Auge y Caída del «Tin Pan Alley»

Don’t burn the cabin down. Canción compuesta, escrita e interpretada por Nellie Maguire. Publicada en la editorial de Frank Hardind en 1894
George Gershwin trabajando de «plugger» en la editorial musical Remick en 1916
Monroe H. Rosenfeld
Harry Von Tilzer
«Tin Pan Alley» – 1937
57 West 28th Street,
The Beatles – 1965
Ray Charles
Jerry Herman
Carol Channing
Auge y Caída del «Tin Pan Alley»

Pongamos que nos encontramos en el año 1895 en una ciudad mediana de los EE.UU. Evidentemente no había radio, ni discos ni mucho menos televisión. ¿Dónde podían escuchar música sus habitantes? En primer lugar, en los “minstrel shows” (teatros ambulantes). Estos espectáculos recorrían todo el territorio nacional y no existía pueblo pequeño que no visitarán. La música estaba muy presente en ellos e interpretaban los éxitos del momento o composiciones propias. Seguidamente podemos centrarnos en las salas de baile, en los salones de los grandes hoteles, en los teatros, en los desfiles, en los establecimientos de baja categoría como los “barrelhouses” o los “honky tonks”. Por último, y no por ello menos importante, en las casas particulares donde la familia y los amigos se divertían escuchando, bailando o cantando las músicas del momento interpretadas al piano normalmente por la esposa o la hija mayor del matrimonio. Para que la pianista pudiera ejercer con soltura su labor necesitaba que sobre el atril estuvieran acomodadas las diferentes partituras.
Pongamos que en el mismo año y en la misma ciudad vivía un compositor ¿cuál era el método que seguía para poder vivir de su música? El procedimiento sería dirigirse a una editorial musical entregarle su o sus partituras para que ella las publicara. Cuantas más partituras se vendieran de su música los ingresos crecerían. El negocio de la editorial consistía en quedarse con un porcentaje de las ventas previamente establecido con el músico.

Uno de los primeros publicistas fue Frank Harding. Heredó de su padre, que había trabajado en los “minstrel shows”, una pequeña imprenta que estaba situada en el distrito donde se encontraban los teatros.
Harding inventó una curiosa manera de vender partituras. Contrataba a cantantes a los que les proveía de las partituras de las canciones que debían interpretar. Cualquier sitio era bueno para ofrecer sus recitales con tal de que hubiera público, bares, restaurantes, tiendas, estaciones de trenes… si alguien se interesaba por tal o cual canción se podía llevar la partitura en el momento. Si algún artista estaba interesado por alguna de sus canciones y quería que una foto suya apareciera en la portada de la partitura debía de pagar por ello ya que Harding lo consideraba todo un privilegio. Luego le regalaba todas las partituras que quisiera. Además, en la contraportada aparecían pequeños anuncios de diferentes firmas comerciales que le reportaban unos buenos ingresos extra.

A principio del siglo XX empezaron a proliferar las editoriales musicales y todas ellas se instalaron en Nueva York ubicándose lo más cerca posible de la zona de Broadway donde el número de teatros no hacía más que crecer.

Para explicar el funcionamiento de las más importantes editoriales musicales debemos hablar de los “pluggers”. Estos eran pianistas que estaban contratados por las editoriales y cada uno de ellos tenía a su disposición una habitación con su correspondiente piano. Los profesionales del mundo del espectáculo se personaban en la editorial y contactaban con un “plugger” a quien le explicaban qué tipo de música estaban buscando. El pianista con esas referencias interpretaba las canciones, del amplio repertorio de la editorial, que mejor se adecuaban al gusto del cliente. Con la apertura de los grandes almacenes en Nueva York a principios del siglo XX, estos “pluggers” también ejercían su labor en las secciones donde estaban ubicadas las partituras. Los prestigiosos compositores norteamericanos George Gershwin, Irving Berlin, Jerome Kern, Richard Rodgers, Harold Arlen y June Styne, por nombrar algunos de los más importantes, empezaron su carrera profesional como “pluggers”.
Los “minstrel shows”, las bandas de música de baile y el resto de espectáculos estrenaban sus nuevas músicas ante su público. Algunas canciones se convertían en grandes éxitos y otras no tanto. Las primeras podían vender miles y miles de partituras que las compraban los padres de familia para que se interpretaran en su casa por su hija mayor o por quien fuera y lograr, de esta manera, hacer más agradables los días de asueto o cualquier fiesta que se terciara.

