El Carnegie Hall y Tres Conciertos

Carnegie Hall.
Andrew Carnegie
Walter Damrosh
James Reese Europe’s Clef Club Band
Banda de James Reese Europe – 1918
Count Basie & John Hammond
Clarinete de Benny Goodman en el Rose Museum del Carnegie Hall
Benny Goodman y Gene Krupa – Carnegie Hall – 1938
Parte de la orquesta de Benny Goodman – Carnegie Hall – 1938
Lionel Hampton, Benny Goodman, Gene Krupa – Carnegie Hall – 1938
Alice & Benny Goodman
Mary Lou Williams – 1949
Benny Goodman Alrededor de 1940
Benny Goodman en los 70s
El Carnegie Hall y Tres Conciertos

La historia del Carnegie Hall comenzó en la primavera del año 1887 a bordo de un barco que realizaba la travesía desde Nueva York a Londres. En él viajaba el joven de 25 años y director de la Symphony Society Orchestra y del Oratorio Society de Nueva York, Walter Damrosch. El motivo de su viaje era participar durante el verano en unas clases magistrales que iban a ser impartidas por el director de orquesta Hans von Bülow. Una de sus compañeras de viaje era Louise Whitfield, gran melómana, y que había participado como soprano en el Oratorio Society. La razón del viaje de esta señora era disfrutar de la luna de miel junto a su marido el multimillonario Andrew Carnegie en tierra de sus ancestros escoceses.
La música fue el nexo de unión del matrimonio con el músico y antes de que terminase la travesía la amistad creció entre ellos al punto de que los recién casados invitaron al joven Damrosh a que pasara junto a ellos unos días de vacaciones en Escocia antes de su vuelta a Norteamérica.
Durante su estancia en tierras escocesas el joven director relató a los Carnegie su cruzada personal, consistente en lograr como fuera que la ciudad de Nueva York contara con una gran sala de conciertos. Al final del verano Andrew Carnegie accedió a convertir en realidad el sueño de su nuevo y joven amigo. Para lograr tal propósito constituyó la sociedad The Music Hall Company of New York Ltd, que adquirió varias parcelas de tierra en la Séptima Avenida.

El 13 de mayo de 1890, la señora Carnegie colocó la primera piedra de lo que se iba a convertir en el auditorio más importante de su país. El arquitecto William Burneo Tuthill, chelista en sus ratos libres, necesitó todo un año de trabajo para construir el edificio que costó dos millones de dólares de los que un 90% salieron del bolsillo de Andrew Carnegie, luego el multimillonario se ganó sin ninguna duda el derecho y el privilegio de que la sala de conciertos llevara su nombre.
El 5 de mayo de 1891 fue el día señalado para la inauguración del Carnegie Hall. El auditorio principal, con capacidad para 2.800 personas todas ellas acomodadas en elegantes butacas estaba a rebosar y entre ellas se encontraba la flor y nata de la alta sociedad neoyorquina, desde los Rockefeller hasta los Fricks, pasando por los Sloans y los Whitneys.
Después de un largo parlamento por parte del obispo Henry Codman Potter la música hizo acto de presencia y la Symphony Society junto con el Oratorio Society dirigidos por Walter Damrosch interpretaron la Overtura nº 3 de Leonor del Sr. Beethoven. Después de los merecidos aplausos al término de la obra apareció sobre el escenario el invitado de honor, el compositor ruso Peter Ilyich Tchaikovsky que dirigió su Marcha Solemne. El concierto terminó con la interpretación del Te Deum de Berlioz.

Razón tuvieron los periódicos cuando vaticinaron: “La noche del 5 de mayo, la más hermosa Sala de Conciertos del mundo se consagrará a la más querida de todas las artes”.

