Los Duros Comienzos de Billie Holiday

Billie Holiday
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Billie Holiday y su madre Sara
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Billie Dove
Mildred Bailey
Benny Goodman
Pigmeat Markham
Teddy Wilson
Billie Holiday
Teddy Wilson y Billie Holiday recibiendo un premio de la revista Esquire de manos e Arthur Godfrey. Nueva York 13 de enero de 1947.
Los Duros Comienzos de Billie Holiday

Las cuatro décadas largas que permaneció Billie Holiday en nuestro mundo no están repartidas equitativamente: existió más tristeza y tragedia que alegría o amor. Lady Day, como otros personajes públicos que el destino les ha otorgado esa clase de existencia, fue, y sigue siendo, un imán que ha absorbido todo tipo de mitos y leyendas. Sus biógrafos y estudiosos han gastado kilos de tinta en escribir sobre ella tanto en libros, revistas, periódicos… como en guiones para documentales y películas. No sé quién dijo: “Si las leyendas sobrepasan a la realidad, escribe sobre las leyendas”. Todo ello invita a pensar si existió alguien que realmente conoció a la verdadera y auténtica Billie y lo trasmitió a todas aquellas personas que buscaban la verdad.
Contaban que una tarde lluviosa en Nueva York, Billie iba medio corriendo protegiéndose bajo su paraguas cuando se tropezó con una persona, resultando que se trataba de un músico a quién no veía hacía bastante tiempo. Este le preguntó: “¿Cómo lo llevas, Billie? Y ella le contestó: “Ya ves, sigo siendo negra”. Esta pequeña anécdota ¿será verdad o mentira? Lo que sí puedo decir es que está escrita.

En donde no existe ni mito ni leyenda es en el terreno musical. Está ahí y se puede escuchar. Y en este punto existe un acuerdo total entre biógrafos y estudiosos en el sentido de que ninguno de ellos duda de que sigue siendo la mejor cantante de la historia del jazz: “Yo no creo que cante. Trato de improvisar como Lester o Louis, o como alguien a quien admiro. Cómo sale, depende de cómo me siento. Odio cantar siempre lo mismo. Cambio la canción para hacerla mía. Eso es todo lo que hago”.

El poeta Frank O’Hara en su elegía titulada The Day Lady Died la termina de esta manera: “Ella susurraba junto al teclado… y todo el mundo y yo nos quedamos sin respiración”.

Sara Harris trabajaba de empleada doméstica en casa de unos blancos en Baltimore. Durante el verano de 1914, ella tenía 18 años, conoció a Clarence Holiday, de 16, en una sala de baile. Este último, que vivía en casa de sus padres, trabajaba de recadista en una tienda de comestibles y era aspirante a músico.
Ambos comenzaron una relación que dio como resultado que Sara se quedase, al poco tiempo, embarazada. Abandonó Baltimore por Filadelfia y en esta ciudad trató, con desigual fortuna, de conseguir un trabajo como empleada doméstica. Los últimos meses del embarazo los pasó en el Philadelphia General Hospital donde dio a luz a una niña el 7 de abril de 1915 a la que llamó Eleanora. En el certificado de nacimiento aparece como padre de la criatura Frank DeViese, un joven camarero amigo de la madre.
Sara al verse con una hija y sin empleo le preguntó a su media hermana Eva si podía hacerse cargo de Eleanora. Esta accedió y mandó a su marido, Robert Miller, a Filadelfia para que se hiciera cargo de la niña y la trajera a Baltimore.
Este viaje marcó el comienzo de una infeliz infancia de Eleanora que terminó, sin entrar en más detalles, delante de un juez que determinó que la niña de nueve años carecía de los cuidados y de la supervisión necesaria por parte de sus allegados y la internó, en enero de 1925, en la House of Good Shepherd for Colored Girls, una escuela católica que se encargaba de niñas y jóvenes con problemas.
Diez meses más tarde, a Eleanora le pusieron bajo la custodia de su madre. Por entonces, Sara vivía muy cerca del barrio de las luces rojas de Baltimore, que estaba plagado de bares y burdeles. Trabajaba de camarera en un restaurante que únicamente abría sus puertas por la noche, aparte de realizar pequeñas labores domésticas en casas particulares durante el día.
Al cabo de unos meses, Sara se cansó de sus trabajos en Baltimore y decidió marcharse a Nueva York en busca de una vida mejor. A su hija la dejó al cuidado de la madre de su último “marido” llamada Lucy. Ni que decir tiene que Eleonora fue libre como un pájaro para hacer lo que le viniera en gana mientras estuvo en casa de esa señora. Además, en el aspecto físico se estaba convirtiendo en una hermosa joven.

