Scott Joplin: Maple Leaf Rag & Treemonisha

Scott Joplin
arreglado por Charles N.Daniels
John Stark
Gunther Schuller – Foto: Jimmy Katz
Representación de Treemonisha
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Scott Joplin: Maple Leaf Rag & Treemonisha

El banjo, ese instrumento de cuerdas pulsadas, nació en África con el nombre de “bania” y prácticamente hasta el siglo XVIII no sufrió ninguna modificación. Los nombres de los primeros banjoístas destacados se remontan a finales del citado siglo y de entre ellos podemos entresacar a los Bohee Brothers, James y George, que viajaron a Europa con los Haverly’s European Minstrels y se hicieron muy populares en Gran Bretaña como instrumentistas y profesores. James Bohee se instaló en Inglaterra y dio clases de banjo al mismísimo príncipe de Gales, más tarde Eduardo VII. En tempranas pinturas o ilustraciones que reflejan la vida de los negros en América vemos que el banjo es uno de los instrumentos que más aparece retratado. Esto nos indica que lo construyeron tal como lo hacían en África y que sus sincopadas notas fueron de las primeras que resonaron por las plantaciones sureñas en los ratos de asueto de sus moradores.

En la mitad de los años ochenta del siglo XIX hicieron su aparición en varios puntos de la geografía de los U.S.A., como Harlem, St. Louis, Nueva Orleans o Sedalia, unos pianistas que empezaron a componer una música muy sincopada, que bien pudiera haber tenido su origen en el estudio de la técnica desarrollada por los banjoístas, para seguidamente aplicarla al piano. A su música se la conoce como “Rags de Piano”.
Si dejamos aparte la síncopa típicamente africana con la que estos pianistas envolvían sus composiciones, el resto de sus señas de identidad se encuentran en la música clásica europea, con preferencia en la del siglo XIX. Los minuetos de Mozart, las mazurcas de Chopin o los valses de Strauss están, desde un aspecto puramente formal, en los “Rags de Piano”.
También, como en la música clásica europea, los intérpretes de “rags” debían ceñirse exclusivamente a las notas escritas en el pentagrama. De aquí la eterna discusión sobre si a los “Rags de Piano” se les puede considerar o no como una de las patas de la mesa que sostiene al jazz, ya que en ellos no hay ningún atisbo de improvisación.

Sin lugar a dudas, Scott Joplin está considerado el más grande compositor de “Rags”. Su talento y su importancia en la historia de este apartado de la música norteamericana está ampliamente reconocido. Incluso algunos estudiosos piensan que todavía existen hechos de su vida artística que merecen un reconocimiento mayor del que hasta ahora le vienen otorgado musicólogos e historiadores.

No se sabe con certeza ni cuándo ni dónde nació. Según la documentación recogida por los historiadores en dos censos de Texas, parece probable que Scott vino a este mundo en algún pueblo situado al norte de ese estado entre junio de 1867 y enero de 1868. Siendo todavía un muchacho su familia abandonó la granja donde su padre (que había nacido esclavo) trabajaba como labrador. Se asentaron en Texarkana un pueblo situado en la frontera entre Texas y Arkansas. El primer contacto que tuvo Scott con un piano fue en la casa donde su madre trabajaba en labores domésticas. Los dueños le permitieron que “jugara” con el instrumento. El profesor de música Julius Weiss (de origen alemán) tuvo la oportunidad de escuchar al joven Scott tocando el piano y se quedó tan impresionado que se ofreció a darle clases gratis. Él fue quien le educó con especial énfasis en la música clásica europea incluyendo la ópera.
Está documentado que Joplin en 1891 formó parte de un grupo de “minstrel”. Dos años más tarde lideró su propia banda (donde tocaba la corneta) actuando en salones de baile y en cualquier evento donde la música era bienvenida. En 1895 formó un grupo vocal de nombre “Texas Medley Quartette” con el que realizó diversas giras por la zona este del país.
Por esas mismas fechas Scott Joplin dejó de ser un músico itinerante fijando su residencia en Sedalia donde se ganó la vida como pianista y dando clases a jóvenes de la localidad.
En 1898 se fundaron dos clubs sociales por afroamericanos con el nombre de “Maple Leaf” y “Black 400”. Desde un primer momento Scott Joplin fue el músico elegido para que las notas que salían de su piano volaran indistintamente por la atmósfera de ambos locales.
La próspera comunidad negra de la ciudad costeaba varios periódicos y un colegio, el George R. Smith College for Negroes.  Fue en esta institución donde Joplin estudió anotación musical y supuestamente tomó contacto con sus primeros “rags”, pero un incendio acaecido en 1925 arrasó con toda la documentación que el colegio poseía sobre los trabajos realizados por el incipiente compositor.

