Historias de Nueva Orleans (II): Filles à la Cassette

Llegada de las ursulinas a Nueva Orleans – 1727
Pupitre de las aulas de clase en «Old Ursulines Convent»
Interior del «Old Ursulines Convent»
Jean-Baptiste Le Moyne de Bienville
Convento de las Ursulinas en la ciudad de Saint-Denis (Francia) que data de 1782
«Filles à la cassette a las puertas del convento» – Conti Vax Museum (museo de cera) de Nueva Orleans
«Les Filles à la Cassette» obra de la pintora de Nueva Orleans (nacida en Inglaterra), Brenda Burke con motivo de la celebración de la llegada de las jóvenes a N.O. en 1727
Equipaje de man0 de las «Filles à la Cassetee (Canadian Museum of History)
Historias de Nueva Orleans (II): Filles à la Cassette

La ciudad de Nueva Orleans fue fundada en 1717 por Jean-Baptiste Le Moyne de Bienville. Diez años más tarde la población de la ciudad la componían 773 personas, de las cuales 665 eran blancos, 77 africanos y 31 indígenas. En las plantaciones cercanas a la villa vivían 1.631 individuos de los cuales la mayoría (cerca del 70%) eran esclavos negros y el resto lo componían las familias de los dueños de las plantaciones más sus ayudantes, todos ellos blancos.

En el mes de marzo de 1727 el barco “Gironde” zarpó de la ciudad portuaria francesa de Lorient con destino a Balise un pequeño puerto situado a 99 millas de Nueva Orleans, río Mississippi arriba.
Esta vez la nave transportaba a un pasaje totalmente diferente al que tenía por costumbre desembarcar en Louisiana, ya que estaba formado por un grupo de jesuitas y por otro de monjas de la orden de las Ursulinas que habían sido contratadas por La Compañía de Las Indias para ocuparse del hospital de Nueva Orleans.
El número de hermanas que se embarcó en tan peligrosa aventura fue de trece entre las que se encontraba la madre superiora Marie de Tranchepain (Hermana Saint-Augustin) y la novicia Marie-Madeleine Hachard de Rou (que tuvo que pedir permiso a su padre para emprender este viaje ya que tenía 20 años). Esta última escribió un libro donde describió sus avatares en Nueva Orleans, que fueron muchos, con el título de “De Rouen en Louisiane. Voyage d’une ursuline en 1727”, el cual se ha editado en inglés con el título de «Voices from an Early American Convent: Marie Madeleine Hachard and the New Orleans Ursulines» (2009). Este libro que refleja los 33 años que pasó Marie-Madeliene en unas tierras desconocidas y peligrosas han servido mucho y bien a todos los estudiosos que quieren sumergirse en esa época de la colonia de Louisiana, particularmente en Nueva Orleans.

Por el relato de Marie-Madeliene sabemos que el “Gironde” tardó cinco meses, en vez de los tres previstos, en alcanzar la costa americana. En ese período de tiempo la nave tuvo que hacer frente a varias tormentas y embarrancó en un par de ocasiones. A finales septiembre el “Gironde” arribó al puerto de Balise donde las monjas desembarcaron. En esta ciudad permanecieron durante una semana a la espera del medio de trasporte que les condujera hasta Nueva Orleans. Con ese fin llegaron dos piraguas y una gabarra que tardaron una semana en alcanzar su destino navegando río arriba. Según el testimonio de Marie-Madeliene esta experiencia resultó bastante más penosa que los cinco meses trascurridos en el mar.
El 7 de agosto de 1727, las once monjas más dos novicias y un sirviente pusieron sus pies en la ciudad de Nueva Orleans.

LLegada de las Ursulinas a Nueva Orleans – 1727

La Compañía de las Indias ya se había ocupado de alquilar el Hotel Bienville donde se hospedaron las religiosas durante unas pocas semanas, al cabo de las cuales las ubicaron en una plantación en la parte baja de Nueva Orleans. Permanecieron en ella durante seis años que fue el tiempo que se necesitó para construir su primer convento que estuvo terminado en 1734. Esta construcción de madera resultó ser inadecuada para el clima húmedo de Nueva Orleans y muy peligrosa en caso de incendio. En 1745, y contiguo a ese convento, se empezó a edificar uno nuevo de ladrillo que se completó en 1753. La planta baja se utilizó en gran parte para el dormitorio, las aulas, el refectorio y la enfermería del orfanato. El segundo piso contenía las celdas para las monjas, una biblioteca, otra enfermería y almacenes. A este edificio se le conoce en Nueva Orleans como “The Old Ursuline Convent”. Este inmueble, que ha sobrevivido a incendios y huracanes, es el más antiguo de Nueve Orleans y el único en los EE.UU. que presenta una arquitectura típica de la época colonial francesa. Fue declarado Monumento Histórico Nacional en 1960.
Hoy en día pertenece al arzobispado de la ciudad, ya que las hermanas se trasladaron a la calle Dauphine en 1824 y posteriormente en 1912 a State Street que es donde reside actualmente la “Academia de las Ursulinas”.