Eleonora conoció, por entonces, a Ethel Moore una exitosa mujer de negocios que poseía varios burdeles. Que nuestra protagonista trabajó en ellos no cabe la menor duda, pero ¿qué tipo de labores realizó en los prostíbulos? y ¿durante cuánto tiempo?
Sean bienvenidos los mitos y leyendas y muchos de ellos provocados por la propia Eleonora.
Lo que sí parece cierto es que en esas “sporting houses”, como las llaman los norteamericanos, ella escuchó por primera vez, en las vitrolas que estaban sonando a todas horas, canciones interpretadas por Bessie Smith, Louis Armstrong, Jelly Roll Morton… Y Eleonora se las aprendió de memoria y se paseó con ellas por todos los bares que atestaban el barrio y se las cantó a todos aquellos que quisieron escucharle. Incluso de vez en cuando se sacaba algunas monedas. Y estos fueron los momentos en los que se estaba realizando una metamorfosis en la que una mujer pobre y negra nacida en Baltimore se estaba transformando en Billie Holiday. Y fue entonces cuando decidió acudir a Nueva York a la llamada de su madre.

Los biógrafos y estudiosos no se han puesto de acuerdo sobre si Eleonora llegó a Nueva York en el año 1927 o 1929. Lo que sí parece ser cierto es que su madre vivía alquilada en un apartamento en la 151 West 140th Street teniendo como vecina a Florence Williams una famosa madame de Harlem. Sara trabajaba para ella y parece que su hija lo hizo durante un corto tiempo. Lo que sí está documentado es que la policía realizó una redada el 2 de mayo de 1929 y Eleonora estaba entre las chicas. El juez le acusó de ejercer la prostitución y le condenó a 100 días de cárcel.

Una vez de vuelta a Harlem, Eleonora trabó amistad con un saxofonista vecino suyo de nombre Kenneth Holton. A principios de 1930, este músico le proporcionó a la cantante en ciernes su primera aparición en público junto a una banda. Se desarrolló en el Grey Dawn, un pequeño cabaret en Queens. Su performance dejó impresionado al público asistente ya que llenó de monedas el entarimado del escenario. Esta aventura musical con la banda del saxofonista terminó en la primavera de 1930.
Seguidamente, la vocalista encontró un trabajo en The Nest Club un cabaret de Harlem que abría “after hours”, es decir, de las dos de la tarde a las ocho de la noche, y en ese período de tiempo no se podían servir bebidas alcohólicas.
Según la propia Eleonora Fagan fue en ese cabaret donde cambió su nombre por el de Billie Holiday. Eligió el de Billie por la admiración que sentía por la actriz y cantante Billie Dove. Esta artista triunfó en las películas mudas después de un paseo triunfal por Broadway en los espectáculos Ziegfeld Follies. El apellido que eligió fue el de su padre biológico, Clarence Holiday, que en esos momentos era relativamente conocido como guitarrista de la banda de Fletcher Henderson.

Billie Holiday se apuntó a un circuito que recorría cabarets y night clubs “after hours” junto a otras cantantes. El funcionamiento era muchas veces el siguiente: Una vocalista subía al escenario donde cantaba unas pocas canciones. Seguidamente bajaba de él y recorría las mesas donde estaban los clientes para recoger las “propinas”. Mientras tanto otra cantante ocupaba el escenario. Billie Holiday se negó a cantar en ese show ya que le parecía degradante. Solo cantaba si el dueño del local le pagaba directamente. También se negaba a interpretar canciones subidas de tono. Con estos comportamientos, Billie se ganó una fama entre sus compañeras y dueños de locales de persona arrogante y chulesca. Por todo ello esas personas, y para reírse de ella, le apodaron Lady Day.  En la autobiografía de Billie Holiday titulada The Lady Sings The Blues podemos leer: En el Log Cabin (jazz club de Harlem) las chicas solían mofarse de mí llamándome Lady porque pensaban que yo me creía demasiado distinguida como para recoger de las mesas las propinas de los clientes. Pero el nombre de Lady perduró, incluso después de que todos olvidaran cuál era su origen. Lester Young lo emparejó con las tres últimas letras de Holiday y empezó a llamarme Lady Day”.

