Un Paseo Por Los Funerales de Nueva Orleans

La Eureka Brass Band entrando en el cementerio – Foto: William Claxton – 1960
Funeral de Nueva Orleans
Funeral en una plantación. Pintor: John Antrobus – 1860
Las únicas tumbas que existen en el cementerio Lafayette pertenecientes a una «Benevolent Society». En este caso a la denominada «The Young Men Olympian Jr.» fundada en 1884.
Cementerio de la «Lutheran Benevolent Society» fundada en 1858
Zulu
Second Line
Main Line
Matthew «Fat» Houston. Gran Marshal de la «Olympia Brass Band». Foto: Christofer R. Harris – 1971
Bunk Johnson
Second Line
Miembros de The Social Aids and Pleasure Club – Zulu durante el desfile del Mardi Grass
Esteban Miró Gobernador de Louisiana de 1785 a 1791
Wynton Marsalis. Foto: Clay Patrick McBride,
Un Paseo Por Los Funerales de Nueva Orleans

Para hablar de los funerales de Nueva Orleans antes debemos acercarnos a África Occidental y a sus tradiciones tribales.
Una de las más arraigadas establecía que todo el trabajo que se realizaba individualmente redundaba no sólo en beneficio propio sino en el de toda la comunidad. Así pues, si cualquiera de sus miembros se encontraba en dificultades es a la tribu en su conjunto a quien le corresponde tratar de solventarlas y una de sus obligaciones más importantes estaba centrada en proporcionar un entierro digno a todos y cada uno de sus componentes.
En el año 1719 arribaron por primera vez a Nueva Orleans dos navíos con una carga de esclavos procedentes de países del África Occidental para ser vendidos en la colonia. Las viejas tradiciones africanas viajaron con ellos y ese espíritu solidario permaneció inamovible en su nueva morada. Los franceses, que siguieron la máxima de “vive y deja vivir”, permitieron a sus esclavos que, dentro de sus casas pudieran trabajar en lo que quisieran y muchos de ellos se convirtieron en artesanos siendo sus habilidades no sólo requeridas por sus amos sino también por personas ajenas a las plantaciones. De esta manera los esclavos encontraron un medio para poder ganar un dinero. Formaron pequeñas sociedades en las que sus miembros se ayudaron entre sí, siendo una de sus metas el que todos ellos recibieran un honrado funeral.
El diario que escribió Benjamin Henry Latrobe sobre sus viajes por América, desde 1796 hasta 1820, se convirtió en un libro con el título de “The Journal of Latrobe”. Fue editado en New York en 1905. En la entrada correspondiente al 4 de mayo de 1819, podemos leer:

“El sol estaba sobe el horizonte cuando me encontré con una multitud de al menos doscientos negros que iban acompañando a un cadáver al cementerio. Al menos la mitad de las mujeres llevaban velas encendidas; y como la oscuridad empezaba a hacer acto de presencia, el efecto era sorprendente. Todas las mujeres, y parte de los hombres, iban vestidos totalmente de blanco. Los desfiles funerarios aquí en Nueva Orleans son muy numerosos, pero nunca había visto uno que congregara a tal cantidad de personas. Decidí seguirles.
La tumba tendría unos 90 cmts. de profundidad y aproximadamente la mitad estaba llena de agua… Cinco sacerdotes entraron en el cementerio precedidos de tres muchachos que portaban dos urnas y un crucifijo, la muchedumbre empezó a cantar suavemente hasta que ellos llegaron a la tumba. El ataúd fue introducido en ella rápidamente. El sacerdote empezó con sus rezos y un grupo de mujeres con sus sonoros lamentos. Una mujer negra que parecía particularmente afectada se introdujo en la tumba abrazándose al ataúd que iba hundiéndose poco a poco. El enterrador, con mucho cuidado, sacó a la mujer de la tumba y empezó a rellenarla con tierra. En ese momento lo que era una tragedia se convirtió en una especie de farsa. Los muchachos empezaron a jugar entre ellos lanzándose cosas y el ruido y las risas fue general. Las mujeres que estaban cerca de la tumba arrancaron un poco de hierba antes de marcharse.
Yo me sentí totalmente confundido y pregunté a una de las mujeres blancas, que suponía que hablaba un inteligible francés, quién era la persona que acaban de enterrar para recibir tales honores, incluso de gente blanca. Ella me dijo que era una africana muy vieja (Kongo), que pertenecía a Madam Fitzgerald, y que la mayoría de la gente que allí estaba presente la formaban sus hijos, nietos, biznietos, sus maridos, sus esposas y compañeros. También le pregunté si no le había parecido excesivo que su hija mayor se lanzara sobre un ataúd medio flotando y más teniendo en cuenta que la difunta tendría más de cien años. Ella se encogió de hombros dos o tres veces y me dijo: “Yo de eso no sé nada, es su manera de hacerlo”.

