dejó de ser un problema. Los gustos musicales cambiaban en favor del vodevil y del ragtime. Las radios empezaban a escucharse en todos los hogares, supliendo en buena parte a cualquier tipo de entretenimiento de los que hasta ese momento existían. Todo ello significó el declive de los “medicine shows”. Unos pocos consiguieron llegar hasta los años 30.

A nada que rasquemos sobre la superficie de las biografías de los primeros músicos de blues nos encontraremos con que muchos de ellos, y de ellas, empezaron sus carreras en los “medicine shows”, que al mismo tiempo se convirtieron en unos potentes altavoces para que el blues sonara fuerte y extendiera sus musicales tentáculos fuera de las zonas rurales más deprimidas. Gente como Tommy Johnson, Ma Rainey, Mamie Smith, Son Brimmer (Memphis Jug Band), Viola Patton se dieron a conocer gracias a estos shows tanto en ambientes rurales como en urbanos.

Un caso totalmente alejado del sistema de venta de un tónico medicinal, de aquel entonces, fue el de la Coca-Cola.
El doctor John Stith Pemberton creó la Coca-Cola en 1886. El primer anuncio de la marca se publicitó el 29 de mayo de 1886 en el periódico Atlanta Journal y decía lo siguiente: “¡Coca-Cola es deliciosa! ¡Refrescante! ¡Estimulante! ¡Vigorizante! La nueva bebida contiene las propiedades de la milagrosa planta de coca y de las famosas nueces de cola. “Coca-Cola, no solo es una bebida deliciosa, gratificante, refrescante y vigorizante, sino un valioso tónico para el cerebro y remedio para todas las afecciones nerviosas: jaquecas, neuralgias, histeria, melancolía, etc. El singular sabor de Coca-Cola complace a todos los paladares”.
La verdadera cantidad de cocaína que contenía la fórmula original de Coca-Cola ha sido objeto de numerosas especulaciones, pero, según los estudios realizados al respecto, se puede afirmar sin equivocarse demasiado que un vaso de la substancia podría contener unos 8 miligramos de la droga.
El Dr. Pemberton falleció en 1888, tres años después del invento de su bebida mágica. Unas semanas antes de su muerte vendió su fórmula secreta al empresario y farmacéutico Asa Candler que creó la Coca-Cola Company con la que se hizo multimillonario.
Las autoridades sanitarias norteamericanas se percataron de la adicción que podía producir la ingesta del jarabe y le exigieron a Candler que eliminase la cocaína de su fórmula, cosa que hizo, se supone, a partir de 1901.
Este hecho le produjo un serio quebranto al farmacéutico, ya que si admitía que la Coca-Cola hubiese contenido alguna vez cocaína se podía ver envuelto en juicios por personas que se sintiesen perjudicadas en su salud. Así que orquestó una profunda modificación en la historia de la bebida y afirmó, bajo juramento, que jamás había contenido esa droga. De hecho, todo análisis que se hizo a partir de 1903 no registró ni rastro de tal alcaloide, aun así, estuvo prohibido, hasta el año 1986, que ningún menor de 12 años pudiera aparecer en cualquier medio de publicidad de Coca-Cola.
Candler desterró completamente los sistemas empleados por los “medicine shows”, que constituían la formula habitual en aquellos años para vender tónicos similares, y promocionó y comercializó la Coca-Cola con nuevas técnicas de marketing con el fin de que su marca apareciera en la mayor cantidad de sitios posibles y estuviera disponible allí donde los consumidores quisieran disfrutarla.

Como dato curioso: “Si un bisabuelo nuestro hubiera adquirido una de las acciones de 100 dólares de Candler en 1892, hoy su valor sería de aproximadamente 7.340 millones de dólares”.

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