Una Fina Estampa De La Gran Ethel Waters

Ethel Waters
Una joven Ethel Waters
Ethel Waters
Cartel de Manba’s Daughters
Fotograma de «Pinky» con Ethel Waters y Jeanne Crian
William Franklin Graham jr, y Ethel Waters
Ethel Waters
Una Fina Estampa De La Gran Ethel Waters

Desde 1921 hasta 1925, toda vocalista femenina afroamericana que era descubierta por los buscadores de talentos de las discográficas era introducida en un estudio de grabación para que interpretara exclusivamente blues. Si bien una buena parte de ellos no lo fueran desde un punto de vista académico, siempre aparecía cerrando el título de la canción el término blues. Esto se debía a que, en agosto de 1920, Mamie Smith (que no era una cantante de blues) había grabado la canción Crazy Blues (ver mi artículo “Race Records: Crazy Blues (Mamie Smith)”. Cuando llegó a las tiendas el disco de 78 rpm vendió en un par de semanas más de 78.000 copias solo en Harlem, alcanzando la cifra del millón al cabo de un año y dentro de la comunidad afroamericana. A los mandatarios de los sellos discográficos se les quedó incrustadas en sus mentes las palabras “blues” y “comunidad afroamericana”. Todos ellos suspiraban por un nuevo milagro que de hecho este se hizo realidad con cantantes como Bessie Smith, Ma Rainey o Ida Cox.

Si echamos un vistazo a aquellos años de principios de los 20 solo vemos dos vocalistas negras que triunfaron interpretando música popular: Ethel Waters  Alberta Hunter. Esta última lo hizo prácticamente en Europa (podéis leer mi artículo “La Sorprendente Semblanza de Alberta Hunter”).  Sin embargo, Ethel Waters se quedó en su país y está considerada (y con razón) como la madre de vocalistas como Billie Holiday o Ella Fitzgerald y a ella le voy a dedicar con todo cariño este artículo.

Ethel Waters nació el 21 de noviembre de 1896 en la ciudad de Chester, Pennsylvania dentro del seno de una familia sin apenas recursos económicos. La calle la hizo adulta a los siete años. A los diez se había convertido en una adolescente alta, lista y dura. Ethel era la cabecilla de una panda de chavales del barrio, negros, húngaros, judíos y chinos que robaba comida para poder alimentarse. Además, habían llegado a una suerte de acuerdo con las fulanas, sus chulos y con cualquier malhechor que anduviera por los alrededores. Según ese trato la pandilla estaría atenta a la presencia de cualquier policía rondando por sus calles y el modo de avisarles era cantando a coro inofensivas canciones propias de la chavalería. Algunas monedas llegaban a sus manos.

Ethel se casó a los 13 años y se divorció con 14. Su abuela – que fue realmente la que se ocupó de ella – para apartarla de las calles le dio permiso para que entrara en la sala de baile más respetable del vecindario. En la pista de baile demostró su incansable talento y consiguió que le concedieran entrada libre con la condición de que enseñara sus pasos de baile si alguien de entre el público se lo pidiera. Así mismo, no se perdía ninguna actuación de las compañías de vodevil que actuaban en el Standard Theatre, que por 10 centavos la dejaban que se sentase al fondo del local desde donde no perdía ojo de lo que en el escenario se representaba. El público de Ethel era su cuadrilla a la que mostraba todo lo que había aprendido.

Su primer trabajo fue la de limpiadora de casas particulares y cuando su madre se puso enferma la sustituyó como camarera de pisos en el hotel donde trabajaba. Esta ocupación fue muy del agrado de Ethel, ya que le daban media hora para tener lista una habitación y ella necesitaba solo diez minutos, el resto del tiempo se lo pasaba bailando delante del espejo, silbando y aplaudiéndose a sí misma.
Seguidamente la suerte se cruzó en su camino, ya que una señora ricachona la contrató como señorita de compañía, la alimentó, la vistió, le proporcionó una limpia habitación para dormir y con ella viajó por todo el mundo.

Con 21 años, 1917, Ethel se presentó en Nueva York y consiguió que la contrataran como bailarina y cantante los dueños del Bucket of Blood Club de Harlem. Allí se fijó en ella el director de la banda más famosa de entonces, Fletcher Henderson, que se la recomendó al Black Swan el sello discográfico afroamericano más importante.
Ethel grabó por primera vez para la mencionada discográfica en julio de 1921, que la encasilló como cantante de blues. El tema fue el titulado Down Head Blues (que no es un blues), pero el marketing era el que mandaba. Vendió la nada desdeñable cifra de 100.000 ejemplares y durante los dos años en la que ella permaneció unida a la compañía fue su artista más popular, dejándonos una docena de sencillos.