Scott Joplin editó su primer “rag” en el año 1899 bajo el título de «Original Rags» (anteriormente había compuesto un par de marchas y algún vals). La editorial musical fue la de Carl Hoffman. También aparece en la portada de la partitura Charles N. Daniels (en letras más grandes) como arreglista. Este señor lo único que hizo, según relató en su día su propio hijo, fue escribir en papel pautado las notas que tocaba Joplin (con el copyright habemus topado). De todas formas, este primer “rag” apenas tuvo repercusión tanto económica como musical.  
Ese mismo año Scott Joplin publicó “Maple Leaf Rag” y la vida del compositor dio un vuelco total como también la del editor de la melodía, John Stark.

John Stark (1841-1927) nació en Kentucky en 1841. Él y su familia se mudaron en 1882 a la ciudad de Sedalia. Allí abrió una tienda de música. En el trascurso de unos pocos años, Stark tuvo la oportunidad de adquirir una pequeña editorial musical que la llamó John Stark & Son. En el momento de su compra poseía los derechos del copyright de siete canciones. Era imprescindible mover el negocio.
Suelo comentar que las Musas que mueven los hilos de la música son muy caprichosas, algunas veces con un sutil meneo consiguen, por ejemplo, que dos personas estén juntas en el sitio y en el momento preciso.
Nos encontramos en Sedalia a principios de 1889. La editorial de John Stark sigue siendo un pequeño negocio sin visos de convertirse en algo medianamente importante.
En una tarde cualquiera, John decide pasarse por el “Maple Leaf Club”. Allí se encuentra Scott Joplin interpretando sus melodías para todo aquel que quiera escucharlas. Uno de los que pone atención es el editorialista que se queda gratamente sorprendido por una de ellas. Se acerca al pianista y le comenta que le gustaría reunirse con él en sus oficinas para hablar de negocios. Se citan para el día siguiente.
John Stark le comenta a Scott Joplin que le gustaría editar la canción que le escuchó tocar en el club. En el contrato le especifica que recibirá un centavo por cada partitura vendida durante el resto de su vida. En el primer año se vendieron aproximadamente 400, pero para 1909 la cifra llegó al medio millón de copias y este montante se mantendría estable durante dos décadas. A la canción Joplin la tituló “Maple Leaf Rag” en agradecimiento al club, ya que allí fue donde se produjo el fructifico encuentro “Joplin-Stark”.

John Stark se hizo de oro con la canción de Joplin. Abrió otra editorial en St. Louis y su nombre como publicista de “rags de piano” comenzó a ser reconocido y otros compositores importantes como James Lamb, Arthur Marshall o Scott Hayden (todos protegidos de Joplin) empezaron a confiarle sus “rags”. Llegó a abrir otra editorial en Nueva York, pero la repentina muerte de su esposa en 1910 le supuso un duro golpe y la cerró. Volvió a St. Louis donde siguió con éxito su negocio hasta 1922. Llegó el jazz y los “rags” sucumbieron. John Stark odió a esa música improvisada propia de los tugurios más indeseables desde que escuchó sus primeros compases. Solía contar que cuando él empezó las partituras de “rags” estaban situadas en las baldas más bajas de las estanterías. Él las ubicó junto a las de Beethoven y Bach. John Stark falleció el 21 de octubre de 1927, a una edad de 86 años, después de hacerse un nombre entre los músicos y amantes de los “rags de piano”.

Las masivas ventas de partituras de “Maple Leaf Rag” le solucionaron la vida a Scott Joplin en el aspecto económico. Dejó a un lado sus actuaciones como pianista de cara al público – tampoco se consideraba un virtuoso del instrumento – y se dedicó exclusivamente a la composición y a la enseñanza. En su fondo musical podemos contabilizar cerca de sesenta “rags de piano”, una veintena de canciones y algunas marchas y valses.

