Tony Jackson «Professor» de Storyville (Nueva Orleans)

Primera Página del periódico «The Mascot» de Nueva Orleans del 11 de junio de 1897
Alderman Sidney Story
El «Japanese Parlor» del prostíbulo de Josie Arlington – El piano está situado al fondo al izquierda
Johnny St. Cyr
Manuel Manetta
Jelly Roll Morton
George Baquet
Paul Barbarin
The Naked Dance – Ilustración de George Schmidt
Jelly Roll Morton
Frank Early’s ‘My Place’ donde Tony Jackson escribió la canción «Pretty Baby», Fotografía de principios de los años 40
Brooks Shields & Keith Carradine
Tony Jackson
Chas & Dave
Mapa de Storyville
Esqueleto de Storyville una vez destruidos sus edificios,
Tony Jackson «Professor» de Storyville (Nueva Orleans)

Al final del siglo XIX la prostitución campaba a sus anchas por toda la ciudad de Nueva Orleans y todas esas reinas del pecado, así como sus súbditas, no se esforzaban lo más mínimo en ocultar sus negocios o en exhibir una conducta decente ante sus vecinos, sino más bien todo lo contrario. Además, media ciudad se beneficiaba directa o indirectamente de la prostitución.
Primero de todo tenemos a los proxenetas o a las “madames” que controlaban a las profesionales. Luego están las personas que alquilaban cuartos o casas a precios desorbitados; los policías que por una buena propina miraban siempre hacia donde no pasaba nada; los doctores y enfermeras especialistas en las enfermedades de la piel; los vendedores de productos de alimentación; de bebidas alcohólicas, de muebles y objetos de regalo, de ropa de calle y sobre todo interior para las señoras y señoritas; los traficantes y vendedores de droga; los abogados con sus plumas de firmar; los propietarios de lavanderías; los cocineros, los pinches y los chicos de los recados; los camareros; y por último los músicos. En definitiva, casi todo el personal sacaba algo de tajada del negocio que dos mil prostitutas movían diariamente en la ciudad de Nueva Orleans.  
Familias respetables que habitaban barrios respetables tenían que tapar los ojos a los más pequeños para que no vieran el espectáculo que se organizaba en la puerta al lado de su casa con la entrada y salida de mujeres desvergonzadas del brazo de hombres medio borrachos y faltones. Era evidente que toda esa gente había creado una situación intolerable en la ciudad y que era del todo punto necesario emprender alguna acción y no sólo un compromiso para acabar con la lacra de la prostitución.
Fue entonces cuando un loable miembro de la comunidad, que había estudiado el problema de la prostitución en varios viajes a Europa, propuso una solución para que la mayor parte de la ciudad se viese liberada de la plaga del vicio y del pecado. El remedio que Alderman Sydney Story presentó a las autoridades consistió en elegir un distrito dentro de la ciudad en el que allí y sólo allí se pudiera ejercer la prostitución.
Aunque el Sr. Story tuvo algunos detractores logró sacar adelante su proyecto y la prostitución quedó delimitada al área comprendida entre North Robertson y North Basin Street y desde Customhouse a St. Louis Street donde estaban ubicados 38 bloques de casas. Esta ley entró en vigor el 1 de enero de 1898, siendo ratificada por el Tribunal Supremo en octubre del mismo año. El negocio del sexo jamás estuvo tan controlado en Nueva Orleans (ni en todo EE.UU.) como en los 20 años que estuvo en vigor la ley que puso en práctica el Sr. Story.
La prensa bautizó a esa parte de la ciudad como Storyville, aunque también se la conoció como “The District”.

Para centrarnos en la música que se interpretaba en Storyville debemos separar en dos sus diferentes negocios. Por un lado, los cabarets y las salas de bailes y por otro lado los elegantes y sofisticados burdeles.
Entre los primeros estaban cabarets como el “Tom Anderson’s Annex, el Pete Lala’s Café o The Big 25 y salas de baile como el “Tuxedo Dance Hall” o el Eddie Groshell’s Dance Hall. En estos establecimientos las formaciones de músicos que contrataban iban desde un trío hasta un quinteto o sexteto.
En los más lujosos burdeles, como el Mahogany Hall de Lulu White, el Countess Willie V. Piazza’s o el Hilma Burt’s se contrataba únicamente a un pianista al que llamaban “professor”.