A la vez que Billie trataba de hacerse un hueco como vocalista, los EE.UU. entraban en la Gran Depresión, y la industria de la música, desde los clubs de jazz hasta las compañías discográficas sufrieron su duro impacto. En el verano de 1930, Sara y Billie vivían en una pequeña habitación en la West 27th Street de Harlem. A la cantante no le quedó más remedio que ponerse a trabajar de camarera en el Mexico’s, un restaurante y club de jazz de Harlem, donde su madre era una de las cocineras. El dueño del mismo le permitió a Billie que cantase diariamente varias canciones y que después se pasase por las mesas para recoger las propinas (CURIOSO).

El Mexico’s era un establecimiento donde concurrían muchos músicos que conocieron a Billie y mantuvieron un trato con ella. En el libro de John Chilton titulado Billie Blues podemos leer: “Ella hablaba prácticamente en un suspiro… era inflexible, terriblemente honesta… muy atractiva, muy “cool”, amable… y extremadamente tranquila que le gustaba hablar… solía ir con un vestido a cuadros y era vivaracha, joven y agradable… ella era un sol”.

Una noche en Mexico’s apareció la vocalista de blues Marge Johnson y le encantó la manera de cantar de Billie. Se puso en contacto con el pianista y director de banda Charlie Johnson que en esos momentos trabajaba en el Ed Small’s Paradise, un night club ubicado en Harlem con una capacidad para 1.500 personas. El director estuvo de acuerdo en realizarle una audición a Billie y ella lo recuerda así:

“Yo llegué al Small’s y estaba lista para cantar cuando Charlie Johnson me preguntó: “¿En qué tono cantas la canción?” Y yo le respondí: “Yo no lo sé, tío, tú empieza a tocar”. Me echaron del escenario tan rápido que casi daba risa… Desde entonces conozco todos los tonos en los que interpreto mis canciones”.

Hacia el final de 1932, Billie tuvo la oportunidad de cantar en un pequeño club llamado Covan’s en la West 132nd Street de Harlem. Ella había sido contratada para suplir a Monette Moore, una popular cantante de jazz que había trabajado en los escenarios de Broadway y que era poseedora de una voz baja y rasposa. Uno de sus más fieles seguidores era John Hammond, personaje que se haría famoso como productor y descubridor de talentos.
Hammond volvió al Covan’s y escuchó por primera vez cantar a Billie Holiday y se quedó paralizado viendo cómo se movía de mesa en mesa improvisando la canción: “La manera que tenía ella de cantar alrededor de la melodía, su insólito sentido armónico y su manera de transmitir la letra de la melodía era algo increíble en una chica de diecisiete años”.
A pesar de que Hammond pensase que se había encontrado con un diamante en bruto quiso asegurarse pidiendo una segunda opinión. Se puso en contacto con el vibrafonista de jazz Red Norvo y con su mujer la cantante Mildred Bailey. El trío se presentó una noche en el Covan’s a escuchar a Billie. Después de un par de canciones, Mildred le dijo a Hammond: ¡Esa chica sabe cantar!. Este ya no perdió más tiempo y al acabar Billie su actuación se presentó. Y este fue el comienzo de una gratificante y satisfactoria relación profesional entre ambos.

John Hammond empezó a trabajar para Billie convirtiéndose en su agente de prensa no oficial escribiendo artículos en magazines especializados. En abril de 1933 y en la revista inglesa Melody Maker, informaba a los lectores que había encontrado a una nueva estrella y que algo habría que hacer para que esta grabara discos.
Billie por aquel entonces estaba actuando en el Monette’s Club de Harlem y una noche Hammond se presentó en el local acompañando de Benny Goodman ya que quería que el clarinetista escuchara a la cantante. Este episodio dio lugar a la primera grabación de Billie. El 27 de noviembre de 1933, nueve músicos de la orquesta de Goodman entraron en el estudio del sello Columbia en Nueva York: Buck Washington, piano; Artie Bernstein, contrabajo; Gene Krupa, batería; Charlie Teagarden, Shirley Clay, trompetas; Jack Teagarden, trombón; Art Karle, saxo tenor y Benny Goodman, clarinete.
Billie – que contaba con 18 años – entró en el estudio y vio a los excelentes músicos blancos que le iban a acompañar y los nervios empezaron a aflorar y más, cuando le dijeron que tenía que cantar a un micrófono, algo que no había hecho en su vida. De todas formas, a la tercera toma la canción titulada Your mother son-in-law (escrita por Alberta Nichols y Mann Holiner), quedó terminada. 
Ese tema fue la cara A de un sencillo (la cara B era un instrumental de Goodman) que salió al mercado, pero no tuvo la acogida que se esperaba. Ese 27 de noviembre de 1933 es relevante en la vida profesional de Billie únicamente por la efeméride que nos recuerda que en esa fecha ella grabó por primera vez una canción.