Ethel Waters, a diferencia de las cantantes afroamericanas contemporáneas, poseía una clara pronunciación lo que le permitía interpretar el último éxito escrito por músicos del Tin Pan Alley o de jazz con la misma habilidad. Dicho de otra manera, era una vocalista perfecta para cantar los standards norteamericanos. (Puede que en el tiempo que pasó como señorita de compañía de la pudiente dama, esta le enseñara, aparte de a vestir bien, a pronunciar debidamente el inglés)
El sello Columbia se percató de esa especial característica suya y le ofreció un contrato para interpretar, sobre todo, temas populares. Así, en junio de 1925, Ethel grabó el standard titulado Sweet Georgia Brown junto  Her Ebony Four: Fletcher Henderson, piano; Joe Smith, trompeta, Buster Bailey, clarinete; desconocido, fagot. La canción está compuesta por Ben Bernie y Maceo Pinkard con letra de Kenneth Casey en 1925.

Ethel permaneció en el plantel de músicos de Columbia desde 1925 a 1933. Durante ese período dejó alrededor de cuarenta canciones para la posteridad. En esos ocho años conoció a importantes músicos de jazz: James P. Johnson, Benny Goodman, Tommy y Jimmy Dorsey, Jack Teagarden, Joe Venuti… Ella lo recuerda así en su biografía His Eye Is On The Sparrow (1950):Yo me quedaba sorprendida de lo mucho que les gustaba cómo cantaba. Nunca he recibido ninguna lección de canto y ni he aprendido a tocar ningún instrumento o a leer música. Yo cantaba tal como me sentía. Mi música está llena de pequeñas cosas que rondaban por mi cabeza. Sentía esas emociones y cosas profundas dentro de mí y salían en mi canto”.

Ese año de 1933, nada más abandonar a Columbia, un evento la iba a convertir en la cantante más famosa del país. Ethel Waters fue contratada por el Cotton Club para su “parade” de 1933. El 16 de abril de ese año, se estrenó el show y Ethel Waters cantó la canción “Stormy Weather”. Toda Nueva York fue a verla y a oírla cantar. Podéis acercaros a mi artículo “El Cotton Club, Ethel Waters y Stormy Weather” donde me centro en lo que supuso para ella su estancia en el Cotton Club. De todos modos, voy a repetir, aquí y ahora, unas frases de Ethel sobre “Stormy Weather”:

“Stormy Weather” era la perfecta expresión de mi estado de ánimo, y representaba para mí una liberación cantarla cada noche. Cuando me encontraba en medio del escenario del Cotton Club relataba esas cosas que nunca pude explicarlas con simples palabras. Yo cantaba la historia de mis miserias y equivocaciones, de los malentendidos que no supe solucionar, la historia de cómo me ultrajaron y maltrataron aquella gente a la que yo había amado y confiado. Yo canté “Stormy Weather” desde lo más profundo de mi infierno privado en el cual yo había estado asfixiada y hundida.”

Uno de los personajes importantes que fue a verla y a escucharla en el Cotton Club fue el compositor y letrista, Irvin Berlin que le ofreció uno de los papeles de protagonista de un musical en el que estaba trabajando. Se estrenó el 30 de septiembre de 1933 con el título de As Thousands Cheer y se mantuvo en cartel durante 400 representaciones. De las cuatro canciones que Ethel introdujo sobre el escenario del Music Box Theatre, la titulada Harlem on my Mind se ha convertido en un standard.

La popularidad que consiguió Ethel con el musical de Irving Berlin fue suficiente para que DuBose Heyward (el escritor de la novela Porgo, en la que se basó George Gershwin para escribir su obra Porgy and Bess) la eligiera como protagonista del musical Mamba’s Dauthers basado en la novela del mismo título y del mismo autor.
Vista con la mentalidad de hoy en día, “Mamba’s Dauthers” es una sencilla y convencional historia dramática, la historia de Hagar, una torpe y medio loca mujer negra que tiene como único objetivo en su vida: lograr que su bella hija Lissa tenga una mejor vida de la que ella ha padecido. El clímax de la obra se sucede cuando Hagar estrangula a un “chulo” que ha secuestrado a su hija y le quiere hacer chantaje.

