Historias de Nueva Orleans (I): The Quadroon Balls

«Negro Ball» en Uptown
Familia Creole
Quadroons Women
Octoroon Women
Quadroons con sus hijos y sirvientes. Oleo pintado por Agostino Brunias
Quadroon Woman
Quadroon Woman
Retrato de Pierre Enguerrand Philippe De Marigny de Mandeville.,
Gobernador Esteban Miró
Wynton Marsalis
Historias de Nueva Orleans (I): The Quadroon Balls

Cuando los norteamericanos se hicieron cargo de Nueva Orleans en 1804, la ciudad estaba dividida en dos zonas delimitadas por una frontera invisible conocidas como Uptown y Downtown. En esta última residían las familias de mayor abolengo de origen francés y español y las poderosas familias creoles. También en esa parte de la metrópoli se fue acomodando el colectivo más pudiente y poderoso de los nuevos dueños de la villa. El Barrio Francés era el centro de ese mundo pudiente en lo económico y en lo social.
En la parte trasera de los principales edificios y de las cuidadas arterias de Nueva Orleans comenzaba esa parte de la ciudad, a la que denominaban Uptown, donde residían las clases menos favorecidas de inmigrantes de origen europeo, además de chinos, indios, antillanos y negros libres.

Nada más llegar los primeros comisionados norteamericanos a Nueva Orleans se percataron de que el baile era el divertimento que penetraba sin oposición alguna en los corazones de todos y cada uno de sus habitantes. Según decían: “bailaban en invierno para mantenerse calientes y en verano para mantenerse frescos”.

En el libro “Dance and Its Music in America, 1528-1789” de Kate Van Winkle Keller Podemos leer:
“Cuando los EE.UU. compró todo el territorio de Louisiana en 1803, el Primer Comisionado Norteamericano escribió al Secretario de Estado sobre los rumores acerca de que su país estaba considerando la opción de cerrar los bailes públicos en Nueva Orleans. Tanto él como sus compañeros le explicaron al político que ellos asistían a esos bailes y que no tenían la más mínima intención de prohibirlos”.

En la parte elegante de Nueva Orleans existían dos clases de salones de bailes. Los había para blancos, donde nadie que poseyera el más mínimo porcentaje de sangre negra en sus venas podía ser admitido y los había para creoles, donde quedaban excluidas todas aquellas personas libres de color que por sus venas no circulara un porcentaje de sangre blanca. Así pues, por lo que respecta a Downtwon, las leyes de Código Negro Norteamericano que prohibían la mezcla de razas en un espectáculo público se cumplían a la perfección.
No pasaba lo mismo en Uptown donde, tanto en los salones de baile como en los bares, había un “tutti frutti” de colores y razas, pero en este caso los mandamases de Nueva Orleans miraban para otro lado, ya que para ellos lo que ocurría en Uptown estaba demasiado lejos de su vida social.

En Nueva Orleans se consideraba un Creole a todo aquel que en su línea de ascendientes se encontraban tanto europeos (normalmente franceses o españoles) como africanos y esas raíces fueran anteriores a la Guerra Civil Norteamericana. Quadroon era un creole que posía un cuarto de ascendencia negra. Octoroon era un creole que posía un octavo de ascendencia negra.

Aguste Tessier nació en Francia y emigró de joven a la isla de Santo Domingo. Alrededor de 1791 llegó a Nueva Orleans y se ganó el sustento como actor y bailarín. A mediados de 1805 alquiló un salón de baile sito en Phillip Street a su propietario Bernard Coquet que en esos momentos lo tenía cerrado.
El 20 de noviembre de 1805, Tessier puso un anuncio en el periódico Le Moniteur de Louisiane en el que comunicaba al público la apertura de un nuevo salón de baile en el 27, Rue de Phillipe, que ofrecería dos bailes a la semana. En tales festejos serían admitidos exclusivamente “gentlemen” blancos y bellas mujeres creoles (quadroons y octoroons). Todos los hombres de color libres, incluidos los creoles, quedaban excluidos en su totalidad. Además, se servirían durante el baile, consomés, sopas, vinos y excelente chocolate, algo totalmente inusual hasta entonces en las salas de este tipo.
El local estaba lujosamente decorado con cortinas y lámparas. Poseía una excelente pista de baile de parqué a la que rodeaban cómodas sillas y mullidos sillones.
También ofrecía un servicio de carruajes y la puerta de entrada estaba custodiada por un empleado de confianza que juzgaba quién podía entrar al local y quién no, teniendo en cuenta su aspecto físico y sus vestimentas, a pesar de que el precio para acceder al recinto duplicaba al que normalmente estaba establecido para los salones de baile.
El éxito de estos bailes fue apabullante y se convirtió en un torpedo que dio de lleno en la línea de flotación del norteamericano Código Negro, ya que institucionalizó las relaciones entre hombres blancos y mujeres creoles. Poco pudo hacer el Ayuntamiento, ya que lo más granado de la sociedad blanca acudía entusiasmada a estos eventos.
Desde un primer momento a estos bailes les denominaron “Quadroon Balls”.