El Carnegie Hall, aparte de poseer tres auditorios con capacidad para 2.800, 1.200 y 250 personas, todas ellas sentadas, disponía de amplios salones para todo tipo de recepciones y de reuniones, incluidas las secretas.
El Carnegie Hall, antes de los tiempos de la radio y de la televisión, se convirtió en un prominente foro de debate donde se habló del comunismo (Jack London), del sufragismo (Emneline Pankhurst), de la Guerra de Los Boer (Winston Churchill), del control de la natalidad (Margaret Sanger) o de La Prohibición (Clarence Darrow) que la encontró completamente inútil.

Desde que el Carnegie Hall abrió sus puertas, el Sr. Carnegie dejó muy claro que entre sus muros tendría cabida especialmente toda la cultura norteamericana. Es por ello que el 2 de mayo de 1912 decidió que esa música sincopada, esa música de ragtime, que llevaba ya unos cuantos años interpretándose en su país tuviese un claro reflejo sobre sus escenarios. Para ello invitó a James Reese Europe a que la presentara en su auditorio.
James Reese Europe tuvo muy claro, desde el momento en que recibió la invitación para actuar en el Carnegie, que la música que interpretaría su orquesta estaría compuesta por obras de autores afroamericanos. El conocía el peligro que todo esto podía suponer, ya que el resto de los músicos invitados iban a interpretar canciones del repertorio clásico europeo, baladas, canciones populares, himnos y hasta un movimiento de una misa.
Los 125 componentes de la Gran Orquesta Sinfónica del Clef Club ataviados con trajes de etiqueta entraron en el escenario se situaron en sus asientos y dirigidos por Europe empezaron con la Marcha del Clef Club.
Los periódicos del día siguiente relataron así lo que allí ocurrió: “Nueva York aún no se había acostumbrado al ragtime, así que cuando el Clef Club abrió su concierto con una marcha sincopada, interpretándola con mucho mordiente en el ataque y con un ritmo contagioso y con un final explosivo y cantado se produjo un efecto inimaginable. El aplauso se convirtió en un tumulto”.

Está claro que la audición, por primera vez en el Carnegie, de música de compositores afroamericanos se convirtió en todo un éxito. James Reese Europe impresionó al público con su gran música y también con su gran orquesta, aunque en este último punto parece ser que realizó alguna que otra trampilla, ya que algunas de las cuerdas de algún que otro violín, o de alguna que otra mandolina eran de goma.
A raíz de la actuación en el Carnegie Hall, la orquesta del Clef Club recibió invitaciones para actuar por todo el país, así como en las principales capitales europeas.

Damos un salto de 26 años y nos encontramos en 1938. En esa fecha el productor John Hammond se propuso celebrar un concierto en el Carnegie Hall en el que estuviera presente la música negra desde sus comienzos hasta lo último en jazz. La llamó “la música que nadie conoce”. El blues, el gospel y el jazz”. Hoy en día un espectáculo de esa naturaleza nos parecería interesante y excitante, pero en 1938 era verdaderamente ambicioso. Se trataba del mayor concierto ubicado en una prestigiosa sala de conciertos y en el que todos sus intérpretes iban a ser afroamericanos ante una audiencia integrada. Hammond se encontró con opiniones sobre el acto que iban desde la antipatía hasta las recubiertas de cierta hostilidad. La dificultad para encontrar sponsors fue enorme. Incluso la todo poderosa NAACP (National Associacion for the Colored People) reusó toda implicación. Al final fue el periódico del Partido Comunista Norteamericano “The Masses” el que financió el proyecto, casi en su totalidad. Le pusieron el nombre de “From Spirituals to Swing”.
“The Masses” escribió: “La música que estará presente en “From Spiritual to Swing” se escucha raramente. Realmente América es más rica con ella, pero los autores serios la han desatendido y sus seguidores la han criticado. La música Negra Americana ha ido creciendo en una atmósfera difamatoria, opresiva, distorsionada y con un irreflexivo entusiasmo”.