 En diciembre de 1865, quedó abolida oficialmente la esclavitud en los EE.UU. Este importante hito histórico significó que comenzaba una nueva vida para la mayoría de la comunidad afroamericana.
En Nueva Orleans este acontecimiento largamente esperado representó la aparición de unas organizaciones que recibieron el nombre de “Benevolent Societies”. Estas sociedades daban una cobertura económica que englobaba importantes aspectos del devenir cotidiano de todos sus miembros. Se hacían cargo de pagar los costes derivados de cualquier problema de salud, se ocupaban de los gastos de los funerales y ayudaban en los momentos en los que surgía alguna acuciante dificultad económica. En estos aspectos se parecían bastante a lo que hoy conocemos como Compañías de Seguros,
También fomentaban la unidad dentro de la comunidad, realizaban actos de caridad y celebraban eventos sociales. La mayoría de la población afroamericana pertenecía a alguna “Benevolent Society», aunque fuese obligatorio el pago de una cuota.
El 7 de mayo de 1881, el periódico de Nueva Orleans “The Louisianian” dedicó una editorial a las “Blacks Benevolent Societies” y entre otras cosas decía lo siguiente:

“…Estas organizaciones, y conocemos la existencia de más de doscientas, poseen miles de dólares en sus tesorerías, que no es decir nada si contamos con sus propiedades. Al menos en ese sentido, la gente de color, silenciosamente, pero con una gran efectividad, se está construyendo una reputación la cual está lejos de hacernos pensar en esos rumores que circulan acerca de su imbecilidad. Es notorio que el sistema financiero de esas organizaciones es mejor, y está llevado con más honestidad, que muchos bancos e instituciones estatales. Su solvencia, desde hace años, y su habilidad para ganar sus demandas legales es suficiente evidencia para desterrar esas habladurías. La forma en que cuidan de sus enfermos y los respetables entierros que dan a sus muertos, son actos que no solamente son merecedores de admiración, sino que son un orgullo para nuestra ciudad”.

 Los años van marchando uno tras otro… y el status social y económico de la comunidad afroamericana va subiendo escalafón a escalafón. En la primera década del siglo XX las “Benevolent Societies” ya no son tan necesarias como lo fueron en el pasado reciente, pero nunca llegaron a desaparecer, sino que se fueron trasformando de una manera natural en unas organizaciones que llegan hasta nuestros días y que se conocen con el nombre de “The Social Aids and Pleasure Clubs”.
Estos clubs los podríamos traducir como “Clubs de Ayudas Sociales y de Recreo” y se fueron desprendiendo de las funciones propias de una “compañía de seguros”. Sus actividades se adaptaron a las habituales de cualquier club de recreo: fomentar un sentido de unidad en la comunidad, patrocinar eventos sociales y realizar obras de caridad. Pero además de todo ello, todos y cada uno de esos clubs tuvieron y tienen una misión especial que cumplir y ese cometido los hace únicos en el mundo: son los encargados de que las “Second Line Parades” continúen y la más importante de todas ellas son los famosos funerales de Nueva Orleans.

La “Second Line” (lit. segunda línea) toma su nombre de los funerales de Nueva Orleans y se refiere a todo el público que se une a la comitiva fúnebre sin tener ninguna relación directa con el finado. El momento más esperado de la “Second Line” es cuando el séquito abandona el cementerio y la “marching band” interpreta temas alegres y marchosos. Sus componentes abren sus paraguas de colores y sus cuerpos comienzan a moverse al ritmo de la música. La vida debe de continuar.

La “Main Line” (lit. línea principal) en un funeral estaría formada por la familia, íntimos del finado y representantes de “The Social Aids and Pleasure Club” que se ha ocupado del mismo y por supuesto, los músicos.

Un personaje importante dentro de los funerales de Nueva Orleans es el que marcha en cabeza de la comitiva y se le conoce como el “Grand Marshal”. Esta figura puede ser un miembro de la “marching band” o bien un socio importante del “Social Aide & Pleasure Club” al cual pertenecía el difunto. El “Gran Marshal” debe marchar con la cabeza alta, con expresión solemne y vestido con un smoking negro, guantes blancos y sombrero negro. Su conducta debe conducir a la banda con mesura cuando marcha hacia el cementerio y con energía a su regreso, además de saber cómo anunciar a la comunidad la buena nueva de que otra alma reposa feliz en su última morada.