Ciertamente que los “Quadroon Balls” fueron unas fiestas idóneas para poder coquetear y bailar, pero también para formalizar unas peculiares relaciones amatorias.
Como el matrimonio interracial estaba prohibido, el contrato que unía al joven blanco de buena familia y a la joven creole recibió el nombre de “plaçage”, que era simple y llanamente un concubinato, aunque en este caso entre diferentes castas.
Los motivos a priori que tenía las jóvenes creoles para aceptar el “plaçage” estaban claros: alcanzar un status social más elevado, protección y dinero.

George William Featherstonhaugh en su libro “Excursion Through the Slaves States” relata:
“Cuando una quadroon atraía la atención de un admirador (en un Quadroon Ball) y este estaba deseoso de formalizar una relación, debía llegar a un acuerdo con la madre de ella. En ese trato se fijaba una cantidad de dinero que el pretendiente debía de pagar de acuerdo con los méritos de la muchacha y también se fijaba un fondo para que ella pudiera retirarse sin problemas económicos cuando la unión terminara. La quadroon entonces pasaba a ser una placée”.

Este “plaçage” podía durar semanas, meses, años e incluso toda una vida. En muchos de los casos, sobre todo en relaciones de larga duración, la quadroon recibía un bonito apartamento amueblado (un joli apartemente meublé). Ramparts Street fue una de las calles de Nueva Orleans que se hizo famosa porque muchos de sus pisos fueron adquiridos por los hijos de las familias más ricas y respetadas de la ciudad como regalo para sus bonitas amantes creoles.
La alta sociedad blanca de Nueva Orleans de entonces no ponía ningún reparo y consideraba socialmente correcto que sus hijos, antes de contraer matrimonio con una igual (muchas veces de conveniencia), tomaran como amantes a las jóvenes creoles.

Los “Quadroon Balls” se convirtieron rápidamente en una atracción irresistible para muchas de las personas que visitaban Nueva Orleans. Algunos de estos viajeros dejaron constancia, en diferentes escritos, de sus particulares puntos de vista al respecto que, en muchos casos, fueron diametralmente opuestos.

Bernard, Duke of Saxe-Weimar Eisnach nos relata en su libro de viajes “Travels through North America during the Years 1825 and 1826, Vol I”:
De los bailes que se celebraban en Nueva Orleans únicamente los “Quadroon Balls” eran respetables, los otros estaban llenos de gente de baja estofa, de hecho, solo servían para que todas las chicas de vida alegre de la ciudad consiguiesen allí un rendezvous”. También incidían en que a pesar de que en esos bailes mixtos el precio estaba prefijado, únicamente las personas pertenecientes a las clases más acomodadas podían aparecer por allí y que las mujeres que acudían a estos festejos “se conducían generalmente con más propiedad y decoro que las que las asistían a los bailes de blancos”.

Sobre la belleza de las quadroons podemos leer: “En esos bailes se encontraban las mujeres más maravillosas que yo jamás había visto: rostros hermosos, ojos negros y trasparentes, labios de coral, dientes como perlas, figuras de sílfides; las delicadas redondeces de sus cuerpos, sus exquisitos andares y sus cuidadas maneras podrían servir como modelo para una Venus o una Hebe. Esas chicas son probablemente en cuanto a la belleza se refiere el conjunto más homogéneo que yo haya visto antes. Ellas se presentaron y coquetearon conmigo de una forma tan sutil y sorprendente que se convirtió en una experiencia nunca antes vivida por mí”.

En el otro lado de la moneda estaban aquellas personas que consideraban que los “Quadroon Balls” eran un antro de perdición y que sus protagonistas eran sencillamente prostitutas de lujo. Christian Schultz escribía en su libro de viajes titulado “Travels on an Inland Voyage”:
 “Esos bailes causaban vergüenza y la violencia normalmente siempre hacía acto de presencia. El único título que podemos otorgarles es el de orgias interraciales. Esa desafortunada clase de mujeres, las “mullattoes”, que desde su infancia están entrenadas en las artes del amor, pueden ser consideradas desde el mismo humillante prisma que el de esas señoras blancas a las que prácticamente emulan en su profesión”.

Los creoles tenían una opinión negativa sobre el “plaçage” que realizaban las jóvenes de su misma “raza”. Sirva el siguiente comentario que le narró un creole al periodista de viajes Frederick Law Olmstead durante una de sus visitas a Nueva Orleans:
“Si me pregunta por mi estado civil, le comentaré señor, que yo solo me casaría con una mujer virtuosa, y no las hay entre las creoles de aquí. Hay creoles que son muy ricos, propietarios de grandes plantaciones, algunos de ellos tendrán más de cuatro o cinco mil dólares. Alrededor de ellos supongo que habrá mujeres virtuosas, pero hay pocas. Como verá, señor, yo no soy rico y las jóvenes creoles no tienen ninguna vergüenza en convertirse en une placée”.

El declive de los “Quadroon Balls”, y por consiguiente del “plaçage”, comenzó a mediados del siglo XIX y la puntilla se la dio el comienzo de la Guerra de Secesión Norteamericana, en el año 1861, en la que la mayoría de los hombres, sobre todo los jóvenes, se vieron forzados a desempeñar otros papeles mucho menos agradables que conquistar señoritas, fueran cuales fuesen sus colores de piel.