El 23 de noviembre de 1934, Billie llegó al Apollo Theatre directamente del club Hotcha donde se había pasado cantando durante toda la noche. El espectáculo estaba programado para las diez de la mañana y para cuando le tocó el turno estaba tan nerviosa que tuvo que empujarle el cómico Pigmeat Markham para que saliera al escenario: “Cuando mis pasos se detuvieron estaba en medio del escenario. De alguna manera logré llegar hasta el micro y lo cogí. Me temblaban tanto las rodillas que la gente no sabía si cantaba o si bailaba. Una tía de primera fila gritó: “mira, canta y baila al mismo tiempo”: Empecé con una canción de Bernie Hanighen a la que siguió The Man I Love y ya me sentí bien. Entonces la sala fue un estallido. No hay nada como el público del Apollo. No me preguntaron cuál era mi estilo, de dónde venía, cómo había evolucionado, quién me había influido, ni nada. Se limitaron a hacer temblar la sala. Y persistieron. Volví al Apollo la semana siguiente, algo insólito entonces, aunque sea yo quien lo diga”.

En 1934, John Hammond se encontraba trabajando en las oficinas de Irving Mills, uno de hombres poderosos en la industria del show business, aparte de ser el manager de importantes artistas como Duke Ellington o Cab Calloway. La insistencia de Hammond consiguió que Mills aceptara como cliente a Billie Holiday.
Esa relación comercial entre ellos fructificó al año siguiente, ya que Billie fue contratada como protagonista de un cortometraje titulado Symphony in Black: A Rhapsody of Negro Life junto a Duke Ellington. Se estrenó el 13 de septiembre de 1935, después de 10 meses de rodaje, y para Billie Holiday representó su primera aparición en la pantalla grande.

La aparición de Billie en este corto consiguió que ella subiera varios peldaños como cantante y como persona, y que su nombre empezara a ser conocido por sectores cada vez más amplios entre los aficionados al jazz.

John Hammond continuaba con su propósito de lograr que Billie Holiday se convirtiese en una estrella del jazz vocal. A principio de 1935 le consiguió un contrato con la discográfica Brunswick Records. Este sello fundado en 1916 fue el artífice de sacar al mercado los discos de 78 rpm, que fueron copiados por el resto de las compañías. Además, Hammond convenció al excelente pianista Teddy Wilson para que se convirtiera en su director musical.

El 2 de julio de 1935, es una fecha histórica en la carrera musical de la vocalista ya que fue la primera sesión en la que Teddy Wilson dirigía a la banda: Roy Eldridge, trompeta; Benny Goodman, clarinete; Ben Webster, saxo tenor; John Truehart, guitarra; John Kirby, contrabajo; Cozy Cole, batería y Wilson, piano.
Estos músicos junto a Billie grabaron cuatro canciones. Entre ellas se encontraba la titulada What a little moonlight can do que se convertiría con el tiempo en un tema “de” Billie Holiday. Lo escribió Harry M. Woods en 1934 – durante su etapa británica – para la banda sonora de la película Road House (1934).

Teddy Wilson colaboró con Billie en el estudio de grabación desde 1935 a 1938 y esporádicamente de 1940 a 1942. Ambos dejaron 94 canciones que forman una parte importante de su discografía
John Hammond y Teddy Wilson fueron dos de las personas que auparon a Billie para que alcanzase lo más alto del podio reservado al jazz vocal. A pesar de ser mujer, negra y pobre. Y a pesar de todos los pesares que padeció a lo largo de su vida.

Damas y Caballeros con ustedes: Billie Holiday.

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