Hablar de la labor que unas cuantas monjas valientes desarrollaron en los primeros tiempos de Nueva Orleans es algo impresionante. Ellas influyeron en la cultura y el aprendizaje ya que brindaron una educación excepcional a niñas y mujeres (contando negras e indígenas) de toda la colonia de Louisiana. Para ello crearon el primer internado del territorio donde también eran admitidas las hijas de familias socialmente privilegiadas de países sudamericanos. Establecieron un orfanato y uno de los primeros hospitales de Nueva Orleans.
Además de todo eso tuvieron a su cuidado a unas jóvenes que se les conoce como “Filles à la Cassette”.

Para centrarnos en estas jóvenes debemos previamente volver al censo de 1727 de Nueva Orleans y alrededores donde vivirían aproximadamente 1.100 personas blancas. De ellas la inmensa mayoría eran hombres. Si bien la Corona Francesa hasta el momento no se había preocupado demasiado por el devenir de Louisiana, llegó el momento en que no le quedó más remedio que atender las reiteradas peticiones del gobernador Jean-Baptiste Le Moyne de Bienville de colonizar el territorio y para ello necesitaba que le mandasen mujeres que estuvieran dispuestas a formar una familia y traer hijos en el Nuevo Mundo.
No se conoce quién fue el personaje que para solucionar esa demanda no se le ocurrió otra cosa que presentarse en La Salpêtrière, la cárcel de mujeres parisina, y ofrecer a las reclusas la libertad si viajaban a Nueva Orleans. Alrededor de 80 mujeres accedieron y les metieron en un barco rumbo a la citada ciudad.
Una vez que estas mujeres llegaron a Nueva Orleans el gobernador se quedó desagradablemente sorprendido al percatarse de la ralea de las mismas. Además, se acababa de aprobar un edicto real por el cual se prohibía el trasporte a Louisiana de vagabundos o de personas de escasa moral por lo que no entendió en absoluto la solución que el responsable de turno había dado a su demanda.
Al cabo de una semana los oficiales del ejército acuartelado en Nueva Orleans, así como una representación de los dueños de las plantaciones mantuvieron una reunión con el gobernador para expresarle que las mujeres que habían sido enviadas por la Corona no reunían las mínimas condiciones necesarias para convertirlas en sus esposas y en madres de sus hijos.
Jean-Baptiste Le Moyne de Bienville escribió una dura carta a la Corona en donde explicó el grave problema que habían creado las exconvictas enviadas a su territorio y le exhortó a un mayor control en la elección de las mujeres destinadas a Louisiana con el fin de que fueran dignas de los hombres, tanto civiles y militares, que tenía bajo su mando.

La Corona para resolver el problema de la colonización recurrió a las monjas Ursulinas. Era bien sabido que en cada convento de la orden existía un orfanato y en él vivían jóvenes que habían sido criadas y educadas por las monjas, muchas de ellas desde que eran bebés abandonadas por sus madres a la puerta de los conventos.
La Corona les explicó a las monjas cómo estaba tratando de colonizar Nueva Orleans y cómo necesitaba mujeres para que formasen allí una familia. En el caso de que algunas de sus pupilas estuvieran interesadas en emprender el viaje, las ursulinas de Nueva Orleans se harían cargo de ellas y decidirían qué era lo más adecuado para su futuro.

En el año 1728 llegaron las primeras jóvenes procedentes de conventos de las ursulinas en Francia. Su número no está muy claro, pero serían alrededor de 16 y con edades comprendidas entre 14 y 16 años.  Estas muchachas recibieron ese sobrenombre de “filles à la casette” (Las Chicas del Ataúd) ya que los equipajes de mano que portaban, y que contenían sus pocas pertenencias, se parecían a pequeños ataúdes. Una vez que estas jóvenes eran acogidas en dependencias de las ursulinas solo se les podía ver durante el día, y siempre en compañía de alguna religiosa. Únicamente abandonaban las citadas dependencias para casarse. Unión que debía de obtener el visto bueno de las religiosas.

Los historiadores no aclaran cuantas “filles à la casette” fueron enviadas a Louisiana, pero algunas fuentes constatan que existió un flujo relativamente constante de estas muchachas hasta al menos la mitad del siglo XVIII. De todas maneras, su número es difícil de determinar ya que existen intereses personales que lo hacen prácticamente imposible. Como dice Emily Epstein en su libro titulado “Spectacular Wickedness: Sex, Race and Memory in Storyville, New Orleans”: “Es bien sabido que todos los nativos blancos de Nueva Orleans comienzan su árbol genealógico con una fille à la cassette, ninguno desciende de prostitutas o de convictas y desde luego tampoco de indias o de esclavas africanas”.

“Les filles à la cassette” tienen su pequeña parcela reservada en la música. En el año 1910 se estrenó la opereta en dos actos titulada “Naughty Marietta” con música de Victor Herbert y libreto de Rida Johnson Young. En ella la protagonista se hace pasar por una “Chica del Ataúd” cuando en realidad es una aristócrata a la que el héroe de turno tiene que rescatar. La acción se sitúa en Nueva Orleans en el año 1780. “Naughty Marietta” se convirtió en una película en 1935 y se realizó una versión de la opereta para la televisión en 1955.
De los números que se compusieron para el musical al menos uno de ellos se sigue interpretando hoy en día y sigue gozando de popularidad entre los amantes del género. Su título es “Italian Street Song”.

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