Aunque la práctica del “plaçage” formó parte de la idiosincrasia de la sociedad de Nueva Orleans eso no significa que la cosmopolita ciudad ostentara la exclusividad de dicho sistema extramarital. De una forma no tan extendida como en ella, el “plaçage” existió en toda la América colonial tanto española como francesa, incluso en el Caribe en islas como Santo Domingo.

El término plaçage proviene de la palabra francesa placer que significa: colocar, situar. Asimismo, a esta peculiar relación se la conocía coloquialmente en Francia como “el matrimonio de la mano izquierda”.

Ciñéndonos a Nueva Orleans, no en todos los casos el “plaçage” se concretaba en los famosos “Quadroon Balls” sino que se realizaba de otra manera más discreta y pensada.
Los estudiosos de este tema en cuestión nos hablan de que existió un buen número de blancos, sobre todo de la más alta sociedad, que “colocaron” cuidadosamente a las hijas habidas en sus relaciones con sus amantes creoles entre miembros de su familia o de sus amistades más íntimas.
Uno de los casos más representativos de lo anteriormente expuesto lo constituye el “plaçage” de Eulalie de Mandéville.

En las crónicas en las que se nombran a las más antiguas familias de blancos de Nueva Orleans aparece en primer lugar el nombre de Marigny de Mandéville. De hecho, esta familia antecede a la propia ciudad. Durante dos siglos, su vida constituye por sus activas contribuciones en una parte nada desdeñable de su historia.
La primera persona de la ilustre saga que apareció en Nueva Orleans fue François Philippe de Marigny de Mandéville, que en el año 1724 ostentaba el cargo de Comandante en Jefe de todas las tropas acuarteladas en la ciudad.
En 1750, nació un nieto suyo con el pomposo nombre de Pierre Enguerrad Philippe, Conde de Ecuyer de Mandéville y Sieur de Marigny.
Eulalie fue el nombre de la hija mayor concebida por su amante creole y se la ofreció a Eugène Macarty.

La familia Macarty fue también otra de las de más alto abolengo en la temprana historia de Nueva Orleans. Llevó a cabo una fructífera unión por medio del matrimonio con una hija de Esteban Miró, gobernador español de Louisiana durante 1785 a 1791.
Augustin Macarty, hermano de Eugène, fue el alcalde Nueva Orleans durante el período comprendido entre 1815 a 1820, años en los que la ciudad creció en todos los órdenes.

Eugène Macarty aceptó a Eulalie de Mandéville como su compañera sentimental, cuando esta contaba con 22 años y este “plaçage” duró durante toda su vida, alrededor de 50 años. Trajeron a este mundo a cinco hijos.
Eugène jamás se relacionó con una mujer blanca y esta decisión, a decir de los entendidos, fue algo que no era nada inusual en aquellos tiempos.
Ya en su lecho de muerte, Macarty se casó con Eulalie en 1845 y testó a su favor poniendo a su nombre todo su dinero y propiedades. La parte blanca de su familia trató de impugnar el documento, pero los jueces dictaminaron a favor de ella, que murió rica tres años más tarde.

En el libro “The Past as Prelude: New Orleans 1718-1968” escrito por Hodding Carter y editado en el año 2009 podemos leer:
“Gracias a Dios que los franceses llegaron aquí antes. ¿Te puedes imaginar que en Nueva Orleans se flambearan a las reinas del vudú en vez de al café brulot, se predicara el evangelio a las bellas quadroons en vez de bailar con ellas; pasar toda una vida comiendo carne hervida con patatas en vez de gambas a la Cardinale, o palmeta en papillote o gumbo?”.

En 1998, Wynton Marsalis realizó un trabajo para The Chamber Music Society of Lincoln Center componiendo la música de una obra a la que tituló “At The Octoroon Balls”. Para ello tuvo que viajar en el tiempo y situarse a principios del siglo XIX, dejando a un lado el jazz.
La obra “At The Octoroon Balls” está dividida en dos partes. En la primera el único protagonista es un cuarteto de cuerda que interpreta siete melodías en el más puro estilo clásico. La segunda parte la constituye una suite que lleva por título “A Fiddler’s Tale Suite” y contiene nueve movimientos interpretados por diversas formaciones de músicos todos ellos procedentes de The Chamber Music. El sello que ha editado el disco ha sido Sony Classical, lo que nos da una idea de la estética musical del trabajo.
Wynton Marsalis comentó de esta manera el álbum: “La música de “At The Octoroon Balls” está inspirada en los compositores tempranos de Nueva Orleans. Un baile es un ritual y una danza. Todo el mundo se pone sus vestimentas más elegantes. En los Octoroon Balls (léase también Quadroon Balls) existía un transvase de modos de vida. Gente de diferentes estratos sociales se juntaban en busca del placer y de la satisfacción. La música conducía a que esto se llevara a cabo”.
El quinto movimiento de la suite lleva por título “Concert Piece”.

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