Los “professors” eran los mejores pianistas de Nueva Orleans y su misión consistía en tocar en unas salas determinadas de los burdeles a las que llamaban “parlors”. En ellos era donde el cliente y la prostituta tenían un primer contacto mientras bebían unas copas de champán a precio de oro (existen testimonios de “madames” en los que atestiguaban que ganaban más dinero con la bebida que se consumía en el prostíbulo que con que con la práctica del sexo).
La música que interpretaban los “professors” era de todo tipo: ragtimes, blues, arias, valses, polcas, canciones populares…

El guitarrista y banjoísta de Nueva Orleans, Johnny St. Cyr nos dejó su testimonio sobre los citados «professors»:

«Ellos eran los que más dinero ganaban. Únicamente gente con los bolsillos llenos de dinero iba a esos lujosos burdeles y si se encontraban con una atmósfera que les gustaba a los primeros que daban generosas propinas era a los pianistas. Ellos podían sacarse en una noche entre quince y dieciocho dólares y el trabajo no era demasiado duro. Eran como auténticos lobos, cada penique que rondaba por allí, ellos lo cogían. Todos los “professors” eran más ricos y vivían mejor que todos nosotros, los músicos de una banda”.

Los principales «professors» que llenaron con sus pianísticas notas los «parlors» más suntuosos de los más opulentos burdeles de Storyville fueron los siguientes:  Manuel Manetta, que comenzó su carrera en la mansión de la condesa Willie V. Piazza donde aparte del piano tocaba al el trombón y la trompeta. Kid Ross, que fue el único «professor» blanco, en los veinte años de historia del distrito, que prestó sus servicios en él por dinero. Durante varios años fue el pianista residente del local de Lulu White. La bellísima y atildada Mamie Desdounes fue la única mujer «professor» y aunque tenía cortados dos dedos de su mano derecha interpretaba como nadie los blues. Su presencia no era bien recibida por las pupilas de Lulu White cuando ésta la contrataba para que mostrara su arte en Mahogany Hall. Alfred Wilson a quien Jelly Roll Morton le llamaba “El pobre Alfred Wilson” ya que las mujeres no le dejaban en paz haciéndole casi imposible su trabajo y acabó fumándose toda la marihuana que pudo encontrar. Buddy Carter, John The Baptist, Alfred Cahill todos ellos dignos «professors» que pusieron su grano de arena en hacer más divertidas y alegres las noches de Storyville. 
El “professor” más conocido fue sin duda Jelly Roll Morton al que dediqué hace unas cuantas semanas un artículo en el que me centré en su época de pianista en Storyville. Lo titulé “La Nueva Orleans de Jelly Roll Morton”.
El hecho de que Jelly Roll sea el “professor” más conocido no significa que fuese el mejor, como él mismo lo reconoció:

«El espectáculo que ofrecía Tony Jackson junto a su piano fue el más grande que uno podía disfrutar en el mundo entero. Nadie poseía su memoria musical. No había canción proveniente de una ópera o de cualquier show o escrita en cualquier partitura que Tony no pudiera tocar de memoria. El poseía, también, una maravillosa voz y una buena tesitura. Su voz cantando un aria de una ópera sonaba exactamente como la de un cantante de ópera. Si interpretaba un blues sonaba igual que un cantante de blues… Tony era uno de esos caballeros que mucha gente diría que ‘tenía pluma’… y quizás esa fue la causa para desplazarse a Chicago en 1906. Él buscaba allí una mayor libertad…”.

En una casa sita en Amelia Street de Nueva Orleans vino a este mundo Tony (Antonio) Jackson jr. el 5 de junio de 1876. Su padre fue un pescador oriundo de Richmond, Virginia y su madre una trabajadora doméstica. Tuvo cuatro hermanas mayores y una madre muy posesiva y todas ellas pensaron que el ambiente que se vivía en la vecindad era demasiado rudo para Tony por lo que pasó toda su niñez, prácticamente recluido en su casa como si se tratase de un prisionero.
Aunque la música nunca estuvo presente en su familia, Tony se enamoró del sonido del viejo armonio que escuchaba en casa del vecino. Llegó a una entente con él convirtiéndose en una especie de “chico para todo” con tal de que le dejara practicar con el viejo instrumento, algo a lo que se dedicó con ahínco hasta los trece años.
 Al llegar a esa edad tuvo su primer encuentro con un piano de verdad en un «saloon» y gracias a Adam Oliver. Este señor era peluquero (se supone que la familia de Tony serían clientes suyos) y además dirigía una banda en Nueva Orleans. Gracias a sus contactos consiguió que Tony practicara con el piano en el citado saloon, que estaba ubicado justo en la esquina donde Oliver tenía su negocio, desde primeras horas de la mañana hasta justo antes de la apertura del local.
Prácticamente no existe transición del Tony Jackson “aprendiz de pianista” al profesor Tony Jackson, ya que con quince años su nombre estaba ya en boca de todos los «professors» y músicos en general de Nueva Orleans y éstos no podían creerse lo que oían y veían:

George Baquet (1883-1949), clarinetista:
“Tony empezaba a tocar un cakewalk en el piano, de repente saltaba sobre el taburete y empezaba a bailar encima – y nunca paraba de tocar – ¡y cómo lo tocaba, tío! Nadie tocaba como él”.

Manuel Manetta (1889-1969), pianista, corneta, saxofonista y professor:
“Tony estuvo ahí arriba desde que empezó a tocar. Todos le escuchábamos. Nadie podía ganarle. ¡Él lo tocaba todo! Blues, opera, cualquier cosa”.

Paul Barbarin (1899?-1969), baterista:
“Cantar, tío, como un pájaro. Él era lo que llamamos un hombre-espectáculo. Por eso le contrataban. Si alguien te dice que existía alguno que lo hacía mejor, no te lo creas nunca. ¡Eso es lo que hay! ¡El mejor!”.

Johnny St. Cyr (1890-1966), banjoista:
“Realmente el mejor pianista que teníamos en Nueva Orleans era Tony Jackson, si le exceptuamos, el que le seguía era Jelly Roll”.

Estos son solo algunos ejemplos – en este caso extraídos del libro de Al Rose “Storyville: New Orleans” – de las opiniones que tenían los compañeros de Tony Jackson sobre sus excelencias como intérprete. Pero aún nos queda una faceta musical del pianista de la que aún no hemos hablado y que en ella también fue el mejor.

Jelly Roll Morton le relató a Alan Lomax en sus conversaciones en la Biblioteca de Congreso de los U.S.A en 1938 lo siguiente:

 “Tony tocaba un tipo de melodías muy especiales en las ‘sporting houses’ que las chicas denominaban ‘naked dances’ (danzas del desnudo). Y verdaderamente se desnudaban, ya que se quedaban sin nada.
Por supuesto bailar bien las naked dances fue algo para lo que se requería, o al menos eso pensábamos, una cierta habilidad, ya que su ejecución terminó convirtiéndose en un verdadero arte en Nueva Orleans. Algunas de esas melodías las tocábamos todos los pianistas, pero todas ellas se debían a Tony Jackson, que era el mejor interpretando ese tipo de canción”.

No ha sido posible conocer si fueron las chicas de los burdeles las que le indicaron a Tony Jackson cómo querían que él tocara la “naked dance” mientras ellas realizaban sus stripteases o bien ellas la eligieron de entre los cientos de melodías que él tenía en su cabeza, sin modificación alguna.
Fuera como fuese, Jelly Roll Morton rindió un homenaje a Tony Jackson y a sus “canciones para desnudarse”, componiendo una melodía a la que tituló “The Naked Dance” basándose en las que interpretaba el gran “professor” en los tiempos de Storyville. Jelly grabó la canción en 1939 y su escucha nos da una idea de la estética musical que rodeó a aquellos tempranos stripteases.

Tony Jackson abandonó Nueva Orleans en 1909, unos años antes del cierre de Storyville, y fijó su residencia en Chicago. Allí también encontró trabajó en los prostíbulos más elegantes, como el Elite Club en el que lideró a un pequeño grupo, aunque lo habitual era que actuara como solista. Dejó este mundo en Chicago el 21 de abril de 1921.

Es una grandísima pena que no haya quedado para la posteridad ningún testimonio grabado de Jackson para poder percatarnos de sus habilidades pianísticas y vocales, pero existe al menos una canción compuesta por él que ocupa un lugar en la historia de la música y también en la del Séptimo Arte. Las crónicas nos cuentan que Tony Jackson compuso la canción “Pretty Baby” en el piano que tenía el “My Place Saloon”, propiedad de Frank Early, ya que el pianista vivía en un piso situado encima del citado “saloon”.