“Mamba’s Dauthers” se estrenó el 3 de mayo de 1939 en el Empire Theatre y llegó a 162 representaciones, al cabo de las cuales emprendió una gira por todo el país que duró algo más de un año.
La música que se interpretó en la obra son espirituales y canciones populares de la comunidad negra de la ciudad de Charleston, South Carolina (el mismo escenario de Porgy and Bess), a la que hay que añadir la composición de Jerome Kern con letra de DuBose Hayward titulada Lonesome Walls que Ethel grabó el 27 de marzo de 1939.
Ethel Waters se convirtió en la primera mujer afroamericana que fue protagonista de un musical de Broadway blanco. El día de la première, al término de la obra, el telón se subió y se bajó 17 veces mientras Ethel permanecía sola sobre el escenario del teatro recibiendo los aplausos.
La historia de este musical Ethel lo recuerda así:

«Podría haberse dado el caso de que yo no hubiere tenido otro papel en Broadway y estaría el resto de mi vida dándole gracias a Dios por concederme esos 14 meses de gloria. Cuando todo terminó, quería marcharme y retirarme. No tenía ningún deseo de volver a los musicales. Me daba la sensación de que si volviese a cantar podría destruir todo lo que había conseguido con “Mamba’s Daughters”.

Unos meses después del fin de la gira de “Mamba’s Daughters”, el productor de Broadway, Albert Lewis se puso en contacto con Ethel Waters para ofrecerle el papel de protagonista del musical en el que estaba trabajando. Se iba a llamar Cabin in the sky con música de Vernon Duke y letra de John La Touche.
Ethel Waters accedió a la petición de Lewis, pero puso sus condiciones. El papel de la protagonista, Petunia, debería de cambiarse presentando a una mujer fuerte, en vez de a la resignada esposa que aceptaba las infidelidades de su marido, Joe, sin rechistar. Y también más apegada a la religión. A Joe lo convirtió en un hombre menos mujeriego, lo suficiente para hacerse merecedor del amor de su devota esposa.
Sin embargo, Ethel Waters no era la misma de siempre ya que había ganado bastantes kilos de más y ese sobrepeso le causaba menos espontaneidad y más sobreactuaciones sobre el escenario. Pero su voz seguía tan bien como siempre.
“Cabin in the Sky” se estrenó el 25 de octubre de 1940 en el Martin Beck Theatre y se mantuvo en cartel durante 156 representaciones.

A los dos años el director de cine Vincente Minnelli rodó la película basada en el musical con el mismo título. Eligió como protagonista a Ethel, a pesar de su sobrepeso, y acertó. Como muestra se la puede ver en el video que recoge la escena en la que ella canta el mejor tema de la película (y del musical) hoy en día convertido en todo un standard que lleva por título Taking a Chance on Love.

En el año 1945, Ethel Waters cumplía 49 años y era la artista afroamericana mejor situada en el “show business”. Sin embargo, le tocó, como a la mayoría de los vocalistas y músicos en general, vender menos discos y ver como sus actuaciones en directo disminuían. La Época del Swing se había finiquitado, la II Guerra Mundial acababa de terminar y otras músicas como el rhythm & blues empezaba a pegar fuerte entre los melómanos. Sin embargo, en esos años de penurias económicas, Ethel había conseguido que se le valorase más como actriz que como artista relacionada con la música. Empezó a ser requerida por los directores cinematográficos para actuar en sus películas en papeles de mayor o menor importancia. El premio gordo se lo llevó cuando los directores Elia Kazan y John Ford la contrataron para un papel secundario en la película de 1949 titulada Pinky. En los premios Oscar del año siguiente, Ethel Waters fue nominada como mejor actriz de reparto, siendo la segunda afroamericana que lo conseguía. (La primera fue Hattie McDaniel por su papel Mammy en la película Lo que el viento se llevó que además lo ganó).

Los años cincuenta comenzaron bien para Ethel ya que fue contratada por la ABC Televisión para participar en una serie cómica con el nombre de Beulah. Sin embargo, solo pudo grabar ocho programas ya que tuvo serios problemas de salud debido a su peso. Estos primeros cincuenta fueron de triste recuerdo para la cantante ya que se encontró cansada y sin una meta fija. Realizó varias apariciones en programas de televisión y radio, pero estaba claro que su carrera parecía que tocaba fondo. Y se cruzó en su camino, en 1957, William Franklin Graham Jr., uno de los predicadores evangélicos más importantes e influyentes del siglo XX y Ethel, que era de por sí una persona religiosa, se apuntó a su Cruzada. Redujo su peso de casi 150 kilos a 80 y se encontró de nuevo feliz cantando en el coro que acompañaba al ministro bautista. Y junto a él estuvo hasta el final de sus días: Yo no tengo miedo a la muerte, cariño. De hecho, estoy un poco deseando que llegue. Sé que Dios tiene rodeado con sus brazos a este gordo gorrión”.

 Creo que una buena manera de despedir a Ethel Waters, una gran artista que además rompió varios muros racistas, es verla y escucharla en este emotivo video cantando el tema de gospel, When The Trumpet Sound, escrito por André Thomas, en un especial de la televisión junto a la también cantante Pearl Bailey.

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