Antes de introducirme en otro aspecto musical de Joplin, voy a tener que recurrir de nuevo a las Musas.
Las Musas movieron sus hilos para que el director de cine George Roy Hill entrara en la habitación de su hijo donde en ese momento estaba sonando en el tocadiscos un disco de “Rags de Piano” interpretado por Joshua Rifkin. Uno de los que escuchó fue el titulado “The Entertainer”, escrito por Scott Joplin. Roy Hill no tuvo ninguna duda de que esa era la música que estaba buscando para que se convirtiera en la melodía principal de una película que tenía en mente. Roy Hill, con el disco de su hijo bajo el brazo, se citó con el pianista, compositor y director de orquesta Marvin Hamlisch y le pidió que realizara un arreglo del tema de Joplin para incluirlo en la banda sonora de su nuevo trabajo.
El 25 de diciembre de 1973 se estrenó la película dirigida por George Roy Hill titulada “El Golpe” (The Sting) protagonizada por Paul Newman y Robert Redford. Fue nominada a diez premios Oscar y ganó siete. Uno de ellos en el apartado a la mejor banda sonora original de película que recayó en Marvin Hamlisch. El tema “The Entertainer” de Scott Joplin se hizo famoso en el mundo entero, aunque no tanto el nombre de su compositor.
Se da la circunstancia de que la trama de la película se desarrolla en los años treinta y Joplin compuso su canción en 1902. De ese desfase temporal, y por esta vez, las Musas hicieron la vista gorda.

El gran reto personal que, desde un principio, se impuso Scott Joplin como compositor fue el de escribir óperas a la manera de los grandes músicos operísticos europeos.
Su primera ópera la tituló “A Guest of Honor” (1903). La trama de la misma se situaba en la Casa Blanca durante una cena en la que los comensales eran el presidente Roosevelt y el educador, orador y líder de la comunidad negra Booker T. Washington. Para representarla, Joplin creó una compañía con 30 personas y preparó una gira por diferentes estados. Cuando llevaba unos diez días de representaciones alguien de dentro de la comitiva robó el dinero de todo el taquillaje vendido hasta el momento. Esto representó un serio revés económico para Joplin que solo pudo mantener a la compañía durante unas pocas semanas. Su primera aventura operística se convirtió en un fracaso total que además le produjo deudas. Sus acreedores arramplaron con todo lo que pudieron incluidas todas las partituras de la ópera. Esta música nunca ha aparecido hasta este momento a pesar de los esfuerzos de entidades tan importantes y poderosas, como la Biblioteca del Congreso estadounidense.

Scott Joplin no cejó en su empeñó y para el año 1907 ya tenía escrito el libreto y la música de otra ópera a la que había titulado “Treemonisha”.
La trama de la obra es la siguiente: Treemonisha es una joven que ha aprendido a leer y a escribir además de a sumar y a restar. Estos conocimientos le abren unas puertas que la sitúan fuera de las supersticiones y los miedos con los que conviven, debido a su ignorancia, las demás personas de su pueblo. Aunque estas se resisten al cambio, los curanderos y hechiceros se percatan del peligro que supone para ellos Treemonisha por lo que deciden raptarla. Al final un amigo de ella la rescata. Vuelve al pueblo y se convierte en su líder. Utiliza la razón y sus conocimientos para desterrar del pueblo los miedos y las supersticiones que atenazan a sus pobladores.

En el verano de 1907 Joplin volvió a Nueva York para contactar con publicistas y con productores para obtener dinero con el fin de estrenar su ópera. Consiguió alquilar un teatro en Harlem y sin ningún tipo de decorado, sin vestuario para los actores y tocando él solo el piano presentó su ópera a los profesionales. Nadie puso el menor interés en editarla ni en arriesgar un centavo en su producción. Scott Joplin quedó muy tocado después de este segundo fracaso y su salud se empezó a resquebrajar.
Se refugió en sus “rags” y compuso algo más de una docena hasta el año 1916. En esa fecha los efectos nocivos tanto físicos como psíquicos que le producía la sífilis que padecía desde hacía veinte años, se agravaron considerablemente y no le quedó otra opción que la de retirarse de toda actividad artística. Ingresado en una institución mental se fue de este mundo el 1 de abril de 1917.