En el año 1978 el director de cine francés, Louis Malle, hizo su particular desembarco en los EE.UU., dirigiendo una película cuyo argumento se desarrollaba en un burdel ficticio de Storyville en el año 1915 es decir dos años antes de su desaparición.
El film nos relata la relación de la hija de una de las prostitutas del lupanar con un hombre mayor. La protagonista fue una jovencísima y desconocida hasta entonces Booke Shields que a partir de su aparición en esta película empezó su ascensión al estrellato. El papel del hombre maduro le correspondió a Keith Carradine, que encarnó a un personaje real de aquellos días, al fotógrafo Ernest J. Bellock.
El director Louis Malle tituló a su película “Pretty Baby” (La Pequeña), que también es el título de la canción más famosa de Tony Jackson. Por si hubiese dudas la melodía “Pretty baby” forma parte de la banda sonora de la obra.

La canción de Tony Jackson no se publicó hasta el año 1916 que fue cuando Gus Kahn le escribió una letra a la melodía. También apareció como por encanto el nombre del músico y editor musical Egbert Van Alstyne como co-compositor del tema, cuando no escribió ni una sola nota de “Pretty baby”, así estaban por entonces las cosas que rodeaban a los copyrights. El tema se incluyó en la revista de Broadway “The Passing Show of 1916” y a partir de ahí adquirió la suficiente fama como para que se siga interpretando en nuestros días, convertido ya en todo un standard de la música norteamericana.

“The Passing Show of 1916” fue una revista musical en dos actos que se estrenó en el Winter Garden Theatre de Broadway el 22 de junio de 1916 y llegó a 140 representaciones.

Tony Jackson fue un extraordinario y completísimo pianista, a la vez que compositor y letrista. Así como un artista de entretenimiento. Su nombre deambula como un fantasma entre las páginas de ese libro que contiene la Historia de la Música Norteamericana. Lo cual es una pena.

El libro de Al Rose que he mencionado anteriormente recoge el testimonio de un turista que paseaba por Storyville:

“Escuché de repente una música que salía de una ventana que supuse era el “parlor” del establecimiento de la “madame”, Antonia González. La manera de interpretarla y de cantarla era muy diferente a lo que yo había escuchado hasta entonces. El canto estaba recubierto de una salvaje seriedad. Las notas altas o bajas, rápidas o lentas las ejecutaba perfectamente armonizándolas con la “performance” que ejecutaba con el piano. Mientras permanecí allí escuchando se acercó otra persona – que luego resultó ser otro pianista de nombre Kid Ross – y tuvimos una corta conversación. Yo le pregunté: ¿Cuál es el nombre del músico que está haciendo todo eso? indicándole el sonido que salía por la ventana. Tony Jackson – él me respondió – conoce miles de canciones”.

 Os dejo la canción de Tony Jackson interpretada por los británicos Chas and Dave, aunque es un dúo pop realiza, de vez en cuando, inmersiones en el music hall. Después de 18 años sin sacar disco alguno en estudio nos sorprendieron en 2013 con el titulado “That’s What Happens” en el que retoman el tema “Pretty Baby” de Jackson. 

El 4 de abril de 1917 se produjo la entrada de los Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial, que había comenzado en el año 1914.
Esta nueva situación dio lugar a que se dictaran leyes que directa o indirectamente afectaban a la contienda y a sus protagonistas.
Una de ellas se promulgó en agosto de 1917 y decretaba que todo centro de prostitución debería estar alejado por lo menos cinco millas de cualquier acuartelamiento o base militar.
A finales de ese mismo mes Bascom Johnson, representante del Departamento de Guerra, se reunió con los líderes de Storyville y les comunicó que su querido barrio de las luces rojas debía  clausurarse, ya que una importante base de la Marina estadounidense estaba ubicada a menos de cinco millas del mismo.

El 9 de octubre el Ayuntamiento decretó que Storyville debería estar desalojado la noche del 12 de noviembre.
En esa fecha la mayoría de los habitantes de Storyville habían abandonado el barrio sin que se produjera en ningún momento el más mínimo incidente. 
La aventura que vivió Nueva Orleans a raíz del decreto del Sr. Story con el fin de regular la prostitución duró 20 años. En los EE.UU. jamás se ha vuelto a vivir una aventura semejante.

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