¿Cuál fue la canción que vendió tal número de partituras como para considerarla el primer “standard” de la música norteamericana? La mayoría de los historiadores y musicólogos le otorgan tal honor a una canción titulada, After the ball (1892), con música y letra de Charles K. Harris (1867-1930).
Charles K. Harris fue un artista de vaudeville que en la ciudad de Milwaukee abrió una especie de oficina donde colgó un cartel que decía: Se escriben canciones por encargo.
Durante una visita que realizó a Chicago en el año 1891, se fijó en una pareja que, después de bailar, tuvo una sonora bronca.
De regreso a su ciudad le estuvo dando vueltas a la situación que había vivido en aquel baile y eso le dio pie a escribir la letra para una canción que describe lo siguiente:
Un hombre mayor le cuenta a su sobrina porqué nunca se casó. Él tenía una novia a la que quería con locura, pero un día la vio en una actitud muy cariñosa con un joven y la abandonó. Ella murió al cabo de unas semanas con el corazón destrozado. Trascurridos unos pocos años él se enteró de que el supuesto amante de su prometida era en realidad su hermano pequeño.
A este dramón lo tituló “After the ball”.
Charles K. Harris le puso música al poema y esta vez, dándose cuenta de todo el potencial de la canción, le pagó a L. Aldrich Libbey – uno de los más famosos cantantes de la época – 500 dólares y un porcentaje de la venta de la partitura si incluía la canción “After the ball” en el musical, “A trip to Chinatown”, que estaba cosechando un gran éxito en la ciudad de San Francisco.
“After the ball” se convirtió en un éxito sin precedentes, al punto de que solamente en el año 1892 vendió más de dos millones de partituras. La Editorial Musical que publicó la canción fue una de la más importantes, la Oliver Ditson and Company.
Hay un curioso corto de 1929 donde el propio Charles K. Harris canta su canción “After the ball”.

En la última década del siglo XIX las editoriales musicales empezaron a proliferar y a convertirse en unos negocios productivos En este contexto no fue nada extraño que en 1899 los responsables del periódico neoyorquino The New York Herald se interesaran por esas compañías y le pidieran al escritor y compositor, Monroe H. Rosenfeld, que escribiera unos artículos dedicados a las mismas.

Monroe H. Rosenfeld (1861-1918) fue un compositor y periodista norteamericano. Su fama como músico deja mucho que desear ya que según las crónicas de entonces se valió de pequeñas lagunas que tenía la ley del “copyright” para adjudicarse la autoría de canciones que no eran suyas. También era público y notorio que sus amores eran el póker, las apuestas y las mujeres, no sé en qué orden. Con el pseudónimo de F. Belasco compuso, presumiblemente, todo un éxito que se tituló “Johnny get your gun” en 1886. Como periodista debía de manejarse bien para que un periódico como el The New York Herald le contratara para que escribiera varios artículos relacionados con la música. El primero de ellos lo dedicó a las editoriales musicales. Eligió para este trabajo a la editorial de Harry Von Tilzer sita en el número 42 de la calle 28 Oeste.

Harry Von Tilzer (1872-1946) fue un compositor, letrista y actor de vodevil. Comenzó su carrera tocando el piano y componiendo música incidental para el teatro de variedades, donde se incluía, el vodevil, el burlesco y el music hall. Muchos de estos temas ni siquiera los publicaba y en el mejor de los casos los vendía a los “performers” o a las editoriales por un par de dólares. En 1898 compuso una canción titulada “My Old New Hampshire Home” y cedió todos sus derechos a una editorial por $15. Resultó ser un gran éxito vendiendo dos millones de copias. Visto lo visto se dedicó a escribir canciones. Harry Von Tilzer se convirtió en uno de los mejores compositores de su generación con un montón de éxitos a sus espaldas, aparte de participar en cuatro musicales de Broadway. En el año 1902 creó su propia editorial musical en la que publicaron importantes compositores.

Monroe H. Rosenfeld pasó tres o cuatro días en la editorial de Harry Von Tilzer mientras este último le explicaba todos los entresijos del negocio. Una vez terminado el trabajo, y cuando ya se marchaba, Rosenfeld se quedó un rato en la acera de la calle 28 Oeste y estuvo escuchando a través de las ventanas abiertas, el sonido de los diferentes pianos que eran tocados por los “pluggers” de la editorial. Cuando sus artículos se publicaron en el periódico describió esa cacofonía musical que llegaba hasta la calle como el sonido de un grupo de cacerolas de estaño chocándose unas con otras. De esta manera rebautizó a la calle como La Callejuela de las Cacerolas de Estaño, que es lo que en inglés viene a significar la expresión “Tin Pan Alley”.

El término acuñado por Monroe Rosenfeld caló rápidamente entre las revistas musicales y entre la prensa en general por lo que a estas Editoriales Musicales se las empezó a clasificar como pertenecientes al “Tin Pan Alley”. Al poco tiempo los medios empezaron a llamar a los compositores y letristas que publicaban sus canciones en las editoriales como pertenecientes al “Tin Pan Alley”.