Las partituras de “Treemonisha”, que estaban al cuidado de un fideicomisario, sufrieron un serio percance en el año 1962 quedando prácticamente destruidas al sufrir una inundación la habitación donde se encontraban. En el año 1970 aparecieron unas partituras de “Treemonisha” que Joplin había trascrito para piano.
En el año 1972, el compositor afroamericano Dr. T.J. Anderson, director residente de la Atlanta Symphony Orchestra, realizó una orquestación de “Treemonisha” basada en las partituras de Joplin. Para el papel de Treemonisha contó con soprano Alpha Floyd. La obra se estrenó el 18 de febrero de 1972 en el Atlanta Memorial Arts Center.
Aunque la versión de Anderson de “Treemonisha” tiene el privilegio de ser la primera que se representó en unos escenarios norteamericanos, los musicólogos e historiadores suelen pasar por este evento de puntillas ya que consideran que apenas tuvo una repercusión digna de mención en los círculos musicales y también porque en el transcurso de tres años una nueva puesta en escena de la obra iba a eclipsar casi totalmente a la “Treemonisha” de Anderson.  

En el año 1975, ese grandísimo musico que fue Gunther Schuller realizó una orquestación de la obra de Joplin, para que la interpretara la orquesta y coros de la “Houston Grand Opera”. Para el papel de Treemonisha contó con la gran soprano afroamericana Carmen Balthrop. La première se realizó en mayo de 1975 y permaneció en cártel durante siete días.
El 21 de octubre de 1975, “Treemonisha” se presentó en Broadway en el “Uris Theatre”, con el mismo elenco de artistas del estreno teatral. Llegó a 70 representaciones.

Gunther Schuller comentó lo que significó orquestar “Treemonisha”:

El orquestador de «Treemonisha», de Scott Joplin, tenía que enfrentarse con problemas muy especiales porque «Treemonisha» es una ópera muy especial, una de esas asombrosas creaciones “sui generis” que en nuestra cultura musical rara vez se produce. Una obra en la que se entremezclan elementos surgidos de tres culturas: la ópera europea de mediados del siglo XIX, la danza afroamericana y las expresiones populares (o semi – clásicas, como solían denominarse en la América de principios de siglo). «Treemonisha» es una curiosa mezcla alquímica de estilos y concepciones musicales que habría, necesariamente, fallado en manos de un compositor de menos talento que Joplin.
Así pues, la filosofía a seguir en la orquestación de «Treemonisha» tenía que respetar equitativamente esa notable confluencia tripartita de estilos. Mas aún, tenía que aceptar y ser sensible a dos hechos paralelos: que la música de «Treemonisha” es un maravilloso anacronismo, pese a momentos excepcionalmente “avanzados”, y ahí nos encontramos con el elemento más difícil de captar: que es una pieza de época llena de ese inocente encanto, que en el siglo XX que ahora vivimos, lo hemos perdido hace tiempo, pero que de alguna manera tratamos de recuperarlo”.

 Scott Joplin comentó sobre su ópera: “Yo soy un compositor de “rags”, pero quiero dejar bien sentado que mi ópera “Treemonisha” nada tiene que ver con los “rags”. En la mayoría de los compases he introducido síncopas (ritmos) propias de mi raza, pero la música no es inherente a los “rags” y la orquestación y el libreto de la obra la acreditan como una Gran Ópera”.

En 1976, la compañía de discos “Deutsche Grammophon” grabó en dos L.Ps. toda la música de “Treemonisha” con los mismos artistas de Broadway y el arreglo de Gunther Schuller. Ese mismo año le concedieron a Joplin, a título póstumo, el Premio Pulitzer por “Treemonisha”.
En el año 1986, la “Houston Gran Opera” produjo una serie de tres episodios, para la TV, en la que nos muestra la puesta en escena de “Treemonisha”. Contrató a todos aquellos artistas que estaban en activo y que habían participado en la versión teatral. Carmen Balthrop estaba entre ellos. A la versión de Gunther Schuller no se le movió ni una sola nota.
Aquí os dejo un ejemplo:

A la ópera de Scott Joplin la clasificaron los que entienden de esas cosas como “Ópera Folk”. 25 años más tarde, George Gershwin estrenaba “Porgy and Bess” que también la calificaron como “Ópera Folk”. Pero entre ambas hay una sutil diferencia. El músico negro quiso emular a los compositores blancos. El músico blanco quiso emular a los compositores negros. Esto nos indica las intrincadas transculturaciones musicales que se produjeron durante muchos años en los EE.UU.

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