El trompetista de Nueva Orleans, Bunk Johnson (1879-1949) nos ilustra cómo transcurría el desfile de una “marching band” en un funeral a primeros del siglo XX:

Bien fuese el difunto un simple albañil o un Odd Fellow (una persona importante) siempre tocábamos música lenta de camino al cementerio. Temas lentos como “Nearer my God to Thee”  o “Flee as a Bird”. Eran canciones con un compás de 4/4 tocadas muy lentamente. Ellos caminaban muy despacio detrás del cuerpo.
De vuelta del cementerio, y una vez que el fallecido hubiese sido enterrado, los de la banda nos colocábamos delante, justo a la salida del camposanto… Desfilábamos solo con los redobles del tambor hasta que nos habíamos separado una o dos manzanas de casas del cementerio. Entonces empezábamos con el ragtime.
Tocábamos canciones como “Didn’t He Ramble” o tomábamos todos esos himnos espirituales y los convertíamos en música ragtime – compases de 2/4, ya sabes, con un ritmo animado –  “When the Saints go Marching In” y algunas más interpretándolas siempre de forma alegre y festiva.
Teníamos una “Second Line” que para sí la quisiera el King Rex en el Carnaval del Mardi Gras. La policía no podía contener a toda la “Second Line”, llenaba todas las aceras y el camino por delante y por detrás de la comitiva. Teníamos a una multitud siguiéndonos”.

El estudioso de los Funerales de Nueva Orleans, Richard Brent Turner comenta en su libro titulado “Jazz Religion, The Second Line and Black New Orleans” cuáles han sido las simientes que han ido germinado en el transcurso de los años haciendo posible estas peculiares exequias:

“Los funerales afroamericanos de Nueva Orleans son la culminación de la cultura de la ‘Second Line’. Estas procesiones funerarias tienen al menos estas raíces: La música que han interpretado tradicionalmente las brass bands en estos entierros, los clubes sociales que los han organizado, la Iglesia Negra, las procesiones y celebraciones religiosas de la Iglesia Católica y los ancestrales espíritus presentes en el Vudú haitiano y jamaicano”.

Come he comentado el término “Second Line” se acuñó a partir de los desfiles funerarios, pero Nueva Orleans es una ciudad a la que le encantan las paradas por lo que empezó a organizarlas para festejar cualquier tipo de evento social o empresarial, desde una boda a la inauguración de un nuevo negocio. Así mismo, las “marching bands” de los “Social Aide & Pleasure Clubs” tienen por costumbre programar desfiles todos los domingos de mayo a agosto. Los miembros de cada club se gastan sus buenos dineros para que el look que lucirán en las paradas – especialmente en el Mardi Gras – los distinga del resto. Confeccionan desde elegantes a estrafalarios trajes, combinados perfectamente desde la cabeza a los pies. Lucen distinguidas bandas que rodean sus torsos y collares de flores cuelgan de sus cuellos. Sofisticados sombreros cubren sus cabezas. Coquetean con originales abanicos y abren sus decorados paraguas que los mueven al son de la música.
Por todo ello y desde hace ya tiempo a los desfiles de Nueva Orleans se les conoce como: “The Second Line Parades”.

En el año 2005 – antes del huracán Katrina – existían alrededor de sesenta “Social Aids and Pleasure Clubs” en Nueva Orleans. Hoy en día no sé si todas ellas se habrán recuperado dado la magnitud del desastre del Katrina que devastó prácticamente toda la ciudad.

Los historiadores se remontan hasta el año 1787 para poder situar el primer desfile que tuvo lugar en Nueva Orleans. El por entonces gobernador español de Louisiana, Esteban Miró, consideró un adecuado entretenimiento para los habitantes de la ciudad que estos presenciaran el desfile de treinta y seis jefes indios de las tribus de los Choctaw y de los Chicakasaw. El público acogió el evento con hurras y vivas. Y hasta hoy.

Os recomiendo encarecidamente que veáis el video que os dejo y que muestra la primera escena de la película de James Bond “Vive y Deja Morir” de 1973. En ella vemos al “Gran Marshall”, a la “marching band” interpretando el tema lento y el rápido, a la “Second Line” abriendo sus paraguas. El difunto sí es un poco especial.

La canción más interpretada por las “marching bands” a la vuelta del cementerio será posiblemente la titulada “Didn’t He Ramble”. La compusieron J. Rosamond Johnson, James Welson Johnson and Bob Cole en 1902. Este trio de músicos crearon un buen número de canciones que se siguen interpretando hoy en día y que forman parte del repertorio tradicional de Nueva Orleans. Además, a “Didn’t He Ramble” le escribieron una corta letra que dice así:
¿No andaba siempre deambulando? / Siempre andaba de aquí para allá / por toda la ciudad / hasta que el carnicero / le cortó la yugular.
Deambulaba por la calle / Deambulaba la ciudad / y la vieja le decía: / » Echa un vistazo / a la carne del mercado».
Os propongo escucharla por Wynton Marsalis junto a Walter Blanding, saxofón; Victor Goines, saxofón; Sam Chess, trombón; Dan Nimmer, piano; Carlos Henriquez, contrabajo y Jason Marsalis, batería. El video recoge una actuación del grupo en el festival de jazz de la ciudad de Marciac, sita en la Gascuña francesa.

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