Dos días antes de la Navidad de 1938, Hammond subió al escenario de un Carnegie Hall “todo vendido” para presentar al músico de country-blues Big Bill Broonzy. Ruby, la sobrina de Bessie Smith, interpretó los últimos éxitos de su tía acompañada por el pianista de stride, James P. Johnson. También pisaron el escenario del Carnegie los pianistas, Albert Ammons, Pete Johnson y Meade “Lux” Lewis. La orquesta de Count Basie y la de Mitchell’s Christian, los cantantes Jimmy Rushing y Sister Rosetta Tharpe y el grupo vocal The Golden Gate Quartet.
“The Masses” escribió: “¿No te olvidarás, que estamos en el Carnegie Hall? Las altas luces te están incitando a que te ‘imagines’ ahora cómo serán las próximas horas en el Carnegie Hall y cómo la banda de Count Basie acaba de subir al escenario”.

La velada fue todo un éxito, tal es así que se repitió el día de Nochebuena del siguiente año. Prácticamente todas las figuras estuvieron de nuevo presentes, y se apuntaron: la cantante Helen Humes junto al sexteto de Benny Goodman.

Vamos a seguir con Benny Goodman. En la página oficial del Carnegie Hall en Internet podemos leer:

“Ningún artista en su debut en el Carnegie Hall tuvo tan prometedora acogida. En el caso de Benny Goodman, el 6 de enero de 1938, no solo fue el debut de una grande estrella, sino que se convirtió en la primera vez que el público saltaba en una sala de conciertos escuchando música de swing en vez de bailar con ella. Por otra parte, la banda de Goodman fue una de las primeras racialmente integrada que actuaba ante un público que había pagado su entrada. A partir de ese momento decisivo, Goodman volvió al Carnegie Hall más de una docena de veces, su último concierto fue el 25 de junio de 1982. Incluso después de su fallecimiento en 1986, Goodman siguió influenciando en la historia de la Sala. La donación de uno de sus clarinetes a los Archivos del Carnegie Hall en 1991 provocó la creación de Rose Museum”.

Benny Goodman temía que al público no le iba a interesar escuchar su música en el Carnegie Hall ya que debía de hacerlo sentado. Hasta ese momento siempre había tocado para que sus seguidores bailasen: “Nosotros no sabíamos qué iba a pasar. Cómo sonaríamos. Qué es lo que la audiencia pensaría de nosotros. Hasta que el público llenó la sala, nosotros no sabíamos cuántas personas iban a ser. Por lo tanto, simplemente salimos y tocamos”.

Los músicos estaban nerviosos dada la importancia del evento y nada más comenzar la actuación se percataron de que la audiencia estaba “fría”. Fue el baterista Gene Krupa el que dio con la tecla: “Me di cuenta de que algo había que hacer. Por la tanto empecé con mis “breaks” con la batería. Golpeé a todo lo que pude. Hice mucho ruido. El público despertó y se puso en pie. A partir de ahí todo fue como la seda”.

Otro de los grandes alicientes que tuvo la performance fue que se pudo escuchar a una big band, a un trío (Benny Goodman, Teddy Wilson, Gene Krupa), a un cuarteto (añádese a Lionel Hampton), a un combo formado por estos músicos: Bobby Hackett (co), Harry James (tp), Cootie Williams (tp), Vernon Brown (tb), Benny Goodman (cl), Johnny Hodges (ss), Harry Carney (bs), Jess Stacy (p), Allan Reus (g), Harry Goodman (b), Gene Krupa (d), más un fondo orquestal. Se constituyó un grupo de Dixieland: Bobby Hackett (co), Vernon Brown (tb), Benny Goodman (cl), Jess Stacey (p), Gene Krupa (b). Como colofón de la memorable actuación se realizó una “jam session” en la que participaron estos músicos: Buck Clayton (tp), Harry James (tp), Vernon Brown (tb), Benny Goodman (cl), Johnny Hodges (as), Lester Young (ts), Harry Carney (bs), Freddie Green (g) Walter Page (b), Gene Krupa (d). El tema de la “jam” fue el conocido standard de jazz titulado “Honeysuckle Rose” compuesto por Fats Waller y letra de Andy Razaf en 1929.