La Edad de Oro del “Tin Pan Alley” llegó con la segunda remesa de compositores y letristas. Aquellos que escribieron sus canciones desde mediados de los años diez hasta los cincuenta del siglo pasado: George Gershwin y su hermano Ira, Cole Porter, Jerome Kern, Hoagy Carmichael, Richard Rodgers, Lorenz Hart, Oscar Hammerstein II, Jimmy McHugh, Dorothy Fields… e Irving Berlin, que se convirtió en una especie de enlace entre la primera y segunda generación de músicos. Muchas de las canciones de estos últimos se convirtieron en eternas y se las conoce como los “standards” de la música norteamericana. A su vez los músicos de jazz, tanto vocalistas como instrumentistas, hicieron suyos esos “standards” y los convirtieron en “standards” de jazz. Y no debemos olvidar a los músicos de jazz-compositores como: Duke Ellington, Billy Strayhorn, Fats Waller, Spencer Williams, Noble Sissle, Henry Creamer, W. C. Handy…

Hacia 1925 la venta de discos de 78rpm ya estaba totalmente asentada y las emisoras de radio proliferaban por todo el país. Esto significó un profundo cambio para los compositores y letristas y también para las familias norteamericanas. Los primeros empezaron a recibir emolumentos por parte de las compañías discográficas y de las emisoras de radio. El gramófono y la radio sustituyeron al piano en las casas particulares. Todo esto significó que la venta de partituras descendió notablemente, aunque persistió para los músicos profesionales y para los estudiantes de música. Hoy en día la partitura continúa siendo una herramienta esencial para el aprendizaje musical.

La época del “Tin Pan Alley” empezó a decaer vertiginosamente hacia la mitad de los años cincuenta con la llegada del rock and roll y dejó de existir unos pocos años más tarde con lo que los norteamericanos llamaron “The British Invasion” con The Beatles a la cabeza.

Irving Berlin compuso en 1911 la canción titulada “Alexander’s Ragtime Band” que es todo un anticipo de las canciones de la época dorada del Tin Pan Alley. Su letra dice así:

Cariño, cariño mío, apresúrate y deja de deambular / ¿Es que no vas a venir a ver al líder harapiento? / Cariño, cariño mío, déjame que te lleve a escuchar a la gran banda de Alexander / Espléndida banda de metales ¿Es que no te vas a acercar?
Ven a  oír tocar a la banda de ragtime de Alexander / Ven a oírla tocar  Es la mejor banda de la tierra / Pueden interpretar un toque de corneta, como jamás has oído / tan natural que te entran ganas de ir a la guerra / Es la mejor banda que existe, amor mío / Vamos acércate; déjame coger tu mano / Vamos a ver al hombre, que es el líder de la banda / Y si te apetece, escucharemos Swanee River en estilo ragtime / ven a oírla tocar, ven a oírla tocar / A la banda de Ragtime de Alexander.
Cariño mío, tienen un violín con notas que chillan / como un pollo, como un pollito. Y el clarinete es una mascota de color / Ven a oírlo tocar, ven a escuchar a una banda clásica que es un encanto / Ven ahora, en este momento, date prisa.

Ray Charles nos dejó un trabajo en octubre de 1959 titulado “The Genius of Ray Charles”. Los arreglos estuvieron escritos por Quincy Jones y Ralph Burns. El álbum ganó en 1960 el Grammy a la mejor interpretación vocal y también a la mejor interpretación de Rhythm & Blues por el tema “Let the good times roll” uno de los cortes del álbum. Yo os dejó la excelente versión que realizó del tema de Berlin, “Alexander’s Ragtime Band”.

El 16 de enero de 1964 se estrenó en el St. James Theatre de Broadway el musical titulado “Hello Dolly” que llegó a la bonita cifra de 2.844 representaciones. El papel de Mrs. Dolly Gallagher Levi recayó en Carol Channing. Esta actriz, cantante, bailarina y comediante la recordarán muy bien todos aquellos entusiastas de los musicales de Broadway, Desde el año 1941 en que empezó a pisar sus escenarios hasta el 2019 en que abandonó este mundo participó en una treintena de revistas muchas de ellas como protagonista. La canción más aplaudida del musical «Hello Dolly» fue la que lleva el mismo título. La escribió, como el resto de los temas, el músico Jerry Herman, que se ocupó tanto de la música como de la letra. Los estudiosos opinan que Herman escribió «Hello Dolly» a la manera de los compositores y letristas del “Tin Pan Alley” por lo que la podríamos catalogar como la última canción que nos remite a ese fructifico periodo de la música norteamericana conocido como del “Tin Pan Alley”.
Os dejo la canción «Hello Dolly» por Carol Channing que la grabó el mismo año del estreno de musical. La interpretación es la misma que realizaba en Broadway. 

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