Con un único micrófono colgado del techo del Carnegie se grabó el concierto sin que Benny Goodman lo supiera. Al terminar los técnicos de sonido realizaron únicamente dos copias. Una para la Biblioteca del Congreso de los EE.UU., y la otra para Benny Goodman. El clarinetista se guardó la suya sin ninguna intención de convertirla en un disco. Él pensaba que no tendría salida dado que no era una música bailable.
Doce años más tarde, 1950, la discográfica Columbia le pidió a Goodman la cinta para sacar con ella un doble L.P. El clarinetista accedió y se convirtió en uno de los primeros L.Ps. en vender un millón de copias.

Lionel Hampton comentó a finales de los sesenta: “Benny Goodman dejó de percibir muchos royalties que le hubiesen correspondido, ya que él no ofreció el concierto para que fuera comercial o por dinero. Él lo hizo porque se lo pedía su corazón. Y nos dijo: “nosotros necesitamos que las teclas blancas y las teclas negras toquen juntas en buena armonía. Y eso fue lo que hicimos”.

Se estaba acercando el 40 aniversario del concierto de Goodman en el Carnegie de 1938 y el clarinetista le comentó a su mujer que sería maravilloso volver a la sala de conciertos cuando se cumpliera el 50 aniversario. Goodman contaba en esos momentos con una edad de 69 años y su esposa le mencionó que, para un hombre ya entrado en años como él, era muy aventurado realizar planes a tan largo plazo. Benny se dejó convencer por su mujer y empezó a preparar un concierto en el Carnegie para conmemorar el 40 aniversario de su ya legendaria primera actuación.

Empezaré comentando que únicamente dos músicos (aparte de Benny) estuvieron en los dos conciertos: el vibrafonista Lionel Hampton y la vocalista Martha Tilton. Tampoco quiso Benny repetir el repertorio de 1938, ya que únicamente se volvieron a interpretar los temas “Loch Lomond” (Martha Tilton) y una de las melodías más famosas en la carrera de Benny “Sing, sing, sing” con Gene Grupa de absoluto protagonista.

Quizás alguno se sorprendió de que Benny eligiera dos temas de los Beatles, el renombrado “Yesterday” y el menos conocido “Rocky Raccoon” que Paul McCartney compuso para el “Disco Blanco”. Esta última canción Benny la interpretó junto al cantante y trompetista Jack Sheldon, con un toque de comicidad.
Creo que los momentos más emotivos del concierto se lo llevaron dos canciones. La titulada “Stardust” de Hoagy Carmichael e interpretada por toda la orquesta con un brillante arreglo que realizó para la ocasión Gordon Jenkins. Y la titulada “Roll ‘Em” que la gran Mary Lou Williams compuso para la banda de Goodman en 1937, y que en el concierto se sentó al piano dejándonos una muestra de su arte.

Existe siempre la tentación de comparar el concierto de 1938 con el de 78 y eso es algo que no se debe hacer. Faltaron músicos que ya estaban retirados o que nos habían dejado: Gene Krupa, Count Basie, Lester Young, Johnny Hodges, Teddy Wilson, Harry James…

Una de las agradables sorpresas de este último concierto fue ver y escuchar a Benny Goodman, y aunque una cierta aura de nostalgia pudo recorrer el Carnegie, él se escabulló del pasado y demostró que su arte y su creatividad no había perdido un ápice con el paso del tiempo, y eso es lo más importante para un músico y para sus seguidores.

Por último, voy a comentar que su mujer estuvo acertada ya que Benny murió dos años antes del que pudiera haber sido el 50º aniversario de su primer concierto en el Carnegie Hall.

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